La escasa penetración en Rusia de la carne porcina extranjera responde sobre todo al notable arancel. Fuente: Flickr / jose_gonzalvo
Los productos agroalimentarios españoles se consumen preferentemente en el mercado interno. Tradicionalmente, los vecinos europeos, con Francia y Alemania a la cabeza, concentran un 70% de las exportaciones.
Con una larga historia para algunas firmas, el mercado ruso está ayudando a buena parte de las empresas agroalimentarias españolas a capear el temporal doméstico y regional. A pesar de la crisis internacional, Rusia es un mercado estable para los productos agroalimentarios españoles. Fuera de la Unión Europa, la Federación ha venido ganando posiciones, hasta convertirse en el segundo país receptor, solo por detrás de Estados Unidos. En los primeros 11 meses del año pasado las exportaciones agroalimentarias al país euroasiático crecieron más de un 25% con respecto al mismo periodo de 2010, hasta rondar un valor de 650 millones de euros.
Las frutas y verduras y las carnes son las categorías con mayor cuota y mejor comportamiento. Dentro de las carnes, los embutidos son, en todo caso, uno de los productos con mayores dificultades de penetración en el mercado ruso, pese a ser la Federación el cuarto país en exportación de fiambre y el primero fuera de la UE. Tras un crecimiento espectacular en los últimos 16 años (hace década y media su cuota de mercado era del 23%), los productores nacionales satisfacen en la actualidad el 99,6% de la demanda rusa de embutidos.
La barrera arancelaria
La escasa penetración en Rusia de la carne porcina extranjera responde sobre todo al notable arancel. Hasta el momento, las empresas extranjeras que introducen fiambres en la Federación deben abonar un impuesto del 25% del coste del producto, pero no menos de 0,4 euros por kilogramo. Muchos productos no superan a menudo este salto de altura.
La entrada del país euroasiático en la Organización Mundial del Comercio (OMC)está llamada a cambiar la situación, en tanto supondrá una notable reducción de los tributos que gravan la importación de elaborados cárnicos. Con la reciente adhesión de Rusia a esta institución, este impuesto es del 20%, pero no menos de 0,24 euros por kilo. A partir de 2015, la tasa porcentual del arancel se cancelará por completo. De acuerdo con las estimaciones de la Unión de Productores de Carne de la Federación, la tasa del tributo aduanero para los productos elaborados cárnicos extranjeros podría descender entonces hasta los 0,08 euros por kilogramo. La bajada del listón cambiará la prueba: de salto de altura a salto de longitud.
Mayor competencia y diversidad, pero precios estables
Para el consumidor ruso, la eliminación de la tasa porcentual del arancel supondrá mayor diversidad en el mercado, gracias al suministro de un surtido más amplio de productos de importación de gama alta y baja.
También debería suponer, dada la mayor competencia, especialmente en el segmento de precio módico, una caída de los precios. En la actualidad, aunque el precio por kilogramo de la carne de cerdo es menor en Europa que en Rusia, el precio final más bajo está fijado en la Federación por la carne producida en el país, ya que la proveniente de Europa es mucho más cara por los aranceles. Con tasas poco significativas, el precio más bajo del porcino europeo debería marcar la línea, tirando todos los precios hacia abajo.
Se estima que la creciente competencia haga de hecho mella en la industria rusa. De acuerdo con el Ministerio de Desarrollo Económico de la Federación, las pérdidas conjuntas del sector agroalimentario podrían ascender a unos 3,3 millones de rublos (unos 83.000 euros). No en vano, la significativa reducción de aranceles sobre el ingreso de productos alimentarios extranjeros al mercado ruso (del 13,2% al 10,8% en bienes agrícolas; del 45% al 5% en cerdos vivos; del 19,8% al 14,9% en lacteos; del 15,1% al 10% en cereales; y del 10% al 3% en pescados) fue uno de los aspectos más delicados en las largas negociaciones (18 años) para la adhesión de Rusia a la OMC.
Pero, pese a las manifestaciones en sentido contrario de los minoristas, los analistas coinciden en que la reducción de los precios finales es, como poco, improbable. Los precios para el consumidor son fijados en Rusia por un mercado minorista muy monopolizado, que se prevé aumente su ya amplísimo margen de beneficio. Según distintas fuentes, no sería de extrañar que los minoristas manipularan su margen comercial, convirtiendo la diferencia en el precio mayorista en beneficio minorista, distorsionando el funcionamiento del mercado. Los altos precios de los bienes importados se explican en ese sentido tanto por los aranceles elevados como por el amplío margen comercial que imponen los minoristas. En términos globales, el precio final de los alimentos importados suele como poco doblar el valor de exportación.
Tradición y novedad
Para las empresas españolas, la nueva situación arancelaria abre un nuevo horizonte en el corto y medio plazo. En el corto, Rusia ofrece la posibilidad de seguir haciendo frente a las dificultades de los destinos europeos tradicionales, hoy en crisis. En el medio, es uno de los mercados emergentes a los que los empresarios del sector se asomarán con mayor recurrencia, por su tamaño (144 millones de habitantes), composición (crecientes clases medias con decidida orientación al consumo de bienes importados) y perspectivas de crecimiento económico. Junto a México y Brasil, dos grandísimos mercados con enorme potencial, Rusia encabeza una lista de destinos futuros en la que emergen con pujanza países asiáticos y africanos.
Los embutidos están además excelentemente posicionados frente a otros productos agroalimentarios españoles. De manera general, el consumidor ruso es proclive a probar nuevos productos y tiene, salvo excepciones, una marcada preferencia por bienes importados, cuya calidad juzga mejor que la local.
Tal como indica la Oficina Comercial de España en Moscú, en este contexto global, los productos agroalimentarios que mejor funcionan de cara a la exportación a Rusia son aquellos que combinan el carácter novedoso con una relación estrecha con tradiciones gastronómicas concretas e identificables con un país o una región, siendo vital que los turistas lo vean y puedan encontrarlo fácilmente cuando visitan España. Estas es una de las ventajas de los embutidos, presentes todo el año en los supermercados y bares a lo largo del país ibérico, a diferencia del aceite de oliva, con una presencia también continúa, pero más desapercibida, o el turrón, más familiar y de temporada.
Ganado ese terreno, las mayores oportunidades se encuentran el segmento medio o medio-alto, donde la excelente calidad-precio española favorecería hacerse un hueco o ampliarlo con relativa rapidez. Asegurado el sabor a tradición, toca potenciar el gusto a novedad. La presentación, tanto en términos de diseño como de asociación con eventos o platos, puede ser una de las claves. Se buscan nuevos clásicos.
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