El juego había sido detenido antes en varias
ocasiones debido al continuo lanzamiento al terreno de juego de
bengalas, ya que el humareda que éstas creaban impedía la práctica del
fútbol.
Antes del encuentro, la policía detuvo a una veintena
de hinchas tras la batalla campal protagonizada por unos cien
aficionados de ambos clubes en las inmediaciones del estadio.
Por esta razón, la policía antidisturbios movilizó a más efectivos con
el fin de evitar la repetición de los incidentes durante el partido.
Los capitanes de ambos equipos, Semshov (Dinamo) y Boyarintsev, se
acercaron a las gradas durante el partido para intentar calmar los
ánimos de ambas aficiones, pero estos siguieron lanzando petardos y toda
clase de objetos al césped.
En el fútbol ruso es tradición
que los hinchas más radicales de los clubes moscovitas se congreguen
antes de los partidos para resolver sus diferencias a puñetazos.
Precisamente, la violencia en los estadios estuvo a punto de costarle
a Rusia la concesión del derecho a organizar el Mundial en 2018.
Además de violentos, los aficionados rusos han sido acusados de
racistas, ya que se han dado varios casos de lanzamiento de bananas al
terreno de juego cuando en éste se encontraban jugadores negros, como le
ocurrió al brasileño Roberto Carlos.
El presidente ruso,
Vladímir Putin, se vio obligado a intervenir y a reunirse con
aficionados de diferentes clubes a finales de 2010 después de que miles
de hinchas y nacionalistas protagonizaran choques con la policía junto a
las murallas del Kremlin.
La muerte de un hincha del Spartak
asesinado por un caucasiano en Moscú en diciembre de ese año desató
violentas protestas y una ola de ataques xenófobos protagonizados por
aficionados radicales de los equipos de la capital.
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