Medvédev, que asumió la jefatura del Gobierno
el 8 de mayo tras ceder la Presidencia a su mentor, cumplió su promesa y
propuso a Putin cambios revolucionarios en un Ejecutivo que salió mal
parado de las multitudinarias protestas antigubernamentales de los
últimos meses.
"El Gobierno se renueva en torno a un 75 por
ciento. Se trata de gente nueva que o bien ha surgido hace poco tiempo o
ya trabajaba en el Ejecutivo", dijo.
No obstante, sólo se
atrevió a dejar fuera del Ejecutivo a tres veteranos halcones: Ígor
Sechin, conocido como el zar de la energía; Víctor Zubkov, de 70 años de
edad y viceprimer ministro, y Rashid Nurgalíev, controvertido titular
de Interior.
Putin, quien deseó "suerte" al nuevo Gobierno,
creó hace meses una nueva casta de todopoderosos e intocables viceprimer
ministros, lo que ha llevado a los analistas a poner en serias dudas la
capacidad de maniobra del nuevo Ejecutivo.
Entre esos siete
nuevos leales a Putin sobresale el viceprimer ministro primero, Ígor
Shuválov (Economía y Comercio), el hombre fuerte del nuevo Gobierno, y
el antiguo embajador ante la OTAN, Dmitri Rogozin (Defensa).
Los únicos viceprimer ministros nuevos son Arkadi Dvorkóvich (Energía),
estrecho colaborador de Medvédev durante sus cuatro años como presidente
y la única concesión de Putin, y Olga Golodets (Asuntos Sociales).
Como habían pronosticado los analistas en sus quinielas de los
últimos días, conservan sus puestos los ministros de Exteriores, Serguéi
Lavrov, en el cargo desde 2004; Deporte y Juventud, Vitali Mutkó;
Justicia, Alexandr Konoválov, y Finanzas, Antón Siluánov.
La
permanencia de Lavrov apunta a que Rusia mantendrá su oposición frontal
al intervencionismo occidental en Siria e Irán, y su apoyo a los
esfuerzos de otras potencias emergentes -China, Brasil, India,
Sudáfrica- para crear un nuevo mundo multipolar.
Con lo que no
se contaba es que el titular de Defensa, Anatoli Serdiukov, se
mantuviera en el cargo, ya que su destitución había sido demandada
insistentemente por altos cargos militares y por la oposición.
Precisamente, Serdiukov se encargará de dirigir el ambicioso programa
de rearme, que incluirá la compra y fabricación de portahelicópteros,
misiles y submarinos por valor de 700.000 millones de dólares hasta
2020, que algunos analistas creen que pondrá en peligro el equilibrio
presupuestario.
Además, el nuevo Gobierno contará con cuatro
nuevas carteras como la de Comercio e Industria, y la de Trabajo y
Desarrollo Social, que se ocupará de poner en práctica las costosísimas
promesas electorales de protección del Estado de bienestar hechas por
Putin.
Y también los ministerios de Relaciones con el
Gobierno, que pretende acercar al pueblo a la gestión gubernamental, y
Desarrollo del Extremo Oriente, que se ocupará de sacar de su atraso
secular a las regiones más alejadas de Moscú.
Entre los planes
de Medvédev figura proseguir la privatización de las compañías
estratégicas, reducir la que él calificó de "humillante" dependencia de
las materias primas y excluir a los altos funcionarios de la dirección
de las empresas públicas.
Medvédev ha prometido una agenda
reformista durante el próximo lustro, aunque los mercados no parecen
convencidos de que el nuevo primer ministro tenga suficiente peso
político para hacer cambios y resistir a las presiones del Kremlin.
De hecho, el Gobierno ha reconocido una fuga de capitales de 43.000
millones de dólares en los primeros cuatro meses del año, tendencia que
continuará durante los próximos meses.
"No se pude obviar que
éste es un gabinete de tecnócratas. No es un Gobierno de cambio. Tengo
serias dudas de que pueda encarar todos los desafíos que Rusia afronta
hoy en día", afirmó Alexéi Kudrin, todopoderoso ministro de Finanzas
hasta su reciente destitución.
Mientras, la oposición criticó
la permanencia del ministro de Defensa y vaticinó que el nuevo Gobierno
mantendrá sin cambios el rumbo marcado por el Ejecutivo de Putin y no
reformará el sistema político.
"A juzgar por su composición,
parece un Gobierno provisional. Un Ejecutivo destinado a la conservación
del status quo", sentenció Gleb Pavlovki, conocido politólogo ruso.EFE
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