Se exponen en Moscú las obras del primer pintor expresionista soviético

El pintor soviético de vanguardia Anatoli Zvérev, a pesar de no ser demasiado conocido en su país de origen, sí que obtuvo reconocimiento en Occidente. Sus estudios suprematistas y sus fascinantes retratos en acuarela le valieron el título de 'genial dibujante del siglo XX', como lo calificó Pablo Picasso. Su escandalosa conducta sólo podía compararse a la del mismísimo Salvador Dalí. Hasta finales del mes pasado se pudo apreciar la obra del mayor inconformista de la pintura soviética en la galería Novi Manezh de Moscú.

 

Nacido en 1931, sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y murió a los 55 años, dejando tras de sí un legado de treinta mil obras. En 1976, después del incendio en la dacha del coleccionista griego George Costakis, todo el mundo estaba convencido de que el fuego había destruido gran parte de sus creaciones. Costakis, desesperado, gritaba al teléfono:

 

-¡Tolia, se ha quemado todo!

 

-¿Ha sufrido daño alguien? –preguntó inquieto Zvérev.

 

-No.

 

-Bien. Por lo que respecta a los cuadros, pintaré otros…

 

Anatoli Zvérev, eterno vagabundo, rebelde e inconformista, no podía soportar el estancamiento ni las normas oficiales tanto en el arte como en la vida. Lo expulsaron de la Escuela de Arte de Moscú por su 'aspecto indecoroso' y lo eximieron también del ejército por esquizofrenia.

 

Anatoli Zvérev convertía en arte todo lo que le rodeaba. Si no tenía a mano pintura, dibujaba con un tizón, con mermelada o con remolacha… “Pertrechado con una brocha de afeitar, un cuchillo de cocina, guache y acuarela se abalanzaba sobre la hoja de papel. Volcaba agua sucia sobre el papel, el suelo y las sillas, vertía latas de guache en el charco, embadurnaba un trapo, e incluso también los zapatos, consiguiendo una pesadilla de color, luego la golpeaba con la brocha de afeitar, hacía dos o tres líneas con el cuchillo y, ante los ojos de todos, aparecía un fragante ramo de lilas”, relata el artista Dmitri Plavinski.

 

Los retratos y dibujos de Zvérev merecen un capítulo aparte. “Aún no se ha inventado la cámara fotográfica que, con la precisión de los pinceles de Zvérev, sea capaz de atrapar los rasgos humanos y reproducirlos con tal velocidad y exactitud”, decía George Costakis sobre su protegido. Aunque Zvérev hizo retratos de diplomáticos ingleses y famosas actrices soviéticas, nunca tuvo dinero. “Como si fuera hoy, veo su rostro con el ojo guiñado de modo pícaro y oigo su voz ronca: 'Eh, viejo, dale un rublo a este hombre”, recuerda su amigo y colega, Viacheslav Kalinin.

 

A la hora de describir el excéntrico comportamiento de Anatoli Zvérev a menudo se alude a las pasmosas salidas de Salvador Dalí. Las incatalogables obras de Zvérev así como su afición a vapulear los cánones establecidos le confirieron popularidad en Occidente. En 1965 se celebró la primera exposición del pintor en el extranjero, en la galería Mot de París.

 

En la URSS eran reticentes a exhibir las obras de Zvérev. El artista tenía que contentarse con exposiciones organizadas en domicilios privados. Sólo después de la muerte del pintor, acontecida en 1986, el público ruso pudo ver sus trescientas mejores obras en la galería Tretiakov.

 

En la galería Mali Manezh de Moscú, se expuso hasta finales del mes pasado la muestra 'Zvérev en llamas', donde se pudo apreciar el multifacético talento de un artista que fue subestimado en su propio país. Particular atención merecen las 200 obras de la colección del mecenas griego George Costakis, que milagrosamente sobrevivieron al incendio de 1976 y que durante mucho tiempo se consideraron perdidas. Los bordes quemados confieren a estas pinturas un encanto particular.  Lejos de someterse a su destino, parecen haberse impregnado del espíritu rebelde de su creador.

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