Hacia un desarrollo económico oriental

Estación de producción de petróleo en Siberia. Los canales de transporte del petróleo llegan hasta el Océano Pacífico. Fuente: RIA Novosti.

Estación de producción de petróleo en Siberia. Los canales de transporte del petróleo llegan hasta el Océano Pacífico. Fuente: RIA Novosti.

En los próximos años Europa dejará de ser el socio económico más importante de Rusia. Esto se puede apreciar en una serie de factores indirectos relacionados con la formación del nuevo gobierno ruso. El cambio también se nota en la producción conceptual de los expertos rusos. La nueva dirección apunta hacia Asia y ante este cambio del paradigma económico, se habla de la posibilidad de crear una capital económica más allá de los Urales. Las candidatas serían Ekaterimburgo, Krasnoyarsk y Jabarovsk. La creación de una nueva capital no sería algo nuevo en la historia rusa, solo hace falta recordar la creación de San Petersburgo, considerada una 'ventana a Europa'. ¿Se convertirá la nueva capital económica en una 'ventana a Asia'?

La reticencia de Europa a tener en cuenta la opinión de Moscú en cuestiones de seguridad estratégica, que quedó patente al discutirse el tema del futuro escudo antimisiles europeo, así como los problemas económicos por los que atraviesa la Unión Europea, obligan a revisar la posición profundamente 'occidentalista' que mantiene Rusia en las relaciones internacionales. Teniendo en cuenta la situación geográfica del país, la alternativa natural a esta dirección es el camino 'oriental'.


En los últimos años Moscú ha dedicado significativos esfuerzos para afianzarse en Asia, promoviendo activamente sus intereses económicos en numerosas organizaciones regionales. Sin embargo, hasta ahora creíamos en las perspectivas de la UE, en la posibilidad de llegar a un acuerdo con Bruselas en todas las cuestiones conflictivas. En esto jugaba un papel importante la mentalidad que históricamente ha tenido la sociedad rusa, que siempre ha considerado a Europa como su 'principal socio'. La cuestión del cambio del centro de gravedad económico hacia Oriente se ha discutido más de una vez entre los expertos, pero ese debate prácticamente no ha tenido continuación. Ni siquiera la celebración este mismo año en Vladivostok de la cumbre interestatal de la APEC y las perspectivas económicas relacionadas con la misma, se contemplaron como una alternativa económica al diálogo con Occidente.


El desarrollo de la región de Extremo Oriente y el acercamiento económico a los 'tigres' asiáticos con creciente influencia (China, Corea del Sur y Japón), tuvo lugar con un desarrollo paralelo de las relaciones económicas con Europa.
Sin embargo, últimamente la situación ha cambiado diametralmente. Y no se trata solo de la elección del nuevo presidente ruso, que sufre una clara desilusión en cuanto a la política europea. En contraste con el trasfondo de las permanentes tormentas políticas entre la eurozona y Rusia, el diálogo entre Moscú y los estados asiáticos parece una balsa de aceite. Rusia ve en Asia un puerto tranquilo, a cubierto de los vientos, y además obtiene de la región la garantía de que estas relaciones se mantendrán en el futuro. Al mismo tiempo, a Moscú le intranquilizan los constantes intentos de sus socios europeos por disminuir su dependencia de las materias primas rusas y por encontrar fuentes de energía alternativas. Esa inestabilidad, combinada con la crisis económica y financiera de la UE expulsan a Rusia de unos mercados europeos que cada vez se le cierran más, y la empujan hacia los mercados asiáticos, abiertos y accesibles, donde por lo menos en las palabras, esperan a nuestro país con los brazos abiertos.


Por otro lado, además de razones puramente externas, provocadas por el descontento de los dirigentes políticos rusos con la política de Occidente, existen algunos factores internos también importantes. Estos obligan a Moscú a repensar su futura estrategia económica, tomando en consideración el rápido crecimiento del potencial asiático.


Además de esto, en Rusia cada vez se hay menos mención pública de los viejos 'cocos' de la época soviética: amenazas como la despoblación de Siberia o la expansión demográfica china en Extremo Oriente. Ante todo, el desapego en la conciencia colectiva del papel exclusivo de Siberia como una 'retaguardia' estratégica en el enfrentamiento con Occidente o un 'frente' en caso de conflicto con China, abre para el Moscú oficial un nuevo campo de posibilidades de competencia. Hoy en día la pregunta se resume tan solo en: ¿cómo reorientar sin bruscos golpes de timón las corrientes de inversión y de comercio de Occidente a Oriente? ¿Cómo hacer de Siberia no solo una base de recursos sino también un centro de modernización de Rusia?


En los últimos años, en los mentideros del poder ruso se han discutido ampliamente dos posibles variantes de acción en esta dirección. La primera consiste en la creación de una corporación estatal para el desarrollo del Extremo Oriente. La segunda es la creación de un organismo especial que se haría cargo del desarrollo de proyectos económicos en la región. El nuevo gobierno ruso ha sido el primero en crear un organismo de este tipo. Como ministro para el desarrollo del Extremo Oriente de la Federación Rusa, se ha nombrado a Víctor Ishaev, antiguo representante plenipotenciario del presidente de Rusia en el ókrug federal de Extremo Oriente. Por cierto, es el miembro del nuevo gabinete con mayor edad, acaba de cumplir 64 años. Por otro lado, el nombramiento de un ministro especial que responda por la región de Extremo Oriente, no implica un rechazo a la creación de una corporación estatal para llevar a cabo las tareas impuestas por el ministerio de Economía. Entre la comunidad de expertos, cada vez más a menudo, se habla del nombramiento de Ishaev, como de un primer paso en un proyecto más ambicioso sobre el que se discute en la sociedad. Nos referimos a la creación en la región de Extremo Oriente de la, así llamada, tercera capital, o capital económica de Rusia. Durante la celebración del último Club Valdai (think tank afín al gobierno) se nombraron varias ciudades que, por su situación geográfica y potencial, podrían optar a este puesto: Ekaterimburgo, Krasnoyarsk, Jabarovsk. Moscú seguiría manteniendo el estatus de capital política y San Petersburgo el de capital cultural. Los partidarios de la idea de la nueva distribución de funciones de las capitales se remiten a la experiencia internacional de cambios de capital en Brasil, Alemania o Kazajstán. Estas decisiones políticas dieron un poderoso impulso al desarrollo de los territorios cercanos a las nuevas capitales.


La nueva capital


Rusia ya tuvo esa experiencia cuando el zar Pedro I trasladó la capital de Moscú a San Petersburgo, la ciudad recién construida en el Báltico, en 1712. Hoy en día en Rusia se reconoce que, gracias a ese traslado de Pedro I 'abrió una ventana a Europa' y el país dio un paso hacia adelante de un siglo. La experiencia de traspasar parte de las funciones de la capital a otras ciudades también existe en la Rusia moderna. En 2006 el Tribunal Constitucional se trasladó de Moscú a San Petersburgo. A propósito, dicen los rumores que una de las razones de la reciente dimisión del comandante en jefe de la flota rusa, Visotski, fue su rechazo a trasladar el cuartel general de la Armada de Moscú a San Petersburgo.


Sin embargo, los expertos advierten que, a pesar de los evidentes argumentos a favor de la creación de una 'tercera' capital económica más allá de los Urales, este paso puede provocar consecuencias sociales y políticas impredecibles. Aunque de momento, el traslado de parte de las funciones de la capital a una ciudad situada mucho más cerca de la región asiática que de Moscú, no es un tema que esté entre los planes más inmediatos del gobierno. Pero cuanto más complicadas sean en el futuro las relaciones entre Moscú y la Unión Europea en todas las 'sendas', tanto en economía como en cuestiones de seguridad, más frecuentemente aparecerá el asunto de la 'capital económica' lejos de Europa.
El Viejo Continente todavía está a tiempo de cambiar esta situación. Pero en la Unión Europea no hay ni voluntad política, ni posibilidades económicas, ni ideas nuevas para dar un paso cualitativo en las relaciones con Rusia. Cada vez se cierra en sí mismo. Las relaciones entre Moscú y Bruselas han adquirido cierta inercia. Por el contrario, los socios asiáticos de Rusia ofrecen nuevas ideas y están dispuestos a ampliar el diálogo con Rusia en todas las direcciones. Los socios de Rusia en Asia no imponen su sistema de gobierno como un modelo a imitar, respetan su soberanía y no vinculan la colaboración económica a las condiciones políticas. Moscú hace tiempo que está molesta con los intentos de ciertos países de la Unión Europea por enseñarle democracia. La idea de 'castigar' a Occidente por la altivez mostrada, especialmente en los años de la perestroika, por su reticencia a establecer con Moscú unas relaciones de igualdad, se ha afianzado firmemente en la opinión pública rusa. Y si para llevar a cabo ese 'castigo' a Europa es necesario trasladar parte de los ministerios más allá de los Urales, una significativa parte de la sociedad aplaudirá esta decisión geopolítica.

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