Alpinistas discapacitados rusos desafían los límites

¿Qué se necesita para ascender al Kilimanjaro, la montaña más alta de África? Para tener éxito en semejante hazaña, a veces es más importante tener fortaleza de espíritu que manos y piernas fuertes. Eso es lo que demostró el moscovita Alexánder Pojilko, que hace un mes subió al punto Gillman (5.685 metros), aunque de niño perdió las manos y las piernas.

En el Kilimanjaro no hay rutas de escalada complicadas: se puede llegar andando a la cima. Pero, para ello, es necesario superar una altura equivalente a la de un edificio de 3.000 pisos. Lo cual es superior a las fuerzas de muchas personas sanas, y mucho más en el caso de un discapacitado físico… en teoría. En la práctica puede ser todo lo contrario.

No existen límites

Al recién estrenado alpinista Alexánder Pojilko le ayudó a soportar la anoxemia, el mal de altura y el cansancio su amigo Alexánder Shulchev, también alpinista y también discapacitado. Al comprobar que las prótesis en las montañas más que ayudar estorban, los escaladores decidieron dejarlas abajo y proseguir el camino sin accesorios superfluos: Alexánder Pojilko sobre sus rodillas y Alexánder Shulchev con ayuda de sus codos. 

“La ascensión al Kilimanjaro es lo más duro que he hecho en mi vida. Pero entendí que lo principal es no tener miedo. No existen límites”, confesó Alexánder Shulchev. “He recuperado el ánimo y ahora se me ha hecho más fácil la vida aquí abajo. Estoy dispuesto a seguir adelante y a tener ambición”, asegura el alpinista Alexánder Pojilko.

Los dos Alexánder fueron por un camino recorrido por decenas de alpinistas soviéticos y rusos con las capacidades limitadas. Uno de ellos fue el moscovita Vladímir Krupenikov. Mientras servía en el ejército se lesionó la columna vertebral y se encerró en casa. Pero, unos años más tarde, en 1997, desplazándose en silla de ruedas, subió a la cima del Elbrus (5.462 m), la montaña más alta de Europa. La escalada al Elbrus y el Kazbek (5.034 m) devolvieron a Krupenikov a la vida.

La energía que le proporcionó la escalada le bastó para crear una organización sin ánimo de lucro para apoyar a los discapacitados y montar la expedición ‘Tras los pasos de Alexánder Suvórov a través de los Alpes’. “En las montañas te olvidas de tu discapacidad física”, dice Vladímir. “Porque a las montañas les es absolutamente igual tu aspecto, cuántas manos o piernas tengas. Lo principal es cuánta fuerza interior posees y si te bastará para comunicarte con la naturaleza de igual a igual”.

El alpinista gamberro


El alpinista más famoso de Rusia tiene una lesión que teóricamente lo debería haber apartado del alpinismo. Se llama Yuri Lishaev y es conocido por su apodo, Fantik. Empezó a practicar el alpinismo mucho antes de sufrir el accidente.

En la época soviética a Yuri le llamaban 'el alpinista gamberro', por su afición a ascender en solo integral, sin seguros ni ningún tipo de protección. “Según la visión del ‘correcto’ deporte soviético esto era, por supuesto, vandalismo. Pero, por experiencia propia, yo entendía que era el cenit de la maestría, aunque no es un ejemplo que puedan ni deban seguir todos”, reconoce Fantik.

En la actualidad, este enfoque de la escalada lo está difundiendo muy activamente el alpinista austriaco Reinhold Messner, respetado en todo el mundo, que completó la ascensión en solitario y sin oxígeno al Everest en 1980. El conflicto de Yuri con el deporte oficial acabó haciendo que rechazara el título de Maestro de deporte de la URSS en escalada en solitario. Por aquel entonces Fantik ya era una leyenda del alpinismo. Había completado en solitario más de veinte vías, jamás transitadas antes, de las rutas de escalada más complejas de Crimea. Iba a las montañas del Cáucaso, de Asia central, completó vías por las paredes rocosas de Chequia, Polonia y Estados Unidos.

A principios de los años 90 llegó a Crimea (península en el sur de Ucrania) un grupo de alpinistas estadounidenses capitaneados por Stacy Allison, la primera norteamericana en escalar el Everest. Yuri Lishaev asumió el papel de acompañante y guió a la invitada por todas las vías de Crimea de sexto nivel de dificultad. A raíz de este trabajo, la productora Columbia Pictures, en 1990, invitó a Fantik a trabajar como asesor en los rodajes de películas deportivas en el estado de Oregón. Allí, Yuri Lishaev realizó la ascensión en solitario al punto más alto de ese estado americano: el pico Hood (3.426 m).

El Everest interior

El alpinismo para Yuri Lishaev pudo haber acabado en 1993. Mientras rodaba la película ‘Solo’ (dirigida por Yuri Senkevich), Fantik, que entonces tenía 37 años, sufrió una lesión que presumiblemente lo encadenaría a la cama hasta el fin de sus días. “Volaba con parapente en Crimea. De repente el ala se plegó, me golpeé contra las rocas y caí desde una altura de casi 30 metros. ¡Sobreviví de milagro!” Como resultado, fracturas múltiples de la columna vertebral. El veredicto de los médicos: inmovilidad total y medicación de por vida.

Durante dos años Yuri plantó cara a su lesión, poco a poco comenzó a caminar, volvió a la vida normal: “No con la misma capacidad de antes. Pero lo principal no es la cima, sino el camino hacia ella. Fue la ascensión a mi Everest interior. Avanzaré tanto como pueda, pero sin falta lo intentaré”. A Yuri Lishaev le sobra fuerza interior para dedicarse a todo lo que se proponga. “Mi vida social es tan activa que sólo cuando me tumbo en la cama a ver la televisión me doy cuenta de hasta qué punto la vida es horrible… Pero, en realidad, la vida es brillante y colorida, y es necesario no temerla, ni siquiera en las condiciones más duras”, dice convencido Fantik.

Para recordárselo a todos los discapacitados que están atrapados en su enfermedad, entre mayo y junio de este año Yuri Lishaev realizó una ruta en kayak (variedad de piragua de un solo tripulante) a lo largo de toda la costa de Crimea. Pasó 26 días en el mar y recorrió aproximadamente 500 kilómetros a lo largo de la costa. Con este proyecto, que el alpinista llamó ‘El arco de la esperanza’, quiso mostrar, con su ejemplo personal, que ni siquiera una lesión grave es un veredicto final.

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