De ser así "me sentiría orgulloso por haber
inventado eso como proyecto", agregó en referencia a la actuación
antigubernamental del grupo en la Catedral de Cristo Salvador en Moscú
por la que tres de sus integrantes fueron condenadas a dos años de
prisión.
El oligarca salió así al paso de las declaraciones de
Alexéi Veshniak, líder de la organización religiosa "Transfiguración",
quien dijo en el programa "Corresponsal" del Canal Uno que detrás de la
actuación de las Pussy Riot podría estar Berezovski.
Veshniak
explicó que había conocido al magnate en uno de los restaurantes de
Londres donde Berezovski le habría mostrado fotos de una de las
integrantes del grupo, Nadezhda Tolokónnikova, y de su marido.
Berezovski, a su vez, confirmó que sí conoce personalmente a Veshniak
pero descartó haber hablado con éste acerca del "proyecto Pussy Riot".
Al mismo tiempo, el considerado por muchos como "el enemigo número
uno" del presidente ruso Vladímir Putin, elogió la "oración punk" de las
chicas.
"Es un proyecto muy creativo y un tema social muy
oportuno sobre el nivel de liderazgo espiritual de la Iglesia Ortodoxa
en la nación (rusa)", dijo.
La defensa de las chicas catalogó,
a su vez, de "ridícula" la versión sobre la implicación del oligarca en
la actuación de las Pussy Riot.
Berezovski, licenciado en
Matemáticas, acumuló poder político y empresarial durante la presidencia
del Borís Yeltsin y contribuyó también a la llegada al poder del actual
jefe de Estado, Vladímir Putin, aunque más tarde cayó en desgracia,tuvo
que exiliarse en 2003 en el Reino Unido y, desde entonces, se ha
convertido en un acérrimo oponente del Kremlin.
El pasado 21
de febrero cinco mujeres encapuchadas cantaron y bailaron en una zona
restringida del principal templo ortodoxo ruso, imágenes que han visto
cientos de miles de personas en la página web de Youtube.
"Madre de Dios, echa a Putin", rezaba la famosa canción.
Juristas, psicólogos y criminólogos rusos han criticado públicamente
la sentencia que las condenó a prisión, al considerar que se basa en
suposiciones y alusiones a dogmas religiosos que no pueden utilizarse
como pruebas de delito.
La condena provocó un aluvión de
críticas en la comunidad internacional, que la consideraron
desproporcionada y un atentado contra la libertad de expresión
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