Escucha las leyendas de Piatigorsk

Fuente: Lori/ Legion Media

Fuente: Lori/ Legion Media

Tolstói y Pushkin ya sabían que el aire de aquí es tan puro como “el beso de un niño”. Actualmente, Piatigorsk flota hoy entre la herencia soviética y un futuro incierto, ya que el turismo no acaba de despegar en esta bella región.

En las empinadas cuestas de Piatigorsk hay sanatorios señoriales y villas aristocráticas. Grandes jardines, entradas adornadas con columnas y ventanas altas atestiguan que la arquitectura rusa no sólo es construcción con placas. No obstante, es cierto que el enyesado se desmorona y las ventanas de cristal fino dejan pasar cada soplo de viento. Las zonas turísticas para familias de trabajadores del ferrocarril, del servicio de correos y de mutilados de guerra permanecen vacías.


Montañas de leyenda


Antiguamente se recuperaban en Piatigorsk (“ciudad de las cinco montañas”) invitados célebres como Lev Tolstói o Alexánder Pushkin. Durante la etapa soviética cientos de miles inundaban cada año las fuentes de aguas minerales y los sanatorios. Hoy son menos importantes. La competencia es grande y la fama del Cáucaso del Norte no es buena. Sin embargo, la guía turística Tatiana Omeltschenko hace publicidad de este lugar, sobre todo al hablar del aire, tan puro como “el beso de un niño”.


Además Omeltschenko cuenta leyendas que giran en torno a las montañas del Cáucaso. Antiguamente, un pueblo de gigantes, cuyo rey se llamaba Elbrus, debió haber vivido en esta zona de la Tierra. Tenía un valiente y fuerte hijo llamado Beschtau que amaba a la bella joven  Maschtuka. Una vez, el anciano padre recordó su juventud y cortejó a la guapa Maschtuka. Envío a su hijo a la guerra, con la esperanza de que su no sobreviviera a la batalla, y se casó con la chica. En cambio, regresó victorioso y partió la cabeza de su padre en dos mitades. “Por ello la montaña Elbrus tiene dos cimas”, conluye Tatiana Omeltschenko.


Los dioses estaban tan encolerizados por la disputa que petrificaron a todo el pueblo de gigantes. De este modo, surgieron las imponentes cumbres del Cáucaso, de más de 5.000 metros de altura.


Sólo a 20 kilómetros de Piatigorsk se puede ver a dos jinetes curtidos por el sol en medio de un rebaño de vacas a las que guían hacia la meseta, mientras un par de perros les ayudan en su trabajo. Unos pocos kilómetros más adelante, varios caballos cruzan la carretera nacional y detienen a los coches. Los animales pastan cada día a la vera del camino, a menudo libremente.


Tanto en invierno como en verano, las cumbres nevadas del Cáucaso se levantan como los gigantes petrificados que cuenta la leyenda. En la misma Piatigorsk cae menos nieve, las zonas de ski se encuentran más hacia adentro, en la sierra. Sin embargo, Piatigorsk es conocida como la Puerta del Cáucaso. Toda la zona es famosa por sus fuentes  termales y las aguas minerales que brotan de las montañas. Incluso una de las mayores ciudades del Cáucaso del Norte se llama “Mineralniie Vodi”, que traducido significa “agua mineral”.


Hurghada en lugar de Piatigorsk


 Muchas personas se sientan juntas a las mesas con manteles de colores vivos en los patios traseros de Piatigorsk. Marina es una de ellas, nacida en la ciudad, la ama porque las personas son más abiertas que en Moscú. Durante las vacaciones le gusta viajar a Egipto o España. “En Rusia no se sabe qué significa la palabra servicio”, indica esta joven de 28 años. “En otros países los empleados quitan de los labios los deseos de los clientes”.


De hecho, los camareros de los restaurantes de Piatigorsk arrancan de las manos de los sorprendidos clientes el plato con el último bocado de las especialidades caucásicas. Quien sonría ante tales modales, en lugar de desesperarse, puede disfrutar en esta ciudad. Aquí, si se le pregunta a alguien por una calle o una dirección, te hablan por curiosidad, son más cariñosos y afectuosos que en otras partes de Rusia.


El Ministerio de Asuntos Exteriores advierte acerca de la seguridad en los viajes al Cáucaso del Norte. No obstante, los conocedores de la región aseguran que Piatigorsk y su entorno son tranquilos. Iván Suchov escribe desde hace diez años para el periódico Moskovskie Novosti sobre el Cáucaso  Norte y viaja cada dos meses a la zona en crisis. Él suele dejar de lado Piatigorsk. “Sólo estuve una vez, y fue para asistir a una conferencia. No hay mucho de lo que informar porque no pasa nada espectacular”, dice. Tales declaraciones son como un bálsamo para los representantes oficiales de la poca desarrollada región de Stavropol en la que figura Piatigorsk. El turismo siempre fue un sector económico importante de la zona, pero sufre las malas noticias provenientes de la región del Cáucaso.


Un saco lleno de lenguas


Al realizar excursiones de día por los alrededores se pasa por delante de iglesias ortodoxas y mezquitas. La lengua y la cultura cambian a menudo de un municipio a otro. En algunas escuelas caucásicas se enseñan cinco lenguas, y no precisamente inglés, español, francés, italiano  y alemán, sino ruso, osetio, circasiano, checheno y avaro. ¿Por qué se hablan tantas lenguas diferentes en el Cáucaso? Tatiana Omeltschenko también tiene una leyenda al respecto: “cuando Dios volaba con un saco repartiendo las lenguas por las distintas regiones del mundo -así lo cuenta ella sonriente-, la bolsa se quedó enganchada en las cumbres de las montañas del Cáucaso y se rajó”.


Heidi Beha es lectora de la fundación Robert Bosch en Voronezh.

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