Se aprueba la entrada a la OMC

Sede de la OMC en Ginebra. Fuente: Corbis/Fotosa

Sede de la OMC en Ginebra. Fuente: Corbis/Fotosa

Tras numerosos y agitados debates la Duma ha confirmado el protocolo de entrada de Rusia en la Organización Mundial de Comercio. 238 diputados se pronunciaron a favor de la incorporación mientras que 208 votaron en contra.

Aunque la oposición rechaza radicalmente este proyecto y considera que Rusia se dirige directamente hacia una serie de problemas económicos, las voces de los miembros del partido dirigente se impusieron. Además, el Tribunal Constitucional ya había aceptado el protocolo. La secretaría de la Organización Mundial de Comercio debía entonces ser informada. De aquí a un mes, Rusia podrá unirse a la OMC.

Mientras tanto, los comunistas están convencidos de que la entrada de Rusia en la OMC sólo tendrá consecuencias nefastas y precipitará al país a una situación aún más compleja. Según el diputado Nikolái Kolomeitsev, el documento no contendrá ninguna medida especial para defender la agricultura nacional así como las otras ramas de la producción del país. "Es evidente que Rusia se dirige hacia un callejón sin salida".

Constata esto citando el ejemplo de Ucrania, que se incorporó a la organización hace tres años y desde entonces sufre una bajada de producción. El partido liberal-demócrata (LDPR) también se ha pronunciado contra la validación del protocolo. "Para la OMC nosotros somos extranjeros", decretó  Vladímir Zhirinovski. Según éste, Rusia es productiva pero no sabe vender sus bienes.

Mijaíl Emelianov, miembro de Rusia Justa, considera que esta medida puede ser fatal. "¿Por qué unirse a la OMC en este preciso momento y en tales condiciones?", se interroga el diputado. "Incorporarse a la OMC puede revelarse interesante para un país que presenta un mercado interior saturado de una producción potencialmente competitiva.

La exportación de productos acabados constituye el 19% del total de la exportación rusa, mientras que  las ventas de coches y bienes de equipo representan solamente el 6%. Con la adhesión a la OMC, el PIB bajará un 3%", explica.

El partido socialista revolucionario está convencido de que el consumidor tampoco tiene nada que ganar: "A comienzos de los años 90, nuestra economía conoció una apertura sin precedentes. Pensábamos que nos uniríamos a la gran familia internacional de países civilizados. Nos imaginábamos bebiendo coñac francés y vestidos con vaqueros americanos. Y, ¿qué pasó? Consumimos whisky polaco, compramos perfume de mala calidad y nuestros vaqueros son turcos o chinos".

Por su parte, los miembros de Rusia Unida insistieron sobre el hecho de que la integración en la OMC abriría nuevos horizontes a Rusia. El jefe del comité económico y político, Ígor Roudenski, aseguró que adherirse a la OMC ofrecería nuevas oportunidades a las diferentes esferas de la economía rusa y permitiría estimularlas al mismo tiempo que las modernizaría. El consumidor tendría igualmente algo que ganar: se le ofrecería una mayor variedad de productos y servicios. Pero Roudenski pondera su optimismo admitiendo que, previamente, las empresas rusas atravesarán un periodo difícil. En efecto, les será necesario aprender a jugar según las nuevas reglas aumentando su potencial competitivo.

Teóricamente la entrada en la OMC debe facilitar que los productores rusos lleguen a los mercados extranjeros, salvando la discriminación que sufren actualmente.

Conforme a los cálculos del Ministerio de Desarrollo Económico, esta discriminación conlleva una pérdida de 1.500 millones de euros al año. Pero a sólo unos meses de la ratificación, la presión que los lobbies ejercen sobre el gobierno y la Duma ha aumentado. Previendo consecuencias desastrosas para el comercio debido a la apertura del mercado interior y la baja de impuestos de importación, han exigido subvenciones del Estado.

El sector del automóvil, la maquinaria agrícola, la agricultura e incluso la rama de la metalurgia, cuyos representantes siempre se han pronunciado a favor de la adhesión a la OMC, estarían en peligro. Los funcionarios, sin embargo, prometieron defender a cualquier precio a los empresarios.

Durante una intervención en la Duma, el jefe del Ministerio de Desarrollo Económico  Andréi Biélooussov cifró el costo del proyecto: cerca de 12.500 millones de euros. Las pérdidas directas imputables con la bajada de los impuestos de importación constituirán 4.700 millones de euros en 2013, y 6.500 millones en 2020. Pero según el ministro, la pérdida será menos importante que lo previsto: al desarrollarse los intercambios comerciales la imposición será más importante. También aseguró que el nivel medio de protección tarifaria pasará del 9,5 a 7,4 % en 2013, después a 6,9 % en 2014, para alcanzar 6% en 2015. De media, la tarifa aduanera bajará un 3,5%.  

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