Fuente: Alexandra Chaskaya
—Para que te escuchen tienes que ponerte de pie en el centro, justo debajo de la cúpula. Desde ahí seguro que te escucha —me explican unos muchachos mugrientos, manoseando sus roídas y sucias gorras.
—¿Y quién tiene que escucharlo?
—¿Cómo que quién? —se sorprende Seriozha—. Dios.
Los hermanos Seriozha y Valera, unos de los escasos niños del pueblo de Ferapontov, corren cada mañana al colegio entre campos de diente de león y bosques de abedules, cruzando una distancia de casi cinco kilómetros. Desde las ventanas de su casa se ven dos lagos con orillas de arena y una gran colina, sobre la que está el monasterio.
Muy pocos son los peregrinos y turistas que viajan por la región de Vólogda y visitan Ferapontov. Generalmente a los visitantes les interesa el famoso monasterio de Cirilo-Beloserski, las fuentes de Vologodski y una confortable estancia en uno de los sanatorios locales. Sin embargo, el monasterio de Ferapontov atrae más a los auténticos amantes del arte que cualquier otra atracción de la región de Vólogda, porque es precisamente aquí donde se pueden contemplar los frescos del famoso pintor de iconos Dionisio, contemporáneo de Rafael, Leonardo da Vinci y Durero.
En el pueblo de Ferapontov se celebra una fiesta importante: el día del solsticio de verano. En la única tienda del pueblo han traído para la ocasión 'alcohol de importación' (de Vólogda). Los hombres tocan el acordeón, las mujeres venden gallos de caramelo y los jóvenes, con guantes de goma, trepan por un mástil resbaladizo, si llegan arriba del todo pueden ganar unos cubrebotas.
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El monasterio está tranquilo, un grupo de jóvenes estudiantes de la facultad de arqueología ha venido a ayudar en la restauración de los frescos de Dionisio. Seriozha y Valera pasean con sus botas de goma por la orilla, recogiendo cascotes e inspeccionando cuidadosamente los pequeños guijarros multicolores, los mismos que utilizaba el pintor de iconos para hacer sus colores. La primera catedral de madera de la Anunciación de la Virgen fue construida en el monasterio en 1409 y en 1490 arquitectos de Rostov construyeron en su lugar una de piedra. Gracias a los frescos de Dionisio de la catedral de la Anunciación de la Virgen, el monasterio de Ferapontov entró en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en el año 2000.
500 años antes, el artista, junto a sus hijos, comenzó el mural de 600 metros cuadrados en el muro de la iglesia, compuesto de 300 composiciones de frescos. En el cambio de siglo Rusia esperaba el fin del mundo que, según cálculos hechos a partir del Antiguo Testamento tenía que llegar en el año 1007.
—Baja la cabeza, te darás en la coronilla... —les avisa Valera a los estudiantes de Moscú.
—¿Ganará los cubrebotas? —se ríen los estudiantes.
Valera se ofende y sale corriendo, de los bolsillos saltan guijarros de colores. Si se machacan con un método especial se consiguen colores como los de Dionisio, de suaves matices, transparentes y alegres. El fondo de los lagos de Borodaevski y Paski, que no están muy lejos, está todo lleno de guijarros de colores.
El monasterio de Ferapontov fue creado en el lago Beloózero después del monasterio de Cirilo-Belozerski a comienzos del s. XV gracias al reverendísimo Feraponte, compañero de aventuras de Cirilo Belozerski. Gracias a la cualidades poco comunes del primer prior y sus sucesores, el monasterio de Ferapontov es uno de los santuarios más venerados de Rusia: los zares rusos debían peregrinar a este lugar, de sus muros salieron una gran cantidad de personalidades religiosas. Al mismo tiempo aquí enviaban a importantes religiosos caídos en desgracia en la lucha por el poder religioso en el reino, como el metropolita Spiridon-Savva o el patriarca Nikón. Este último, durante su destierro en el monasterio, creo la isla artificial en el centro del lago Bogoraevski, una gran cruz de madera que hoy día se sigue viendo entre la maleza y los juncos.
El monasterio de Ferapontov, junto con el de Cirilo, Tsipina gora, la ermita de Nilo-Sorski y Goritsi, es uno de los lugares sagrados de Belozero. Desde la estación de Vólogda salen autobuses de línea para Ferapontov cada media hora. Para alojarse solo hay un hotel en el pueblo.
En Ferapontov cualquier niño sabe que la cruz es el mástil de un barco y que la gran roca en el extremo occidental de la isla es un volante.
—¿Pero qué dices de un volante? Es un timón —le dice casi enfadado Seriozha al muchacho que está a su lado. Cada verano nadan juntos hasta la isla. Los historiadores llaman a las islas de Nikón barco e iglesia: su lado oriental tiene una forma semicircular como si fuera un altar, en el centro de la cual hay un trono con una cruz.
El museo de frescos de Dionisio se creó a principios del siglo XX, formando parte del complejo de iglesias, y hasta los años 60 había solo una persona para la vigilancia de los monumentos. Actualmente el museo ha adquirido el estatus de museo-reserva histórico-arquitectónica y artística. En el interior de la iglesia de la Natividad de la Virgen las paredes están cubiertas de frescos de colores, de monumentales murales. A través de unos agujeros en los ladrillos, que todavía no están restaurados, los rayos de sol iluminan las representaciones de San Nikolái de Bari, de la Virgen, de los arcángeles San Miguel y San Gabriel. El rostro de Cristo bajo la cúpula está cubierto de obstinados puntos blancos de la masilla de restauración.
—¿Ves cómo mira? Solo es bueno en nuestra iglesia —explica Seriozha—, en las demás iglesias siempre está enfadado y siempre es el fin del mundo —. Pero el mundo no se ha terminado y todavía se puede jugar al escondite.
Serezha se para en la puerta, se santigua mirando hacia arriba, como si no estuviera en un museo sino en una iglesia de verdad. Valera, sin girarse hacia su hermano, sale de espaldas a la calle, tropezándose por el camino con una viga de madera.
Más información en la página de Ferapontovo (en ruso).
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