Arkaim o el origen de los arios

Miles de personas van hasta allí como si se tratase de un santuario. En Arkaim se han encontrado, quizás, pruebas del origen de los legendarios arios, creadores de la antigua cultura de India y de Irán. Siglos antes de Cristo construyeron en el territorio de la actual Rusia sus ciudades-fortaleza y recorrían en carro los Urales.

 

En 1987 el valle de Arkaim iba a convertirse en el fondo de un enorme embalse. Ya se había construido el dique y los arqueólogos estaban realizando los trabajos de prospección que siempre se hacen en estos casos.

 

Y de pronto llegaron hasta ellos unos jóvenes exploradores que habían visto algo extraño en la estepa. Los arqueólogos comprendieron la escala del hallazgo tan solo cuando vieron desde el avión la inmensa figura de círculos concéntricos y las líneas que salían del centro, como en un mandala indio (en el budismo y el hinduismo es el símbolo sagrado de la esfera donde viven las divinidades) o en una rueda con radios. Aunque los militares ya conocían la existencia de Arkaim desde los años 50, pero por alguna razón no se lo comunicaron a los arqueólogos.

 

En cualquier caso, las asociaciones con el mandala y la rueda vinieron más tarde, cuando sospecharon que esta antigua ciudad había sido construída por los mismos creadores del mandala y la rueda con los radios; las tribus arias, esas mismas que unos siglos más tarde aparecieron sobre carros de guerra en India e Irán, las conquistaron y dieron al mundo dos grandes religiones de la antigüedad: el hinduímo védico y el zoroastrismo.

 

Fue un milagro que se consiguiera salvar Arkaim y que no se inundara el valle. A comienzos de los años 90 ya estaba claro que por los Urales meridionales medio milenio antes de la guerra de Troya, en tiempos de las pirámides egipcias y el florecimiento de Babilonia, se extendía el País de las ciudades, más de 20 ciudades-fortaleza increíblemente parecidas entre sí.

 

Curso sobre Arkaim

 

“En este lugar, en el río Ui, la zona boscosa se convierte en estepa, aquí estaría la frontera oficial entre las dos. Aquí comienza la tierra de los arios”, dice mirando solemne hacia la niebla, Guenadi Zdanovich, director de la expedición que está haciendo las excavaciones del 'País de las ciudades'. “Un espacio ario. Aquí están sus enterramientos, los kurganes”.

  

Y aquí el río Ural, la frontera entre Europa y Asia.

 

—Tenemos los carros más antiguos del mundo, mil años antes que los griegos, un carro de guerra de dos ruedas, uncido a un caballo—, nos cuenta Zdanovich.

 

El reserva

 

Vamos por la calle Lésnaya. Un nombre extraño (Lésnaya significa bosque). ¿Qué bosques hay aquí? Podían haberla llamado la calle Aria o el callejón Zaratustra. La calle Lesnaya, al fin y al cabo, atraviesa casi sin darte cuenta un pequeño bosque, aquí le llaman bosque borracho. Lo llaman así porque los abedules se inclinan o se arrastran por el suelo, imagen que a un ruso le recuerda los estados más profundos de la borrachera.

 

Hace incontables años aquí había un volcán activo, el campamento se encuentra en la boca del cráter. A los lados se alzan unas colinas que, por alguna razón, son llamadas montañas: Shamanija, montaña del amor... Los nombres se los dieron viajeros con espíritu místico y así se han quedado.

 

En otros tiempos

 

“El ecomuseo no es por lo tanto solo un edificio con vitrinas”, nos explica Serguéi. “El museo es la mismísima estepa que rodea al campamento. Apenas te alejas un poco te encuentras con unas viviendas de la edad de piedra reconstruidas por los arqueólogos. Por extraño que pueda parecer la gente del paleolítico vivía en casas completamente decentes para cuyos cimientos, en lugar de la piedra, escasa en la estepa, se utilizaban miles de huesos de caballo (los caballos entonces eran salvajes y se cazaban). En las cuevas con esos conocidos dibujos paleolíticos no vivían, sino que realizaban ceremonias”.

 

Si vas hacia el otro lado te tropiezas con una yurta de nómadas, "las mujeres de piedra", un kurgán con figuras que representan a los muertos. Aquí ya nos encontramos en la Edad de Hierro, los escitas. Los hallazgos arqueológicos relacionados con los escitas son siempre caballos (los escitas inventaron el estribo), armas y ese agresivo 'feroz estilo escita' en el arte.

 

“Aquí traemos todo lo que se estropea en la estepa”, dice Zdanovich. “En este lugar queremos crear un museo de todos los pueblos que han vivido aquí”.

 

La tierra antigua sobre la que estamos tiene la misma memoria que Jerusalén. En el mapa este lugar aparece gracias a la aldea de París, nombrada así en honor a la victoria de la guerra de 1812, en la que participaron los cosacos locales.

 

La vida aria

  

En el lugar de la fortaleza-mandala de Arkaim no hay nada. “Pero te hayas sobre una tierra antigua”, dice Zdanovich. Sueña con construir cerca un New Arkaim, una reconstrucción exacta de la fortaleza a tamaño real. De momento solo podemos contemplar la maqueta en el museo. Dos círculos de murallas defensivas, una esqueleto de madera recubierto de arcilla. Dentro, casas apiñadas unas con otras, colocadas de forma radial con las puertas en el techo. Las casas son todas iguales, a juzgar por lo cual no habría gente especialmente rica ni especialmente pobre.

 

En cada casa hay un pozo y en casi todas un horno para fundir la aleación de bronce, mezclando cobre con estaño. El resistente bronce le dio un fuerte empujón al desarrollo tecnológico y a la cultura, es por eso que esa época es llamada la Edad de Bronce. Las agujas y los anzuelos se hacían de hueso, la ropa de cuero y tela, que ellos mismos tejían, de cáñamo. Se alimentaban de cereales, añadían carne, pescaban.

 

“Fueron ellos precisamente los primeros que crearon el sistema de producción al que estamos acostumbrados: ganado vacuno, ganado menor, agricultura. En las huertas de Arkaim se cultivaba mijo, cebollas y cebada”, nos comenta Zdanovich.

 

El ganado lo guardaban fuera de los muros de la fortaleza, más adelante había un foso.

 

—Para ellos era muy importante rodearse por todos lados de agua, las ciudades se construían junto a los ríos y llenaban los canales con agua—, nos explica Zdanovich—. Al parecer esto tenía un sentido simbólico.

 

La simbología aquí penetra en todo, desde los ornamentos con esvásticas, las cerámicas, hasta la misma ciudad, construida de una vez sobre un mismo plano. Y sin embargo no hay dibujos, representaciones de dioses o inscripciones. A pesar de todo, hay un hecho que nos habla sobre la fuerza de su memoria histórica: cuando los propietarios se fueron quemando la ciudad, volvieron tras una generación y reconstruyeron todo tal y como estaba. Cada pozo, cada poste fue colocado en su anterior lugar. Y así varias veces seguidas. Además hay pruebas de que sabían que venían para poco tiempo.

 

“Una civilización abortada”, dicen los arqueólogos. Pero a veces parece que lo más correcto sería decir una 'civilización incomprensible', porque todo esto tiene una pinta muy misteriosa. Incluso los enterramientos resultan muy extraños: los hombres y las mujeres yacen abrazados y además en la mano de las mujeres hay un hacha de guerra, colocado sobre la cabeza del hombre. Por otro lado, a menudo se enterraban sobre el costado, en posición durmiente o fetal, sugiriendo un nuevo nacimiento o quizás que la muerte era un sueño.

 

Serguéi nos cuenta que los arios llegaron hasta aquí desde occidente, probablemente desde algún lugar del Volga, y después se movieron hacia Asia Central. Él considera que su bebida sagrada era una cocción de cáñamo en leche con algo de ephedra (planta medicinal utilizada en contra de los resfriados).

 

“¿Por qué decidieron que precisamente estos son los arios que después llegaron a India y a Irán?, le pregunto a Serguéi. “En el Rig-veda y el Avesta se describe la patria originaria de los arios, allí había abedules y un clima parecido al nuestro. La situación de los enterramientos y los esqueletos en los mismos, son del tipo antropológico indoeuropeo. Y además hay una particularidad clave: los carros, que en aquella época los tenían solo los arios.

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