Prisioneros del gulag. Fuente: ITAR-TASS.
A finales de la década de 1920 y comienzos de 1930, tras los estragos provocados por la Primera Guerra Mundial y el crack del 29, la Unión Soviética aprovechó para adquirir varios barcos y cargueros de vapor, en su mayoría comprados a países occidentales o, incluso, a EE UU. El estado de estos barcos no era el mejor, pero los precios eran prácticamente de saldo.
El transporte de presos a los diferentes puntos del mapa soviético a través de transporte marítimo era uno de los pocos medios eficaces en ese momento, pues el sistema ferroviario estaba comenzando a desarrollarse lenta pero intensamente. Entre todos los buques soviéticos, el Dzhurma fue, sin duda, el más notorio de todos ellos.
Su nombre procede de la lengua hablada por el pueblo evenki (anteriormente denominados tungús), situados en el norte de Siberia, y significa 'sendero luminoso'. Construido en los astilleros de Róterdam, Holanda, el buque fue registrado como Brielle en 1921 y navegó para los Países Bajos durante 14 años. Dalstroi, una de las ramas del NKVD, lo compró en 1935 y lo añadió a la flota del NKVD, conocida por el clásico color azul de sus chimeneas.
Eduard Berzin, líder de Dalstroi entre 1932 y 1937, compró el Brielle en un viaje a Holanda aprovechando su habilidad en la negociación y su capacidad para hablar el alemán con fluidez. El barco fue renombrado Dzhurma y arribó al puerto de Nagaevo, actualmente Magadán, en 1935, donde fue registrado tanto nacional como internacionalmente.
El Dzhurma es el barco que en más ocasiones aparece en los diarios escritos de primera mano por los prisioneros de los gulag que pudieron ser recuperados. Apenas existen años, entre 1936 y 1950, en los que no haya viajes registrados a Siberia, el Lejano Oriente o el Ártico. El transporte de presos en la Unión Soviética mediante el Dzhurma fue especialmente intenso entre 1937 y 1940, pero desde 1949 comenzaron a enviar trabajadores a la región de Kolimá para desarrollar armas atómicas. Al menos 225.000 personas fueron enviadas a los gulags en Siberia sólo con el Dzhurma.
No obstante, el barco también fue utilizado por la flota estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, en un programa de préstamo y arriendo firmado, entre otros, por ambos países. Se contabilizaron alrededor de una docena de viajes a la Costa Oeste de los Estados Unidos, donde la armada norteamericana realizó reparaciones en el barco por valor de 550.000 dólares. El barco fue, finalmente, desguazado en 1970 en la Unión Soviética.
Leyenda negra
Entre todos los viajes que hizo el Dzhurma, hubo uno que, durante un tiempo, fue extensamente aceptado como verídico por los historiadores. Se trata del viaje que, supuestamente, realizó el barco en el invierno de 1933-1934 desde Vladivostok hasta Ambarchik, una localidad rural situada al norte de la República de Sajá. En ese viaje, 12.000 presos quedaron atrapados en las aguas congeladas del Ártico y no pudieron avanzar hasta la primavera.
Todos los presos murieron congelados y de hambre, y los miembros de la tripulación que sobrevivieron lo hicieron tras recurrir a alimentarse de sus propios compañeros. En el viaje de regreso a Vladivostok, los supervivientes tuvieron que ser internados para ser tratados de enfermedades mentales provocadas tras el infame viaje.
Esta versión fue aceptada casi de inmediato y la literatura no pasó de puntillas ante semejante relato. El historiador Nikolái Tolstói, primo lejano del célebre León Tolstói, o el escritor francés Jacques Rossi, quien sufrió el infierno del gulag, son algunos de los ejemplos de autores que interiorizaron el accidente.
De la misma manera aparecieron, varias décadas después, algunas voces disconformes que pusieron en duda las creencias de la cultura popular, ya que, principalmente, el Dzhurma no entró al servicio de Dalstroi hasta 1935. Por otra parte, los defensores de esta postura aseguran que el barco no podía albergar semejante cantidad de prisioneros y que, incluso lleno, el Dzhurma difícilmente podría llegar a los 6.500 prisioneros. Ante esto, algunos autores apuntan a un más que posible caso de confusión en la identificación del barco con el navío Jabarovsk.
Sin embargo, la violencia de los presos del Dzhurma no fue nunca puesta en duda en los informes que se tienen de la época. Los guardas y miembros de la tripulación no entablaban ningún tipo de contacto con los prisioneros y jamás bajaban a los sótanos.
Tristes antecedentes
Poco antes de construirse el Dzhurma, entre 1919 y 1920 se construyó el Indigirka en Wisconsin, Estados Unidos, entonces nombrado como Lake Galva y vendido a la Unión Soviética en 1938, que lo añadió a la flota de Dalstroi. El nombre del barco tiene su origen en el río Indigirka, en Siberia.
El 8 de diciembre de 1939, el Indigirka zarpó de Magadán con destino a Vladivostok. A bordo iban 835 prisioneros. El navío, comandado por el capitán Nikolai Lapshin, quedó encallado en un arrecife en la madrugada del 13 de diciembre en el estrecho de La Pérouse, cerca de la localidad japonesa de Sarufutsu, pero los oficiales se negaron a recibir ayuda de la flota nipona.
Posteriormente se supo que los guardias del Indigirka no dieron permiso a la tripulación para abrir las compuertas de las bodegas, donde se hacinaban los 835 presos. Las tropas japonesas pudieron salvar 428 vidas, ninguna de ellas de los prisioneros, que fallecieron ahogados en el Pacífico. El capitán Lapshin fue condenado a ocho años de prisión por abandonar el barco.
El 12 de octubre de 1971 fue inaugurado un monumento escultórico de cinco metros de altura en Sarufutsu en memoria de los fallecidos del Indiguirka. En noviembre de 1996, el entonces Presidente del Gobierno de Rusia, Yevgeni Primakov, visitó el lugar de la tragedia y ofreció al alcalde de Sarufutsu, Katsua Kasai, la Orden de la Amistad –la máxima condecoración de Rusia a personalidades extranjeras– por su desinteresada ayuda con las vidas salvadas del Indiguirka. Además, el Museo Marítimo de Vladivostok exhibe un modelo idéntico al que sufrió la tragedia.
Otros muchos navíos propiedad de Dalstroi surcaron las aguas transportando prisioneros al gulag, como el Felix Dzerzhinski, en honor al mítico revolucionario, el Sovietskaya Latvia o el Kulu. La mayoría de ellos fueron, también, adquiridos en Holanda y Estados Unidos, pero todos tuvieron el mismo y fatal cometido narrado en primera persona por los escritos dejados por sus protagonistas.
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