La tenista Maria Sharapova. Fuente: NL Media
Ganar el Grand
Slam, es decir, al menos una vez en cada uno de ‘los cuatro
grandes’ (Roland Garros, Wimbledon, US Open y Australia), requiere
un dominio de todas las superficies sólo al alcance de las elegidas.
Desde que en 2008 Sharapova venciese en Australia, sólo le faltaba
Roland Garros para cerrar el círculo, pero el reto se antojaba
mayúsculo. Siempre se le resistía la tierra batida de París,
básicamente por importantes defectos técnicos: la arena requiere
moverse de manera diferente, saber ‘derrapar’, un casi imposible
para el metro noventa de la rusa. Pasaban los años y Sharapova no
conseguía ni siquiera ser competitiva en Roland Garros (nunca había
alcanzado la final), y es que los defectos técnicos son difíciles
de pulir a corto o medio plazo. El Grand Slam parecía un imposible…
En contra de su imagen de tenista modelo, si algo ha demostrado
Sharapova a lo largo de su carrera es trabajo, fe y ambición. Han
pasado meses y años de oscura dedicación, el laboratorio donde se
cuecen las leyendas. Pero todo ese trabajo se ve hoy recompensado.
María levanta la Copa Suzanne Lenglen para convertirse en la décima
mujer en la historia que completa el Grand Slam.
“Si
continúas haciendo las cosas de la misma forma, no encuentras retos
y terminas aburriéndote, rindiéndote. La tierra batida exige
algunos movimientos diferentes: deslizarse y aprender a luchar cada
punto, pues la bola bota más despacio que sobre cemento o hierba y
da tiempo a recuperarse. Sobre todo es la sensación general de
movimiento”, explica sobre su adaptación a la tierra batida
Sharapova, que ha contado para la misión con la ayuda de un
preparador físico japonés. El primer triunfo en París para la rusa
llega en su décima participación, siendo su mejor resultado previo
las semifinales en 2007 y 2011. “Este título significa mucho para
mí, pues es el fruto del trabajo duro y el esfuerzo. Antes
sencillamente no estaba preparada para salir y ganar siete partidos
seguidos en tierra. Estoy orgullosa de la forma en que me he
levantado hasta llegar a esta situación”.
Con este triunfo
en París, Sharapova se pone además al frente del ránking mundial,
desbancando a la bielorrusa Victoria Azarenka: “Fui número uno
hace años, pero después de la operación de hombro en 2008 dudé de
si podría recuperar mi mejor nivel. Es una gran recompensa tras
muchos días de trabajo en la oficina”. Sharapova se
arrodilló emocionada en la pista al terminar el último punto del
torneo, el polvo de ladrillo manchó sus rodillas de rojo.
Pensando
ya en Londres
La final en realidad apenas tuvo color. Su
última víctima fue la italiana Sara Errani, nº24 del ránking,
debutante en finales de Grand Slam y, como curiosidad, 25 centímetros
de estatura más baja que la rusa (1.89m por 1.64m). Sharapova la
barrió de la pista 6-3 y 6-2. La final oficiosa se jugó en realidad
el jueves, en la semifinal que cruzó a María contra la checa Petra
Kvitova, nº4 mundial, en lo que se ha convertido ya en todo un
clásico moderno del tenis mundial femenino: ambas protagonizaron una
apasionante semifinal en Australia a comienzos de año.
Finalista
en Melbourne y campeona en París, la temporada de Sharapova está
siendo excepcional, quizá la mejor de su carrera a estas alturas. El
corto plazo pasa por la hierba de Wimbledon el mes que viene, pero el
gran objetivo del curso no es otro que el oro olímpico en agosto en
Londres, para el que lógicamente partirá como favorita: “Me sentí
muy mal por tener que renunciar a los Juegos de Pekín'08 por culpa
de la lesión de hombro y quiero vivir mi primera experiencia
olímpica. Crecí en la atmósfera rusa en la que los JJOO eran una
cita importantísima para toda la población, aficionados o no al
deporte. Ganar una medalla sería increíble, pero si no la gano,
sólo el hecho de formar parte del equipo olímpico de mi país será
de por sí uno de los momentos más emotivos del año”.
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