Fuente: AP.
Tras la catástrofe de Fukushima, todas las centrales nucleares del mundo fueron sometidas a un test de estrés, cuyos resultados obligaron a que sus operadores tomasen medidas para garantizar la seguridad. En estos test se examinaron sistemas que no son sometidos a inspecciones regulares, y el equipamiento de cada central se analizó también en modos diferentes a los estipulados por su documentación técnica.
Posturas políticas ante el problema energético
Las elites políticas de diferentes países han analizado las perspectivas de futuro de la energía nuclear desde otro punto de vista. Las dos posturas básicas de esta nueva situación pueden ser descritas fácilmente mediante los siguientes ejemplos.
Por un lado, un buen número de países desarrollados han adoptado una postura más cautelosa. En Japón, a finales de marzo de este año, solo había 55 centrales en funcionamiento, y en abril podrían cerrarse todas. Alemania rechazó prorrogar el tiempo de funcionamiento de las centrales más allá de lo inicialmente planeado, y ha decidido cerrarlas todas para el 2022, de acuerdo con una ley promulgada en 2002. Bélgica anunció planes para un abandono gradual de la energía nuclear. Suiza no convocará finalmente el referéndum para la construcción de nuevas centrales, mientras que el celebrado en Italia tuvo como resultado un 'no'.
No obstante, hay dos obstáculos importantes para llevar a cabo esta idea. El principal es que el precio es demasiado alto. Para Alemania, según los cálculos, puede suponer el equivalente del 65% del PIB anual o 1,7 trillones de euros para 2030. El segundo obstáculo es la necesidad de compensar la pérdida de producción energética: los países tendrán que apoyarse en la importación de electricidad o de una cantidad extra de fuentes de energía. Lo que esto implica, en realidad, es que se importará energía producida por centrales nucleares, esto es, Alemania pagará a Francia para que sus centrales produzcan electricidad. En el segundo caso, los países europeos tendrán que negociar con Rusia o con los países de Oriente Próximo, lo que en muchos casos resulta opuesto a sus líneas de política exterior.
Otra tendencia es la ejemplificada en la política seguida por EE UU, Francia, los BRICS y muchos países en vías de desarrollo. Según informes de Rosatom, tras el desastre de Fukushima, se debe reducir la construcción de plantas nucleares en un tercio. Sin embargo, la velocidad de su modernización y expansión continúa estable; basta comparar las estadísticas de febrero de 2011, antes del tsunami, con las de un año después.
La construcción de nuevas centrales va a continuar a pesar de la situación que rodea la conmocionada Fukushima-1 en Japón. Yukiya Amano, diplomático japonés y director general de IAEA, dijo en julio de 2011 que no excluía “una disminución del desarrollo nuclear, ya que el incidente había tenido un efecto negativo en la opinión del público en general”.
El 9 de febrero, la Comisión para la Regulación Nuclear de EEUU avaló por primera vez en 30 años la construcción de nuevos reactores nucleares en el país. Ese mismo mes, el Departamento de Energía anunció un nuevo programa de investigación, 'Sostenibilidad de reactores de agua ligera', cuyo objetivo es estudiar la posibilidad de prolongar la vida de 104 centrales americanas más de 60 años.
Un clima similar reina en Francia. En 2011, la energía nuclear supuso un 78% de la producción total del país. Se acaban de anunciar planes para la construcción de otras diez centrales dentro y fuera de las fronteras. El pasado febrero París fue sede de la reunión de una nueva asociación, cuyos miembros son 12 países de la UE que continúan utilizando este tipo de energía (Francia, Reino Unido, España, Holanda, Suecia, Finlandia, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, Rumanía y Bulgaria) y otros cuatro que proyectan construir centrales (Polonia, Lituania, Estonia y Letonia). Esta nueva asociación informal se estableció con el objetivo de apoyar el desarrollo de la industria energética.
La tragedia de Fukushima no ha tenido impacto en la política energética a largo plazo de Rusia, China, India y Corea del Sur, que han reafirmado sus prioridades en el desarrollo de la industria energética. De los 63 reactores nucleares que se están construyendo en el mundo en estos momentos, 26 están en China, 10 en Rusia, 7 en India y 3 en Corea del Sur. En 2011, 17 países, (incluida Arabia Saudí, que tiene ambiciosos planes), anunciaron sus intenciones de construir plantas nucleares. A la vista de los resultados de 2011, Rosatom informó de que el número de contratos para el suministro al extranjero de reactores nucleares hechos en Rusia aumentó de 12 a 21. Antes de 2030 se construirán en el mundo nuevas centrales nucleares, con una capacidad total de 400 a 450 gWt, un tercio de las cuales servirán para reemplazar plantas degradadas físicamente o que supongan un trauma para la población.
La energía nuclear y sus alternativas
Este tipo de decisiones políticas de la mayoría de los estados nos lleva a pensar en los motivos que respaldan el compromiso de las diferentes estrategias energéticas a largo plazo.
Hay tres factores que nos obligan a prestar atención a la energía nuclear. En primer lugar, el camino hacia la definitiva reducción de los depósitos de hidrocarburos. Según los cálculos que BP publicó en junio de 2011, el petróleo se agotará en 46 años (21 para Rusia), y el gas en 59 (76 en el caso de Rusia). Al mismo tiempo, se espera que el consumo global de energía aumente en un 60% para 2030.
En segundo lugar, se impone la necesidad de recurrir a energías con menor impacto ambiental. El calentamiento global provoca la subida del nivel del mar, huracanes devastadores y, paradójicamente, periodos de frío intenso en los meses de invierno, debido a la pérdida del equilibrio natural. El protocolo de Kyoto de 1997 (o sus alternativas en un futuro cercano) es prueba de que se reconoce que es preciso modernizar o eliminar algunos sectores de la industria energética, como el carbón. Por tanto, “es demasiado prematuro pensar en abandonar la energía nuclear. Sigue siendo una de las opciones para el desarrollo, de hecho, reduce los gases responsables del efecto invernadero”, afirma Alexánder Bedritski, delegado especial del presidente para asuntos medioambientales. Según los cálculos de los expertos, el abandono de la energía nuclear podría incrementar las emisiones de dióxido de carbono en 370 toneladas cúbicas hasta 2020.
El tercer argumento es puramente económico. La subida de los precios de las plantas nucleares puede explicarse por las inversiones adicionales en sistemas de seguridad. Incluso en estas circunstancias, el atractivo económico de este sector sigue siendo elevado, ya que las inversiones se recuperan mucho más rápido y su eficiencia energética es aproximadamente un 80% más alta que la de otros medios de producción de energía. Esto pone de manifiesto que la energía nuclear es una base fiable para el desarrollo industrial; la eficacia de la energía nuclear nos permite, entre otras cosas, usarla para la investigación en fuentes de energía alternativas.
¿Hay algún lugar seguro?
No hay ninguna solución milagrosa que pueda salvar a la humanidad de los accidentes de la industria y el transporte. El esfuerzo y el manejo competente de equipamiento sofisticado a cualquier nivel puede darnos esperanzas a ese respecto. Desde sus orígenes, los humanos han producido energía aprovechando reacciones químicas como la combustión, primero de carbón, sustituido más tarde por el gas. Un kilo de carbón produce 7 kW/h de energía. El gas produce el doble. Con la energía nuclear la productividad se ha multiplicado por 10.000, esto es, un kilo de uranio puede producir 120.000 kW/h. El estadio actual de la industria es solo el primero en el desarrollo nuclear del siglo XXI. La fase siguiente será pasar de calentar a acelerar los neutrones. La creación de un ciclo cerrado en la energía nuclear, basado en aceleradores de neutrones de una naturaleza tecnológica radicalmente nueva, permitirá que la eficiencia energética se duplique. Además se podrá usar uranio-238, cuyas reservas son 140 veces mayores que las del uranio-235 que se usa actualmente. La tercera fase será emprender la síntesis termonuclear. El proyecto piloto de un reactor termonuclear experimental internacional (ITER) ha sido co-financiado por todos los países desarrollados y se realizará en Cadarache (Francia) para el 2018. Se trata de un proyecto para la segunda mitad del siglo y tiene como objetivo la transición a una fuente de energía totalmente renovable: el hidrógeno, que es inagotable y asequible para toda la humanidad.
Tenemos que mantener la esperanza en que las nuevas soluciones técnicas puedan hacer que la gente supere estos “síndromes” provocados por las pasadas catástrofes y encontrar una combinación ideal de los elementos en la industria energética del futuro que proporcione un panorama limpio y seguro.
Ildar Ajtamzian es doctor en Historia y profesor asistente en la Universidad MGIMO.
Publicado originalmente en RIAC
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