Ser ruso, fuera de Rusia

¿Es lo mismo ser “ruso de corazón” que tener el pasaporte ruso? ¿Son realmente rusos quienes tienen el ruso como lengua materna, pero salieron de la antigua Unión Soviética, de donde hoy hay estados independientes? ¿En qué medida deben ocuparse de unos y otros las embajadas de la Federación Rusa en el extranjero? Estas han sido las inquietudes que se plantearon el pasado 28 de abril en la VI Conferencia de Compatriotas Rusos, residentes en Argentina. El encuentro se llevó a cabo en Buenos Aires, pero los mismos interrogantes se presentan hoy a los rusos en otros países, e incluso en la misma Rusia.

Cuestiones doctrinales

Alexánder Alímov, el presidente del Club Literario Ruso “Monte Grande” de Buenos Aires, cree que la palabra “compatriotas” no sirve. Su opinión, expresada durante la conferencia en un breve discurso, es que el prefijo “so-“ en ruso (similar al “co-” en español) se usa básicamente para denominar cosas y sujetos opcionales, de “segunda categoría”. Para los compatriotas esparcidos en el mundo, habría que usar un término más neutro y llamarlos simplemente rusos. Así, a secas. Sin marcar las diferencias ni categorizando. Sin que importe que hayan nacido o vivido en Argentina, Rusia o el sur europeo.

De esta manera debería considerarse ruso a cualquier persona que reconozca como propios los actuales símbolos nacionales: la bandera y el escudo. “Para llegar a eso se precisa una doctrina, un discurso unificador apoyado en una estructura y una determinada institucionalidad”, subrayó Alímov. Más tarde, explicando su postura a Rusia Hoy aclaró que con aquel elemento estructural imprescindible se refería al idioma. Mientras que la institucionalidad supone un patrón de organización compartido, que uniría todos los clubes y asociaciones de rusoparlantes en Argentina, como caso particular. Pero el mismo modelo funcionaría en cualquier otro país donde haya diáspora rusa.

Actualmente hay 295 millones de rusoparlantes en el mundo. Para 170 millones de personas es su lengua materna.


A primera vista no se trata una propuesta demasiado novedosa. Los mecanismos que rigen la vida de otras comunidades de inmigrantes (judías, francesas, por ejemplo) funcionan más o menos así. Y no importa si la respectiva Madre-Patria es minúscula, como Armenia, o enorme, como China. Es cierto que suele haber diferencias, por ejemplo, cuando se trata de distintas regiones: como es el caso de la diáspora japonesa. O (muy rara vez) de ánimos separatistas, como en el caso del País Vasco. En este sentido Rusia tiene una serie de particularidades histórico-culturales que convierten a la comunidad rusa – donde sea que se encuentre – en un grupo muy heterogéneo y a veces con conflictos internos. Se supone, por ejemplo, que los inmigrantes, cuyos padres o abuelos combatieron el bolchevismo en el período de la guerra civil (1917-1923), no toman muy en serio a la descendencia de aquellos que se criaron durante la época soviética y salieron del país por razones económicas. Y a su vez, las personas que emigraron por razones ideológicas también presentan diferencias según el período de inmigración. Así un disidente de los años 70 no es igual a otro de fines de los 80.

Cabe mencionar que la evolución del mismo concepto de “nación rusa” sufrió un cambio significativo a partir de la revolución socialista de 1917. Pasó de ser un imperio clásico a un enorme Estado multinacional aglutinante. En calidad de “ladrillos” figuraban las recién formadas repúblicas soviéticas, algunas de las cuales eran originalmente grupos étnicos sin demasiada estructura. Para sujetar de forma efectiva todos estos frágiles elementos, se necesitaba un elemento cohesionador, cuya principal característica no fuera la identidad nacional, sino un concepto más abstracto, una ideología. Y fue así como se prohibió cualquier manifestación nacionalista a los rusos en su propia casa. Pero también el propio Stalin, georgiano étnico, se hacía incluir: “Nosotros, los rusos…”

Buscando consenso

    

Reconocer el problema significa ponerse en vías de la solución. En las actas del Encuentro Temático Mundial de Compatriotas, que tuvo lugar en octubre del 2011, el asunto de la propagación y el estudio del idioma ruso se planteó de forma especial. Existe un programa federal orientado al trabajo con las comunidades rusas en el extranjero que cuenta con el apoyo del Estado y de la Fundación “Mundo Ruso”.

A su vez, este año se planea llevar a cabo una serie de foros y eventos internacionales, que tienen por objetivo contribuir a una mayor cohesión entre las diásporas. Los “rusos-argentinos” tampoco quedan fuera de este panorama. Así lo confirmó por Víctor Koronelli, el Embajador de la Federación Rusa en Argentina, en su discurso durante la Conferencia de Buenos Aires.

    

“En este momento en Moscú se están conmemorando los 200 años de la victoria rusa en la Guerra Napoleónica de 1812. El aniversario se celebra con un Foro Juvenil, al cual han viajado dos chicos rusos desde Argentina. Además, al 'V Foro de Jóvenes Compatriotas Residentes en el Extranjero y Representantes de Medios de Comunicación Rusoparlantes', irán otros dos representantes de nuestra comunidad. También participaremos en la Conferencia Regional, que este año se realizará en Canadá. Y, por último, en octubre, de nuevo en San Petersburgo, se celebra el Congreso Mundial de Compatriotas, al cual asistirán cuatro rusos de Argentina”, detalló el Embajador.

    

Por su parte, Padre Platón, Arzobispo de la Iglesia Ortodoxa Argentina y Sudamericana, que también asistió a la VI Conferencia de Compatriotas Rusos en Buenos Aires declaró: “Escuchémonos unos a otros. Tengamos una convivencia saludable y siendo tan distintos,  deseo que sepamos enriquecernos con nuestras diferencias”.


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