La Antártida, el viaje más corto de Rusia a Latinoamérica

Villa Las Estrellas. Fuente: Wikipedia / Jorge Benavente

Villa Las Estrellas. Fuente: Wikipedia / Jorge Benavente

En Villa Las Estrellas, una ciudad de 120 habitantes en la Antártida, Rusia y Chile comparten una de las fronteras más curiosas del mundo.

Cosas del destino: en esa pequeña ciudad chilena, ubicada a 1.580 kilómetros de Punta Arenas, ambas naciones se encuentran a sólo un tiro de piedra, tan cerca que una no puede vivir sin ayuda de la otra.

Villa Las Estrellas es una de las dos poblaciones civiles que existen en la Antártida y está a muy poca distancia de la Base Bellinghausen, el mayor enclave que allí tiene la Federación Rusa.


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En el séptimo continente la geografía da lugar en ocasiones a fenómenos extraordinarios. En esa inmensa barrera de hielo, de 14 millones de kilómetros cuadrados, hay bases de países tan dispares como Bélgica, Noruega, Sudáfrica, Argentina, Reino Unido, Estados Unidos o Japón.

Las de Rusia y Chile son especialmente importantes.

La infraestructura que tiene Chile en el continente es clave para el desarrollo de la labor científica de todos los países con presencia en la zona. Muy cerca de Villa Las Estrellas se halla el aeródromo Teniente Rodolfo Marsh Martin, hecho de grava, es el único que no está hecho de hielo en todo el continente.

Y por ello es fundamental para la población de la Isla del Rey Jorge que, a pesar de su nombre, alberga a científicos de muchos países, pero sobre todo los que habitan en la base más cercana: la estación Bellinghausen, de titularidad rusa, nombrada en honor de Fabian Gottlieb von Bellinghausen, el almirante en la Armada del Zar Alejandro I que dirigió la primera expedición polar en 1820.

Villa Las Estrellas, territorio chileno, es un poblado de apenas unas casas, donde los ciudadanos rusos y de otros países tienen a su disposición un banco y una oficina de correos. Sin embargo, a pocos metros de distancia, los rusos cuentan con un generador de diésel que es utilizado para alimentar de energía a la población chilena activa en la zona.

Allí nació en 1984 el chileno Juan Pablo Camacho, la segunda persona nacida en la Antártida (el primero fue el argentino Emilio Marcos Palma, que nació en 1978 en la Base de Esperanza).

Hoy en día, Villa Las Estrellas cuenta con un puñado de viviendas de entre 72 y 90 metros cuadrados, una escuela que puede llegar a albergar unos 15 niños, un hospital conectado vía satélite con especialistas de todo el mundo, un registro civil, una oficina de correos, una sucursal del Banco de Crédito e Inversiones (que sirve a residentes y visitantes de todos los países del mundo) o una biblioteca.

La gran mayoría de habitantes son militares, pero también hay un buen número de civiles.

Chile quiere hacer de ese enclave un punto de influencia turística, y allí llegan con regularidad tanto aviones como barcos que viajan desde Punta Arenas.

Recientemente, el propio presidente chileno, Sebastián Piñera, viajó a la zona para explicar los intereses del país en la zona y dijo: "Como país con vocación antártica, el más cercano a la Antártica, formador y creador de todos los tratados que han intentado generar una regulación y una gobernabilidad en el Territorio Antártico, tiene que ser pionero y debe ejercer un liderazgo".

Del otro lado de la carretera, el poblado ruso en Bellinghausen tiene la Iglesia de la Trinidad, que fue construida en Siberia y enviada por barco en piezas el año 2004, así como el espacio donde residen los científicos rusos.

La Base Vostok es el lugar donde se observó la temperatura más baja jamás registrada en la historia. Fue en julio de 1983 y la temperatura era de 89,2 grados... bajo cero.

En ese clima, el interés de Rusia en la zona sigue siendo evidente. Allí mantiene varias bases, como la base Novolazárevskaya, donde viven 30 personas en invierno, o la base Mirni, donde habitan hasta 60 personas.

Hace exactamente 100 años y unos meses, en enero del año 1912, la expedición del capitán Scott llegó a la zona, solo un mes más tarde que lo hiciera el explorador de Noruega Roald Amundsen.

Cien años más tarde, Rusia fue capaz de cambiar el curso de la historia en esa parte del planeta.

En febrero del 2012, hace pocos meses, noticias de los exploradores rusos dieron la vuelta al mundo cuando desde la Base Vostok, ubicada en el punto geográfico más inhóspito del planeta, llegaron al lago de agua helada más lejano del planeta, que había permanecido sellado durante millones de años.

El lago gigante debajo de la Vostok tiene agua más antigua que el propio ser humano, y su conocimiento es clave para conocer la historia de nuestro planeta.

En una entrevista, en aquel momento, el investigador Robin Bell, de la Universdad de Columbia, dijo “es como explorar otro planeta, excepto que éste es nuestro”.

La cooperación entre las naciones es imprescindible para poder aprovechar la zona. La Antártida sigue siendo una gran frontera, pero es el punto más corto para viajar desde Rusia a Latinoamérica.

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