Cumbre de Chicago. Fuente: Reuters.
El comentarista internacional líder en EE UU, Fareed Zakaria, dijo en una reciente entrevista con la CNN: “La verdad consiste en que la OTAN es una alianza defensiva. De hecho, fue diseñada para la protección contra Rusia, la Unión Soviética, durante la Guerra Fría. Y desde entonces, ya que todo esto terminó en 1990, la Alianza mira a su alrededor para saber a qué se puede dedicar. Pero este es el momento más importante, cuando todos los jefes de Estado y de Gobierno se reúnen, ya que en la agenda siempre hay cuestiones relevantes".
El terrorismo internacional ciertamente no es el ámbito de aplicación de las fuerzas regulares de los ejércitos modernos. Afganistán lo demostró una vez más. Y una vez más —al declarar la retirada de la compañía afgana y al notificar el gráfico de retirada de los principales contingentes hasta el año 2014— el presidente de Estados Unidos, de hecho, confirmó que la rápida victoria militar sobre los talibanes en 2001 no había eliminado la amenaza del terrorismo en suelo afgano, ni tampoco había traído la paz y la prosperidad al pueblo de Afganistán. Por el contrario, es difícil interpretar las palabras de Obama sobre a qué no va a renunciar EE UU en Afganistán. Sin embargo, para la carrera electoral la conclusión formal de la guerra más larga en la historia de EE UU resulta muy adecuada.
Por otro lado, la ausencia de la idea de un enemigo común se superpone a la reticencia de los socios estadounidenses de la OTAN a gastar dinero en defensa mientras dure la crisis financiera europea, sin un final a la vista. La situación es tan grave que el secretario de Defensa de EE UU, Robert Gates, antes de retirarse, cuestionó duramente en sus intervenciones y artículos de prensa en junio del año pasado la justa distribución del tiempo y la solidaridad transatlántica. La campaña militar de seis meses contra Libia, un país con una población de 6,5 millones de personas, demostró que el dinero y la solidaridad son una desgracia.
El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, en el curso de la actual cumbre propuso el concepto de 'defensa razonable', que parece referirse a aliviar la carga financiera de los países de la OTAN. Sin embargo, el ahorro en el gasto militar no es una idea que una a las alianzas militares.
Otra idea unificadora, que sonó en la cumbre anterior de la OTAN en Lisboa, es una respuesta colectiva a la amenaza de misiles por parte de los 'países marginados': Irán y Corea del Norte. Aunque la idea de la defensa antimisiles en Europa adolece de defectos.
En primer lugar, los misiles de largo alcance son capaces de llegar a Europa, e Irán no tiene armas nucleares. Obviamente tampoco cuajó el programa de misiles en Corea del Norte, esto lo demostró evidentemente un vergonzoso incidente en el lanzamiento de un satélite para el centésimo aniversario de Kim Il Sung, en abril de este año.
En segundo lugar, es obvio que el 'enfoque de adaptación' para la participación de los miembros de la OTAN en la defensa antimisiles en Europa que propuso Obama debía consistir, al menos, en rectificar el enfoque arbitrario de la administración de Bush júnior.
En tercer lugar, la idea del escudo perturba al Kremlin. Moscú no se cansa de repetir que la defensa antimisiles en Europa, en conjunto con las armas ofensivas de EE UU, tienen una sinergia tal, que es capaz de neutralizar los misiles estratégicos de Rusia, la única garantía de seguridad para las fuerzas armadas del país corroído considerablemente tras 20 años de reformas de mercado.
En la cumbre de Chicago se llevó a cabo un intento de apaciguar a Putin. Finalmente, los líderes de los países miembros de la OTAN dieron garantías políticas de no dirigir la defensa antimisiles europea contra Rusia. "La defensa antimisiles de la OTAN no está dirigida contra Rusia y no supondrá un perjuicio para las fuerzas estratégicas de resistencia de Rusia", dijeron en una declaración aprobada en Chicago, los líderes de la Alianza. "Lamentando las declaraciones repetidas por parte de Rusia sobre las posibles acciones dirigidas contra el sistema de defensa de misiles de la OTAN, damos la bienvenida a la voluntad de Rusia de continuar el diálogo con miras a llegar a un acuerdo sobre la futura cooperación en la materia", dice el documento.
Moscú no hizo ningún comentario sobre la declaración. No hay nada nuevo en ello, excepto el anuncio del carácter colectivo de este sistema. Además, en Moscú recuerdan perfectamente cómo terminó la promesa verbal de los líderes occidentales a Mijaíl Gorbachov de no ampliar la OTAN después de la disolución del Pacto de Varsovia. La OTAN, sin embargo, vivió en los años siguientes tres fases de expansión, y ahora, acercándose a las fronteras rusas, está haciendo planes de despliegue de los sistemas de defensa antimisiles. Esta situación no puede dejar indiferente al Kremlin.
Sin embargo, todo el mundo entiende que se tomará una decisión sobre la defensa antimisiles en Washington, y el diálogo ruso-estadounidense continúa. En uno de sus primeros decretos, Putin dijo que Moscú continuará buscando garantías no políticas, sino legales, formalizadas en papel, que confirmen que la defensa antimisiles no se dirige contra Rusia. Esto implica que en una base contractual deberá limitarse la rapidez de los antimisiles y también deberán destacar aquellas áreas de su colocación, donde no representen una amenaza para los misiles de Rusia. "Si ahora la amenaza para los misiles rusos existe objetivamente, nadie puede garantizar que no se produzcan en el futuro", dijo a este respecto, uno de los principales expertos en la materia, el teniente general retirado del Servicio de Inteligencia Extranjera Guennadi Yevstafiev.
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