Los complejos desafíos de las ciudades rusas

analizamos el comportamiento de las urbes de Rusia. Fuente: flickr / jrodmanjr.

analizamos el comportamiento de las urbes de Rusia. Fuente: flickr / jrodmanjr.

El Día Mundial del Hábitat que se celebra hoy alerta sobre el estado de las urbes del planeta. El vertiginoso proceso de urbanización de los países en desarrollo atrae la mayoría de las miradas. Sólidamente urbana, Rusia afronta un reto distinto: activar con energía el amargo potencial de su reciente declive.

Cada año, el primer lunes de octubre, la ONU celebra el Día Mundial del Hábitat. La efeméride busca reflexionar sobre el estado y alertar sobre la responsabilidad colectiva respecto al futuro de los asentamientos humanos.

 Este año, la conmemoración reúne bajo el lema 'Cambiar las ciudades para construir oportunidades' tres grandes mensajes. El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, enfatiza el primero: no solo más de la mitad de la población es hoy urbana, sino que, en menos de una generación, dos tercios de la población mundial vivirán en ciudades.

 El segundo mensaje recurre a una aspiración reformada en proverbio: convertir la imperiosa necesidad en amable virtud. Contraer la pobreza o avanzar en la sostenibilidad exigirán multiplicar y perfilar las estrategias en entornos urbanos. “Las ciudades nos pueden ayudar a concretar el futuro que queremos”, señala Ban Ki Moon.

 El Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, ONU-HABITAT, pronuncia el tercer mensaje clave. Según su Director Ejecutivo (y Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas), el barcelonés Joan Clos, la clave radica en activar una planificación renovada en la que participen todos. La ciudad del siglo XXI podrá ser la memoria del diálogo, la huella de crear en común.

 El complejo desafío urbano

 El futuro que queremos difiere en cualquier caso del presente que tenemos. Los retos son muchos. Y enormemente variados. Los países en desarrollo, donde se concentrará el 90% de la expansión urbana, suponen el mayor desafío. Brindar servicios para todos es y será una tarea hercúlea. Aunque, con diez años de adelanto, en 2010 se cumplió la meta, incluida en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de mejorar la vida de al menos 100 millones de personas residiendo en tugurios, más 850 millones de ciudadanos (casi una cuarta parte de los residentes urbanos del mundo) viven aún en ellos y el número absoluto crece cada año.

Pero ese es solo uno de los múltiples retos de la urbanización. Las ciudades son responsables de buena parte de los residuos y la contaminación. Muchas son también vulnerables a riesgos, incluidos los del cambio climático. Y algunas resisten como pueden la presión, tan implacable como la del crecimiento, del declive demográfico. Es el caso de la mayoría de las ciudades rusas.

Rusia es un país urbano

De acuerdo con las estadísticas de la División de Población de las Naciones Unidas, 102,7 millones de rusos vivían en ciudades en 2010, un 73% de la población total de la Federación. Pese a que el porcentaje se mantuvo, las ciudades perdieron un 5,5% de sus residentes en los veinte últimos años.

Las previsiones para los dos próximas décadas auguran una combinación curiosa. Se calcula que, con 99 millones de personas, las ciudades hayan perdido para el 2030 un 9% de la población de 1990. Si se cumplen los pronósticos, el porcentaje de población urbana será entonces, sin embargo, el más grande en 40 años: el 77%. 

  

El comportamiento de las aglomeraciones rusas

 La evolución demográfica de sus ciudades ayuda a comprender esta dinámica. Según el Servicio Federal de Estadísticas de Rusia, el 1 de Enero de 2011, el país contaba con doce municipios con más de un millón de habitantes. De ellos, Moscú superaba los 11,5 millones; San Petersburgo rozaba los 4,9; Novosibirsk se acercaba a los 1,5; Ekaterimburgo y Nizhni Nóvgorod sobrepasaban los 1,25; y Samara, Omsk, Kazón, Chelyabinsk, Rostov-en-Don, Ufó y Volvogrado contaban con entre 1,2 y 1 millón de habitantes.

ONU-HABITAT agrega a estas doce otras cuatro con entre 750.000 y 1 millón de personas (Saratov,  Voronez, Krasnoyarsk y Perm) en su análisis de la evolución del sistema urbano de la Federación entre 1990 y 2025. Según las cifras del Informe sobre el Estado de las Ciudades 2012-2013 de esta institución, en los últimos veinte años, de las 16 ciudades señaladas, el número de residentes sólo creció en Kazán, Krasnoyarsk, Rotov-el-Don y, sobre todo, Moscú. En las pasadas dos décadas, la población de la capital aumentó de casi nueve a más de 10,5 millones de personas, un 17%, gracias sobre todo a la inmigración registrada entre 1995 y 2005, cuando el número de moscovitas se dilató más de un 10%. Ente 1990 y 2010, todo el resto de ciudades perdió población. Casi 400.000 personas, en torno a un 10% de sus residentes, dejaron de vivir en San Petersburgo en el periodo.  

Desde 2005, se observa, en todo caso, una tendencia a la estabilización. Se espera que la curva demográfica sea plana entre 2020 y 2025. Dentro de trece años, las ciudades rusas tendrán en líneas gruesas la misma población que en la actualidad. 

Gestionar el declive demográfico

Varias conclusiones se pueden extraer de estos datos. La primera, que Rusia es un país  mayoritariamente urbano, y que tenderá a profundizar ese carácter en las próximas décadas. El porvenir de Rusia depende de su futuro urbano.

 La segunda, que salvo Moscú, y en menor medida algunas otras pocas urbes, las ciudades rusas contarán de manera estable con una población reducida, debiendo lidiar con una infraestructura no solo vieja, ineficiente y obsoleta, sino también sobredimensionada y sub-utilizada. Al contrario que en la mayoría de las ciudades del mundo en desarrollo, el problema no es en Rusia la relativa falta de espacio, sino su objetiva abundancia.

Como asegura el informe de ONU-HABITAT, no existe afortunadamente una correlación significativa entre declive demográfico y prosperidad urbana. Acompañados de políticas integrales, y bien gestionados, los espacios vacíos son ventanas de oportunidad. 

Tal vez el mayor problema radica por ello en la capacidad de gobernar los cambios necesarios. La política municipal rusa es en muchos casos tímida, y los mecanismos de planeamiento, débiles, torpes y rígidos. Los modelos operativos, como los de los servicios públicos domiciliarios, muestran a menudo enormes dificultades para recuperar sus costos.

Existen, no obstante, a lo largo y ancho del país, buenas prácticas que pueden servir de estímulo. Las ciudades son cuerpos en los que se van depositando sucesivamente las capas de la historia. El legado del pasado reciente es un solar vacío. El legado del presente puede ser su contenido, figurado, primero, luego físico. La historia del siglo XXI acaba de empezar. Mientras se cierra el día del hábitat, comienza el día a día. Estabilizada la población, es el momento de las ciudades rusas. La hora de planear el futuro que anida en los ojos de los niños. De todos y cada uno de nosotros.

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