Vivir la libertad entre el mar y la Antártida

El físico atómico de renombre cambió la carrera científica por el mar. Fuetne: Archivo personal

El físico atómico de renombre cambió la carrera científica por el mar. Fuetne: Archivo personal

El capitán Oleg Bely, mitad ruso, mitad galés y doctor en física atómica, cambió su carrera por la libertad del mar. En 1968 abandonó Francia, país donde se crió, y se fue a América Latina. Actualmente navega entre Uruguay y la Antártida junto con su mujer y sus hijos, en el velero Kotik. Se dedica a llevar a turistas. Desde 1990 ha realizado más de 150 viajes al continente helado desde su base en Carmelo (departamento de Colonia) y dice que no se cansa de ver el mar ni de disfrutar de la sensación de libertad que le produce. En una entrevista exclusiva a Rusia Hoy, Oleg Bely cuenta cómo llegó a Uruguay y por qué quiso ser el capitán del Kotik.

¿Por que un físico atómico de renombre cambió la carrera científica por el mar?

Obtuve mi doctorado en física atómica no nuclear en la Universidad de la Sorbonne (Francia). Después trabajé siempre con astrofísicos, que necesitan datos atómicos para interpretar los espectros del sol y de las estrellas. ¿Por qué me fui? Es difícil responder. Siempre me gustó mucho el mar. “Homme libre, toujours tu ch ercheras la mer”  (“Hombre libre, siempre buscarás el mar”), como dice el poema de Baudelaire. Me cansé de la rutina. Era justo después de mayo de 1968...

Soy mitad ruso, mitad galés. Hasta los once años de edad, sólo hablaba ruso. Tengo un carácter bien eslavo: peleo, grito, doy puñetazos y cinco minutos después me olvido de todo. Me gusta la provocación. Por ejemplo, un francés nunca explota de felicidad, ni está del todo infeliz. Es equilibrado, yo no. Me siento mucho mejor en América del Sur.

Me crié en Niza, cerca de la frontera con Italia, y siempre estaba en el agua: fui pescador, después buceador, en fin... A los 28 años me compré el primer barco Kotik (que significa 'gatito' en ruso). En el 'Libro de las tierras vírgenes' de Rudyard Kipling, el lobo marino también se llama Kotik. Por cierto, en mi familia galesa todos estaban muy vinculados al mar. Mi abuelo materno nació en el mar, en un barco de tres mástiles, cuyo capitán era mi bisabuelo. Tal vez por los genes algo llegó hasta mí...

El capitán Oleg Bely sale en barco desde su base en Carmelo (Uruguay). Atraviesa el Canal de Beagle, llega al famoso Cabo de Hornos y desde allí comienza la travesía del Pasaje de Drake hasta la Isla Decepción y de ésta, finalmente, a la Antártida. Se tarde una semana o más en hacer la ruta, depende de la cantidad de paradas. El viaje cuesta entre 50.000 y 70.000 dólares para un grupo de ocho personas, que es la capacidad máxima que tiene el barco. 

¿Es este su primer barco?

Antes de tener este Kotik, tuve otro (que se llamaba Kotick, casi igual). En 1989 tenía ahorrados 25.000 dólares y un francés me ofreció 125.000 por el barco. Dudé un poco, pero al final lo vendí y decidí intentar construir un barco más grande con 150.000 dólares. Yo sabía soldar, trabajar bien con las láminas de acero, etc. También sabía mucho sobre diseño industrial. Fue una apuesta.

Me encontré con un amigo del famoso navegante brasileño Amyr Klink, Thierry, que construía casas flotantes para los ricos de São Paulo. Estas personas hacían expediciones en los ríos amazónicos para pescar. El astillero quedaba en Dois Córregos, muy cerca de Jaú. Era un galpón grande donde trabajaba un grupo de campesinos y mulatos muy simpáticos.

Región de Antártida. Fuente: archivo personal

No sabían leer los diseños, ni sabían lo que era un velero. Calculé que el dinero era muy justo para mí, pero que, con suerte, debería alcanzar, y acepté. Fuimos los cuatro allá: mi mujer Sophie, y mis hijos Ígor y Olga de cinco y dos años, respectivamente, y yo. Alquilamos un galpón por... ¡seis dólares al mes! Entonces entré de lleno en la construcción.

El hecho de trabajar con esta gente cambió todo, en la ciudad nos miraban como si fuéramos marcianos. Así fue durante tres meses. Después llegó gente que nos  ayudaba: el dueño de la fábrica local, el nuevo rico, la municipalidad, etc. Yo comenzaba antes que los demás y terminaba después. Thierry pasaba dos o tres veces por mes para resolver algunos problemas, para discutir el proyecto o solucionar dificultades burocráticas. Fue una compañía muy buena. Nos hicimos muy amigos.

¿Construir el Kotik le dio más dolores de cabeza o más satisfacción?

Me gustó mucho poder construir un barco de principio a fin. Fue una zambullida total. Era un poco como la vida y la muerte: terminar el barco o quedarme sin él. El mayor problema era el aislamiento. Necesitaba discutir opciones, pero no tenía con quién. Me equivoqué en algunas cosas, pero en muy pocas. La construcción tardó menos de dos años y lanzamos el Kotik en Guarujá. Me gustó Dois Córregos y su gente, una parte de mi corazón se quedó allí.

¿Cuánto costó la construcción del Kotik y cuánto cuesta mantenerlo? 

Perdí la cuenta del precio del Kotik. Lo que puedo decir es que pongo unos 30.000 a 40.000 dólares por año para mantenerlo al más alto nivel. Todo lo hago yo, no mando hacer nada. El precio que le dije antes era en el año 1991 y con un equipamiento mínimo. Mientras que ahora tiene los mejores equipamientos profesionales. Mantener un barco en el mejor estado cuesta al año un 7 % de su valor. 

¿Fue a Rusia con el Kotik?

Fui a la Unión Soviética en 1962, pero no en barco, y pasé dos meses. Me gustó mucho. Tal vez más la URSS que Rusia. Parece que era más fácil vivir en tiempos soviéticos que ahora. Me gustaría mucho ir en barco a Kamchatka; mi abuela paterna me hablaba siempre de Kamchatka, no sé por qué. Aquí estamos muy cerca de Rusia. Hay unos pequeños barcos rusos que vienen de allá para trabajar.

Vista de la cubierta desde uno de los mástiles. Fuente: archivo personal

¿Cómo surgió la idea de viajar a la Antártida y llevar turistas?


En 1985 y 1986 fui a la Antártida con Sophie e Ígor (mujer e hijo) y nos gustó mucho. Se nos terminaba el dinero, y yo tenía que encontrar algo. No quería volver a trabajar en la Universidad. Pusimos un anuncio en una revista de vela francesa y cerramos el trato con un grupo de alpinistas suizos. Estuvo bien, fue interesante y el dinero alcanzaba para mantener el barco y para comer. Al año siguiente hicimos una película para el canal de televisión brasileño Manchete: Igor na Antarctica. Desde entonces tenemos un trabajo por año. No alcanza para volverse ricos, pero sí para mantener el Kotik y vivir de forma modesta.

¿Por que eligió Uruguay como base?

Elegí Uruguay por una razón muy importante: hay muy poca violencia. Argentina es tan mala como Brasil en ese aspecto.

¿Quiénes suelen ser sus pasajeros a la Antártida?

El 99 % son de São Paulo. En la última expedición hubo cinco mujeres y tres hombres. Son de clase media: fotógrafos, empresarios, buceadores... Siempre muy entusiastas. Son mis socios en el Kotik. Siempre vuelven los amigos que ya viajaron conmigo. Creo que fueron más de 150 desde 1990. 

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