Carros de los menonitas. Fuente: Antonella Goñi.
Los menonitas son un pueblo nómada, sin patria, aferrado a su religión, que sigue reproduciendo por todo el mundo un modo de vida del siglo XVI. Al igual que entonces, se siguen trasladando en carros tirados por caballos y usan las mismas vestimentas: los hombres con gorras y monos de vestir y las mujeres con vestidos floreados y pañuelos en la cabeza. Ellas se siguen escondiendo de las miradas de los desconocidos tras las ventanas o agachando la cabeza y sólo se descubren con la autorización del varón de la familia. Su forma de vida se basa en el trabajo constante y los juegos de los niños consisten en aprender a trabajar. No escuchan música, no beben alcohol y la única lectura permitida es la Biblia. Es difícil creer que en el siglo XXI se pueda vivir bajo normas tan estrictas y lo cierto es que dentro de la comunidad menonita se permiten ciertas concesiones.
La Nueva Esperanza en Guatraché, La Pampa, es una aldea con 10.000 hectáreas de terreno agrícola que en 1987 fueron compradas por un grupo de familias menonitas llegadas de México. A tan sólo 70 km de allí está Colonia Santa María, fundada en 1908 por alemanes del Volga; 14 personas que venían a trabajar y un cura.
Sentados frente a frente el intendente de Colonia Santa María Serafín Eberhardt y el pastor menonita Francisco Gunter no parecen tener mucho en común más allá de su vida en las tierras secas y llanas del sudeste de La Pampa. Pero también les une la historia. Los antepasados de Serafín y Francisco aceptaron la invitación de la zarina Catalina II para colonizar tierras rusas donde estuvieron alrededor de 100 años.
Entrar en la colonia menonita no es fácil, tal como nos comenta Serafín: “Una vez que te dejan entrar te lo pueden mostrar todo, la cocina, la pieza… Pero tienen que conocerte”. Y él ha tenido tiempo de conocerles: “Yo tuve mucho contacto con ellos porque antes era acopiador de cereal y se lo compraba. Con el correr del tiempo me hice amigo de ellos”. Al preguntarle a Francisco por esta cuestión nos dice: “No nos molesta que la gente venga a vernos o a hacer negocios, pero sí a vivir con nosotros”.
De esa forma, La Nueva Esperanza está formada por 1.300 habitantes, todos menonitas, y de donde sólo se pueda salir por expulsión de la comunidad. Aunque han seguido recorridos distintos en Argentina en realidad se podría decir que Colonia Santa María se mantiene tan homogéneo como los menonitas, sin mezclas, pues de sus 450 habitantes todos son descendientes de alemanes del Volga, menos uno.
Debido a su obstinado aislamiento, los menonitas parecen impermeables a cualquier influencia cultural. Pero pequeños detalles de su vida cotidiana delatan por dónde han pasado en su largo peregrinaje. En uno de los almacenes de la colonia sorprende encontrar paquetes de nachos y salsas muy picantes de jalapeños, más propios de tiendas mexicanas. En el tiempo que llevan en Argentina ya han incorporado a su rutina el mate, aunque la yerba no fue bien aceptada en un principio.
Cuando Serafín señala unas cáscaras de semilla de girasol junto a la chimenea comenta con Francisco que ellos también tienen la costumbre de comer las semillas junto al fuego. Lo que no saben es que esa hábito común la trajeron de Rusia, donde en el siglo XVIII el zar Pedro el Grande promovió este cultivo con dos variedades: para producir aceite de girasol y para consumo directo.
Antes de llegar a Rusia los menonitas formaban sus colonias con granjas aisladas. Pero las constantes invasiones de tribus y robos en el nuevo territorio les hizo cambiar esa estructura por otra con calles anchas y largas y las granjas a cada lado. Esa misma forma de organización es la que han ido repitiendo desde entonces y la que se ve en la colonia La Nueva Esperanza. Curiosamente Colonia Santa María no tiene el trazado tradicional argentino, cuadrado con una plaza en el centro y desarrollo alrededor, si no que se corresponde con el de los menonitas.
Sin embargo para Serafín todavía hay algunas diferencias: “Un día fui a la colonia a comprar grano y, cuando salimos de la casa, nos encontramos con el ministro porque uno de los hermanos tomaba cerveza y escuchaba música y el ministro venía para hacerle una infracción. Pero me dijo que no había problema, porque con 5 pesos lo arreglaba. Yo le dije que, 'la verdad que en el poco tiempo que están ustedes acá, son más argentinos que nosotros”.
La comunidad menonita fue fundada en el siglo XVI por el sacerdote reformista holandés Menno Simons.
Perseguidos en Holanda, los menonitas huyeron al norte de Alemania, Polonia y Prusia occidental.
En 1788 salieron de Prusia al Imperio Ruso aceptando la invitación de Catalina II para colonizar tierras rusas.
Cuando las condiciones pactadas con la zarina cambiaron en 1873 emigraron a Canadá.
En 1920 los gobiernos locales de Canadá les exigieron su integración y muchas familias que no lo aceptaron decidieron asentar sus nuevas colonias en México.
La primera colonia menonita en Argentina se fundó en 1986 con colonos llegados de México.
En la actualidad hay colonias en Estados Unidos, Canadá, México, América Central, Bolivia y Argentina.
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