"Los niños tienen miedo. Después de todo lo
sucedido temen lo que les pueda pasar", dijo hoy Fana Sayánova, una
integrante de la secta al canal de televisión ruso en inglés RT
Los adultos, que llevaban años sin ver a un médico, se resistieron a
ser atendidos por los servicios sanitarios y defendieron a ultranza su
modo de vida asceta y aislado.
"Lucháis contra el mismísimo Alá", exclamó un hombre ante la cámara de televisión.
Rastiam Bakírov, médico jefe del hospital municipal de Kazán, recordó
que el día que atendieron a los sectarios "una mujer tuvo un aborto,
por lo que recibió asistencia en el lugar (en los sótanos del inmueble)"
"Costó mucho convencerla de que necesitaba ayuda", reconoció.
Más de sesenta seguidores de la secta, liderados por Faizarjman
Sattárov, un anciano de 83 años, vivían en unas catacumbas de ocho
niveles construidas en forma de laberinto en el subsuelo de una
vivienda.
Las autoridades contaron treinta habitaciones de
seis metros cuadrados cuando llegaron para registrar la residencia de
una secta cuya existencia todos conocían, pero nadie reunía la
determinación de desmantelar.
Solo después del asesinato el
pasado 19 de julio del muftí de Tatarstán, Ildus Faizov, tiroteado en la
puerta de su domicilio, se interesaron las autoridades de la histórica
región rusa de mayoría musulmana en ésta y otras organizaciones
islámicas no tradicionales.
Tanto las autoridades civiles como
religiosas de Tatarstán sabían que Sattárov, un imán mimado por el
régimen soviético, se había autoproclamado profeta del Islam para reunir
a decenas de seguidores y guiarlos hacia una vida bajo tierra en un
"califato" que instauró en el subsuelo de su vivienda.
"Durante muchos años no pudimos acceder al interior", reconoció al
diario digital Gazeta.ru la portavoz de la Fiscalía de Kazán, Irina
Petrova.
Después del asesinato de la máxima autoridad
religiosa regional, las fuerzas del orden se presentaron en el
"califato" de la sectarios, autodenominados como "Faizarjamanitas" en
honor a su líder, al que llegaron buscando armas, pero se encontraron
con una comunidad religiosa que vivía en las tinieblas.
Los
servicios sociales, que llegaron poco después, constataron que "el
hormiguero" que habitaba la secta no reunía las mínimas condiciones para
la vida, sin ventilación y en la más absoluta oscuridad.
"Una
letrina primitiva en el patio de la casa, falta de ventilación, un
único frigorífico en la cocina, en la que se cocinaba en una caldero
común del que comían todos", señala el acta de los inspectores
sanitarios.
Algunos niños jamás habían abandonado el subsuelo
de la casa, donde habían nacido sin la intervención de médicos y donde
permanecieron toda su vida sin ver la luz del sol.
"Sattarov
prohibía a sus seguidores acudir a centros sanitarios y recibir
cualquier ayuda médica. Prohibía que los niños en edad escolar fueran a
la escuela", dijo Petrova.
El líder, oriundo de la vecina a
Tatarstán república de Bashkiria, otra histórica región musulmana de
Rusia, perteneció al "clero oficial" durante la dictadura soviética y
ascendió incluso a segunda autoridad religiosa de su natal Ufá, una de
las mayores ciudades rusas de los Urales.
A finales de los
ochenta se autoproclamó profeta del Islam y fue expulsado del Directorio
Espiritual de los Musulmanes de Bashkiria, tras lo cual se le prohibió
incluso la entrada a las mezquitas, recuerda el experto en estudios
étnicos y religiosos, Rais Suleymánov.
Después de vivir en
varias ciudades y reunir a decenas de adeptos, Sattarov se estableció en
Kazán, donde con dinero de sus seguidores construyó el inmueble que se
convertiría en residencia y templo de la secta.EFE
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: