La gran tragedia griega del CSKA

Kirilenko, estrella del CSKA, justo después de la final. Fuente: CSKAbasket.com)

Kirilenko, estrella del CSKA, justo después de la final. Fuente: CSKAbasket.com)

Las crónicas de los periodistas estaban ya escritas y muchos espectadores habían cambiado ya de canal. La final estaba decidida, la lógica se cumplía con cierto tedio, el CSKA de Moscú barría al Olympiakos griego. A un lado los rusos, archifavoritos tras una temporada cuasi-perfecta. Al otro, los griegos, para los que la sola presencia en semifinales era de por si un premio y una sorpresa, un grande venido a menos tras un verano de saldo por recortes económicos. Eran 19 puntos arriba para CSKA bien entrado el tercer cuarto (53-34). Sólo restaban 10 minutos de trámite para certificar el título europeo, cuyo destino lógico estaba en cierto modo escrito desde septiembre, cuando Kirilenko regresó a Rusia para completar una de las mejores plantillas del continente que recuerdan los tiempos. Quizá por eso nadie podía vaticinar lo que sucedería a continuación.

En términos ciclísticos, el CSKA sufrió una pájara de dimensiones bíblicas, forjada en cierta relajación propia y, claro que sí, también en el acierto ajeno. Así se obró la remontada griega. Pero la tragedia no es completa sin un desenlace dramático. Un punto arriba a falta de 9 segundos por jugar, el equipo ruso dispuso de dos tiros libres para cerrar la final. El lanzador no podía ser más fiable, el veterano alero lituano Ramunas Siskauskas, uno de los más grandes del basket europeo de la última década. Pero falló los dos y abrió la puerta a Olympiakos, que culminó la machada con canasta de Printezis sobre la bocina. “Fallé. ¿Qué voy a hacer, pegarme un tiro? La vida continúa”, respondió Siskauskas apesadumbrado a pie de pista tras el partido.

No es aventurado calificar el resultado como la mayor sorpresa de la historia reciente de la Euroliga y una de las finales más dramáticas. Olympiakos no aparecía en ninguna quiniela a comienzos de curso, ya no para el título final, sino para jugar la Final Four (es decir, clasificarse entre los cuatro mejores). El CSKA, por su parte, acometió en verano una profunda y lujosa renovación tras un par de años de decadencia, armando la plantilla más potente del continente en bastantes años. La ecuación ‘mejor plantilla = mejor equipo’ no siempre se cumple en los infinitos condicionantes del deporte profesional, pero sí se cumplió para el CSKA durante todo el curso… excepto en los últimos 10 minutos.

“Todavía no entiendo cómo sucedió. En el tercer cuarto empezamos a jugar demasiado individualmente y nuestro equipo se relajó cuando vio en el banquillo a Spanoulis (estrella de Olympiakos). Ensábamos que estaba ganado. Aún así, repito, no comprendo cómo ha podido ocurrir, con una plantilla veterana y experimentada. Es un momento muy difícil”, explicó Jonas Klazauskas tras la final, entrenador del CSKA. Kirilenko, que recibió en los días previos a la Final Four el galardón de Jugador Más Valioso de la temporada en la Euroliga, cumplió en la final con nota, como de costumbre (12 untos, 10 rebotes, valoración 25), pero se quedó algo sólo en esta ocasión. Teodosic se desinfló tras una magnífica primera mitad y Krstic nunca llegó a dominar los tableros como durante el resto del la temporada, por otra parte magnífica y que le ha valido su nominación en el ‘Quinteto Ideal’ de la competición.

Al CSKA, que se proclamase hace un par de semanas campeón de la potente Liga Báltica, le quedan todavía los playoffs de la Liga Rusa para terminar la temporada. Un premio de consolación menor para un equipo forjado para dominar Europa. Los próximos, serán los últimos partidos de Kirilenko antes de su probable regreso a la NBA este verano, si la lógica se cumple, con destino a los Brooklyn Nets de su compatriota Projorov.

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