Buenos Aires acoge la Segunda Gran Gala de Ballet

Fuente: Reuters.

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Del 23 al 25 de agosto se celebrará en Buenos Aires la Segunda Gala del Ballet. Sobre las tablas del Teatro Coliseo actuarán artistas en representación de las más célebres catedrales del ballet mundial, como la Royal Opera House, el American Ballet Theatre, el Staatsballet Berlin, el Béjart Ballet Lausanne, el teatro Mariinsky, el teatro Mijáilovski y el Bolshói. Algunos de los invitados más destacados serán bailarines rusos, formados no sólo en los teatros de Moscú y San Petersburgo, sino también en famosos escenarios del extranjero. La estrella indiscutible de la delegación rusa será la bailarina Polina Semiónova.

Prima Ballerinaen Berlín


Morena, alta y delicada, de enormes ojos y con el cabello cuidadosamente recogido, Polina Seminónova tiene el aspecto de una verdadera alumna de sobresaliente, perseverante, eficaz y responsable. Su baile también es de un academicismo ejemplar, esmeradamente preciso y ejecutado a la perfección. Pero, bien sea interpretando el papel de Giselle, el de Nikiya en ‘La bayadera’ o el de Odette-Odile en ‘El lago de los cisnes’, siempre consigue transformar a las heroínas de las obras consagradas y dotarlas de rasgos que van más allá de lo puramente clásico: Semiónovna no teme suprimir los tics adquiridos en siglos anteriores ni ofrecer una interpretación nueva e inesperada de los papeles del repertorio.

Su lanzamiento al estrellato se produjo mucho antes de terminar sus estudios en la Escuela de Ballet del Teatro Bolshói. Recuerdo la primera vez que la vi subida a un escenario. Fue en una pequeña gala no abierta al público general, en el teatro de la escuela. En ella, participaban graduados, estudiantes jóvenes e incluso los más pequeños. Los números infantiles alternaban con fragmentos de espectáculos clásicos que, interpretados por los alumnos, no ofrecían su mejor versión. Hasta que comenzó a sonar el adagio de ‘El lago de los cisnes’. Una bailarina aún jovencísima interpretó su papel de un modo tan consciente y con un dominio tan perfecto de su cuerpo que, sin esfuerzo, consiguió que la sala respondiera con una fuerte ovación.

No se anunciaron los nombres de los intérpretes de la gala, pero varios meses después el de Polina ya era conocido en todo Moscú: la alumna de segundo curso de la Escuela de Ballet del Teatro Bolshói, Polina Semiónova, ganó la medalla de oro en el concurso internacional de ballet de la capital rusa. Un año más tarde resultó premiada en el concurso internacional Vaganov Prix y, aunque sólo se trataba de una competición estudiantil, su triunfo tuvo un mayor eco porque nunca antes una moscovita había superado en San Petersburgo a las representantes de la Academia Vaganov (ubicada en esa misma ciudad). A raíz de esto, el Teatro Mariinsky entró en pugna con el Bolshói para invitar a Polina a bailar con ellos.

Pero Semiónova había tomado otra decisión. En lugar de pelear por un puesto en alguna de las capitales del ballet ruso, nada más acabar los estudios aceptó la invitación de Vladímir Malakhov, director del Staatsballet Berlin, en cuya compañía enseguida pasó a desempeñar la función de prima ballerina. Y mientras sus compañeras de clase, también con talento y laureadas, se peleaban por actuar en el escenario del Bolshói, aun en calidad de cuerpo de baile, Semiónova aprendía a toda prisa el repertorio “estelar”: Masha de ‘El Cascanueces’, la Princesa Aurora de ‘La bella durmiente”, Manon, Julieta, Tatiana Larina de ‘Oneguin’. A Moscú y San Petersburgo volvió ya convertida en una estrella del ballet mundial y, tanto en el Bolshói como en el Mariinsky, actuó en calidad de solista invitada.

Pero en este momento la bailarina se encuentra de nuevo como al principio de su carrera. Después de bailar prácticamente todo lo imaginable en Berlín, actuar como invitada en numerosas compañías de ballet, la siguiente temporada -la undécima de su carrera profesional-, se estrenará como prima ballerina en el American Ballet Theatre, compuesto por un grupo internacional de prodigios de la danza.

Una oportunidad para ver a los hermanos juntos

En la escena del ballet internacional, Dmitri Semiónov se dio a conocer primero como el hermano de la prima ballerina de Berlín. Sin embargo, en San Petersburgo, donde su carrera despegó meteóricamente antes incluso de que en el horizonte despuntara la estrella de Polina, Semiónov ya se había hecho un nombre. Rubio y alto, con un poderoso salto, ya en la primera temporada en el Teatro Mariinsky interpretó el papel de Solor de ‘La Bayadera’, un caso sin parangón. El éxito fue clamoroso y, dada la falta de parejas masculinas solventes para las primeras bailarinas de San Petersburgo, Semiónov se convirtió en un partenaire muy solicitado. De hecho, batió todos los récords a la hora de asimilar el complejo repertorio de primera categoría, demostrando la misma elegancia al interpretar tanto el viejo ‘Corsario’ como las refinadas ‘Esmeraldas’ de Balanchine.

Pero las prisas le provocaron graves lesiones que interrumpieron la carrera del bailarín durante más de una temporada. Reanudó seriamente su carrera ya en Alemania, invitado en la Semperoper de Dresden, que con todo quedaba lejos de la escena berlinesa donde entonces brillaba su hermana. Entretanto, Semiónov se ha convertido en pareja permanente de Beatrice Knop, así que esta gala de ballet es una insólita oportunidad de ver actuar a Polina y Dmitri como pareja, algo que podrán disfrutar los espectadores argentinos.

Coronado por el éxito

Éxito, éxito y nada más que éxito, qué monotonía tan encantadora”, escribieron una vez sobre la carrera de Carlotta Grisi, la estrella más brillante del ballet romántico del siglo XIX. Esta misma frase me viene a la mente cuando pienso en Vladímir Shkliarov. Nacido en Petersburgo, estudió en la Escuela de Ballet Vaganov de su ciudad natal y actualmente baila en el principal escenario de Petersburgo, el teatro Mariinsky. En su carrera no ha habido horas muertas ni luchas intestinas: los logros profesionales del bailarín son tan evidentes e incontestables que, desde los primeros pasos, le acompaña el entusiasmo del público y el reconocimiento unánime. Y siempre es así, no importa que interprete el solo de cinco minutos de «El ídolo de oro» en ‘La Bayadera’, el personaje de apasionado Romeo o bien un pasaje de gran virtuosismo en ‘La vertiginosa emoción de la exactitud’ de Forsythe.

La Julieta de Petersburgo

A sus 24 años, la encantadora María Shirinkina ha logrado lo prácticamente imposible. Graduada en la escuela de ballet de Perm, no sólo ha recalado en el legendario Mariinsky casi desde su provincia natal, sino que sobre sus tablas interpreta los principales fragmentos de ‘Romeo y Julieta’ de Leonid Lavrovsky, ‘Apolo’, ‘Tema y variaciones’ de Balanchine, ‘Shurale’ de Yakobson, ‘Leyenda de amor’ de Grigorovich. Poseedora de una técnica magistral y una calidad suprema, adquirida en los cursos del famoso profesor Ninel Silvinovich, si por algo perdura Shirinkina en la memoria del espectador es por su radiante sonrisa. E incluso cuando no baila la parte principal, sino la de Amor (‘Don Quijote’), el pas de deux campesino(‘Giselle’), la princesa Florina (‘La bella durmiente’), es imposible no reparar en ella: Shirinkina se convierte en el centro de cualquier espectáculo.

El señor ovación


Daniil Simkin, solista del American Ballet Theatre, apenas baila partes principales. No obstante, si en el mundo del ballet se organizara un concurso a las ovaciones más largas, Simkin encontraría pocos rivales. Hijo de bailarines de Siberia, nunca estudió en una escuela, sino que aprendió únicamente de sus padres. Su madre le enseñó una técnica irreprochable y delicada y ahora sorprende por sus vuelos de silfo, ignorando qué es la gravedad. De su padre, Daniil heredó el sentido de la escena, la capacidad de conquistar al público más escéptico y también varios números, incluido su infalible «Les bourgeois» con la canción de Jacques Brel. En él, justamente, muestra con particular tino sus saltos y giros. No obstante, Simkin se gana la ovación de los presentes en cuanto traza con su pie el primer círculo sobre las tablas y se aparta de los ojos su flequillo infantil.

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