Ileana Leonidoff, una artista “silenciada” por la historia

La actriz y bailarina rusa de principios del siglo XX, emigró a Italia y después a varios países latinoamericanos donde continuó su carrera artística. Fuente: Wikipedia.

La actriz y bailarina rusa de principios del siglo XX, emigró a Italia y después a varios países latinoamericanos donde continuó su carrera artística. Fuente: Wikipedia.

En los primeros años del siglo XX la actriz y bailarina Ileana Leonidoff conoce el éxito y la popularidad, aunque hoy en día es una figura apenas conocida. Desde Rusia, migró primero a Italia, para viajar después a América Latina con el estallido de la II Guerra Mundial. Allí siguió desarrollando su carrera artística. Finalmente en 1966 regresó a Europa. Según Laura Piccolo en Ileana Leonidoff: lo schermo e la danza (2009), la trayectoria de esta artista se define por ser una “historia de omisión y silencio”.

La vida de Ileana Leonidoff sigue marcada hoy por el silencio, cuando se cumplen 85 años del estreno de la primera película que protagonizó, eso sí bajo el pseudónimo de Bianca Stagno-Bellincioni, que era, al menos, el segundo nombre falso que utilizaba. Cuando nació en 1893, fue llamada Elena Sergéevna Pisarevskaja. Debido al silencio y la omisión que la han alejado de la historia escrita del arte de principios del siglo XX, hoy es muy difícil conseguir información acerca de su personalidad y carrera. Un silencio que marcaron su carrera artística en Italia, ya que protagonizó algunas de las cintas del cine mudo italiano más conocidas, como AtilaAtilaAtila y ThaisThaisThais. Su carrera cinematográfica fue muy breve, ya que tras darse a conocer en 1917 con la futurista Thais (dónde interpretaba a una mujer que devora al hombre), su carrera termina en 1922 con El Príncipe de Kaytan (dirigida por Aldo Molinari). Durante estos cinco años su aparición fue muy habitual en las carteleras italianas, además de las tres cintas citadas anteriormente participó en otras 15 según la International Movie Data Base.



Gracias al final de su carrera cinematográfica, la danza rusa tiene en ella a una de sus grandes representantes internacionales durante el siglo XX. Según la biografía de Laura Piccolo, Leonidoff se convirtió en uno de los “iconos de la pequeña burguesía de la Italia fascista”. El mismo año que la actriz rusa dejó el cine, llegaba al poder el dictador Benito Mussolini. Ya en 1928, junto a su marido Dimitri Rostaff dirigieron la recién fundada Escuela del Ballet de la Ópera de Roma, como todavía hoy se puede leer en su página web. Seis años después sería otro ruso quien sucediera a la pareja Leonidoff-Rostaff, Boris Romanoff. De nuevo, al carrera de Leonidoff seguía marcada por el silencio, en el ballet tampoco podría ser escuchada. “La más importante, mujer culta, sensible y altamente refinada”, se podía en leer en La Rivista Cinematografica en 1922. Mientras que su biógrafa Laura Piccolo le define como una empresaria de sí misma, organizada y trabajadora, capaz de manejar su cuerpo, su imagen, su propia carrera y su destino.



Durante los siguientes 20 años, hasta poco antes de que estallara la II Guerra Mundial, Leonidoff pisa los principales escenarios de Italia y del resto de Europa. Tras dirigir la Ópera, se convirtió en la “estrella” del ballet que dirigía el maestro italiano Nicola Guerra y actuó en los más grandes teatros de Nápoles, Génova, Turín, Botona, Verona, Trieste y Palermo. La cartelería de los teatros más importantes de Europa lucieron su nombre: Teatro Max Champs Elyseé de París, Covent Garden de Londrés, Gran Theatre de Gine Rheinhard en Viena, Teatro Calderón de Madrid, Liceo de Barcelona e incluso, en Argentina, el Teatro Argentino de la Plata o Teatro Cervantes de Buenos Aires.



De nuevo, a emigrar

Si tras las procesos revolucionarios que se desencadenaron en Rusia desde 1907, Leonidoff se marchó a Italia, fueron los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial los que provocaron que volviera a marcharse muy lejos. En esta ocasión, su vida fue mucho más itinerante y recorrió diferentes países de América Latina. Argentina, Ecuador, México, Perú o Bolivia son algunos de los lugares donde se puede seguir, aunque no fácilmente, el rastro de la bailarina rusa. Incluso en Bolivia dónde fue la primera directora del Ballet Nacional (ahora Ballet Oficial), prácticamente nadie le recuerda.


Para hablar sobre ella te remiten al libro de María Teresa Stahlie, El Ballet en Bolivia.

Tras su salida de Italia, el primer país donde se establece es en Ecuador en 1950, donde participa activamente en “La Casa de la Cultura del Guayas”, en Guayaquil, donde desde 1991 una de sus salas lleva su nombre. Tan solo un año después, es contratada por el Gobierno boliviano para ser la primera directora del Ballet Nacional. De nuevo, le toca vivir una época convulsa ya que en el país andino estalla una revolución campesina en 1952, que hace que su estadía tampoco sea fácil, según reconoce la actual directora del Ballet Nacional de Bolivia a Rusia Hoy. Leonidoff se estrenó con la dirección de El hada de las muñecas, de Joseph Bayer, otras de las obras en su repertorio fueron El lago de los cisnes, Sacamuelas o Bacanal.

Para los bailarines del país andino fue una auténtica conmoción ver a una rusa al frente del ballet, como recuerdan dos de sus alumnos entonces a Rusia Hoy: Margot Salas y Manuel Acosta. “Los cimientos del actual ballet boliviano los creó ella, junto a su equipo”, destaca Salas, quien actualmente dirige el ballet Danza Viva y recuerda que era muy exigente y dura, además de perfeccionista. “Estábamos deslumbrados por su talento”, añade la directora de Danza Viva. Mientras que Manuel Acosta, actual director del Ballet Folklórico de Bolivia, recuerda que gracias a ella se empezó a viajar por el país y actuar junto a una orquesta, en vez de música grabada. “En 1953 ó 1954, fue la última vez que supimos de ella, casualmente coincidía con la primera vez que viajábamos fuera. Actuamos en Lima y ya no regresó a Bolivia”, recuerda Acosta.  


Leonidoff continúo su carrera por América Latina, y desde 1954 dirigió el Ballet de Guayaquil. Según recoge la historia de la danza en Ecuador, Ileana Leonidoff llegó con una “trayectoria internacional como pedagoga, autora coreógrafa e intérprete. Estudió danza con los ilustres maestros: Rafael Grassi de la Scala de Milán, con Alexandre Velinine, gran partenaire de Anna Pavlova, con Olga Preobenskaya, Madame Alexandre y Vera Trefilova y las hermanas Wisenthal”. Seis años después, su destinó fue Perú donde dirigió e inauguró la Escuela de Ballet de Trujillo y en 1966 regresa a Europa, según la biografía de Laura Piccolo. A pesar de su investigación, que acaba en un libro de más de 200 páginas, Piccolo reconoce haber terminado derrotada por “no haber identificado el lugar ni la fecha de la muerte de la bailarina”. Eso sí, se reconforta de haber devuelto el perfil de Ileana Leonidoff de entre las áreas opacas de la memoria, aunque sea “un perfil aún incompleto, un retrato inacabado de una héroe de la emigración rusa”.

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