Didier Drogba ofrece a Abramovich el trofeo de la Champions League. Fuente: AP
El equipo inglés se proclamó campeón de la Champions League por primera vez en su historia tras batir en una dramática e igualada final al Bayern Munich, cuyo desenlace tuvo que esperar a la tanda de penaltis. El oligarca ruso dio la mano a todos los miembros de la plantilla según subían al palco a recoger el trofeo, que pronto se acercaron a su jefe ofrecerle el título en señal de agradecimiento y cariño. Y es que el Chelsea, para bien o para mal, no deja de ser el equipo de Abramóvich, sin cuyo dinero este club raramente hubiese asomado nunca la cabeza entre los gallos del continente.
Drogba, Cech, Terry y Lampard y Cech son los únicos supervivientes sobre el césped del proyecto Abramóvich desde sus inicios. El resto ha consistido en un peregrinar de estrellas más o menos productivo. Los dos primeros años desde el desembarco del ruso en el club fueron una verdadera bacanal, con 305 millones invertidos sólo en traspasos por fichajes. Sin embargo, pasaron las temporadas y grandes nombres como Robben, Shevchenko, Verón, Essien, Hernán Crespo o Mourinho desfilaron sin conseguir hacer del Chelsea el mejor de Europa. Aunque, eso sí, en varias ocasiones estuvieron cerca. En el camino quedaron dos semifinales de Champions y una dolorosa final, perdida en Moscú’08, en los penaltis ante el Manchester de Cristiano.
El caso es que tres títulos de Premier (2005, 2006 y 2010) se antojaban un rédito escaso para casi una década de inversión. Este año el proyecto de Abramóvich parecía palidecer: su dinero y sobre todo su paciencia tienen un límite. La huida al frente que supuso el fichaje de Fernando Torres en 2011, el más caro de la historia del club (59 millones), había resultado un fracaso y el equipo terminó sexto en la Premier, el peor resultado en la liga nacional desde la llegada del magnate ruso. Paradójicamente, y por primera vez en casi una década, el Chelsea apenas contaba en las quinielas para el cetro continental. Así, agazapado lejos del cartel de favorito y amparado en el estilo defensivo del entrenador italiano Di Matteo, a la novena fue la vencida para este megalómano Chelsea.
Pionero y creador de tendencia
Todavía en la treintena, Abramóvich era ya uno de los hombres más ricos de su país, con una fortuna forjada en los convulsos años 90 tras la caída del régimen. A los 37 vivía en Londres, como casi todos los oligarcas rusos, y a falta de otros retos, se le ocurrió comprarse un club de fútbol. Corría junio de 2003 y desembolsó 175 millones de euros por el Chelsea: 100 por la compra de su propiedad al empresario inglés Ben Kates y 75 para saldar la deuda del club. Fue el pionero y precursor de un modelo que ha creado tendencia, la de oligarcas de países más o menos remotos que compran clubes de fútbol europeos como capricho personal y operación de relaciones públicas. El reto consiste en elevarlo desde la clase media-baja hasta la élite europea básicamente a golpe de dinero. Un dinero que no parte de los recursos generados por el propio club, sino de la inversión directa y a fondo perdido del dueño con cargo a su fortuna personal.
Además del Chelsea, en la Premier inglesa encontramos los ejemplos del BlackBurn Rovers, el Queen’s Park Rangers, el Fulham o el Manchester City, último campeón, propiedad del jeque Mansour bin Zayed Al Nahyan, de los Emiratos Árabes Unidos. En la liga española sólo está el Málaga, cuarto clasificado, propiedad desde 2010 del jeque qatarí Abdullah Al Thani, compatriota de Nasser Al-Khelaifi, dueño del PSG francés. También en la liga francesa, aunque en segunda división, juega el AS Mónaco, cuya mayoría accionarial pertenece desde diciembre al millonario ruso Dimitri Rybolovlev.
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: