Ni Kandinski ni Malévich

Sin título, de la serie Acuérdate del gas © Vladislav Mamyshev-Monroe.

Sin título, de la serie Acuérdate del gas © Vladislav Mamyshev-Monroe.

“Que nadie espere ver aquí una exposición ni de Kandinsky, ni de Malévich, ni de sus sucesores”, advierte Andrei Erofeev, crítico de arte y uno de los comisarios de la muestra “En un desorden absoluto. Arte contemporáneo ruso”, que se puede visitar en el Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona hasta el próximo 29 de septiembre.

El calendario de la exposición no es casual. Se ofrece en pleno verano una propuesta cultural que pueda interesar al cada vez más abundante turismo ruso –sin olvidar a los ciudadanos rusos que viven aquí todo el año y que también van en aumento-, según señaló el director del Arts Santa Mónica, Vicenç Altaió. Precisamente en poco tiempo y a pocos metros de distancia de este centro, la Filmoteca de Catalunya y el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) han dedicado o dedicarán a creadores rusos parte de su programación.

 Rezándole al Dios brillante. Kukmar © Sergéi Chilikov 

La muestra, organizada por la Fundación Cultural ArtChronika, ocupa excepcionalmente todo el espacio del museo barcelonés y representa una oportunidad única de poder ver en la capital catalana el trabajo de artistas rusos contemporáneos y, concretamente, las obras de los ganadores del prestigioso premio Kandinski de los últimos cinco años.

Es por ello que la inauguración de la muestra contó con la presencia de las principales autoridades catalanas y rusas –encabezadas por el consejero de Cultura, Ferran Mascarell y el cónsul Yuri Klimenko-, así como de una nutrida representación de los círculos artísticos y de la comunidad rusa de Cataluña.


Celda©Alexander Brodsky

Pero quien sin duda atrajo más miradas en el acto de inauguración fue Vladislav Mamishev-Monroe, paseándose por los pasillos y tomando cava caracterizado como el presidente ruso Vladímir Putin, del mismo modo que aparece en algunas de las obras expuestas de la serie “Acuérdate del gas”. Y es que la provocación, la capacidad de sorprender, el sentido del humor, la crítica y la desmitificación están presentes en muchas de las obras del premio Kandinski.

Así ocurre con la instalación “Lev Tolstói y las gallinas” de Oleg Kulik. ¿Aquel que aparece encerrado en una jaula, que está colocado debajo de un gallinero y que tiene la cabeza y los hombros llenos de excrementos es el autor de “Guerra y paz”? Pues sí. ¿Y el que sale en un vídeo removiéndose en su tumba harto de estar tantos años en la misma posición es Lenin? Efectivamente. El fotomontaje en que aparecen desnudos y en posturas sexuales personajes como Lady Di o Saddam Hussein también despierta más de una sonrisa.

Una sensación muy diferente produce la enorme instalación “Ábaco” de Serguéi Shutov. Las 40 siluetas negras, sin rostro y en posición de rezar, rodeadas de símbolos religiosos realmente encogen el estómago. “Esto es un poco fuerte”, comentan dos señoras de mediana edad que se han puesto de punta en blanco para asistir a la inauguración. Un poco más allá aparece la serie fotográfica “Rezando al Dios brillante” de Serguéi Chilikov, con imágenes de sacrificios animales en un bosque.

Y es que la religión es uno de los ejes temáticos de la muestra “En un desorden absoluto”. Otro de los temas lo constituyen las protestas ciudadanas, como lo reflejan sobre todo las obras de la segunda planta, mientras que en la primera se concentran muchas de las grandes instalaciones (lo cual le da a esta parte de la exposición un aspecto bastante laberíntico) y en la sala del archivo se encuentra el espacio dedicado a Dimitri Prigov, el último conceptualista.

Hay proyectos que traspasan claramente la frontera de lo artístico para entrar en la acción política. Así lo considera Eroféev, que es uno de los principales expertos en arte contemporáneo ruso y que pone como ejemplo al colectivo Voina. Este grupo es el responsable de un grafitti que representa un pene de 20 metros de alto que se pintó en un puente levadizo del centro de Sant Petersburgo. Un día el puente se levantó y el dibujo quedó erguido y justo delante del edificio del KGB. “Esto gustó tanto a una parte del público ruso –asegura el comisario de la exposición- que Voina acabó recibiendo el premio a la mejor obra de arte visual de 2011”. En su opinión, este tipo de acciones representan la “voz de la calle”.

Acción del grupo Voina: Dick in FSB captivity!. Fragmento del documental Mañan© Andréi Graizev


Andréi Eroféev explica que la realidad rusa ha cambiado radicalmente los últimos años y por eso el arte también lo ha hecho. “Las estructuras ordenadas que conocíamos se han acabado. La vida rusa está fuera de control y se encuentra en un estado de degradación y de destrucción”, que paradójicamente es muy propicio para el arte, considera.

“El caos es el estado ideal para que el artista pueda trabajar porque normalmente el artista intenta ordenar este caos, sin embargo, en este caso, esto no es así. Los artistas lo que están haciendo ahora es intentar encontrar valores estéticos en este caos; lo presentan como un espectáculo”, con la ayuda del humor, de la ironía o de la provocación.

Son todas estas características las que llevan a Eroféev a afirmar que nos encontramos ante una generación de artistas que encarnan un estilo ruso propio que no es heredero de ningún otro y que todavía no tiene nombre. Apunten, pues, los nombre de estos artistas: Brodsky, Gutov, Zajárov, Korina, Kulik, Mujín, Orlov… porque, aunque no sean sucesores ni de Kandinski ni de Malévich ni de Ródchenko, quizás lleguen a ocupar algún día un lugar tan importante como ellos en la historia del arte por tener la misma capacidad de romper con lo anterior y de crear nuevos mundos artísticos.

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