Un sonado traspié

Enrique Arturo Diemecke. Foto de Ana Nóvikova

Enrique Arturo Diemecke. Foto de Ana Nóvikova

El Concierto nº2 para piano y orquesta de Prokófiev estaba programando para el 12 de abril. Es una obra fantástica, cargada de emociones fuertes y contradictorias. Para tocar una pieza tan especial, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires eligió también un músico especial: Haochen Zhang, el virtuoso chino de 21 años que a los 12 había ganado el famoso Concurso de Tchaikovski en Moscú. Las expectativas eran grandes, el evento fue muy anunciado en los medios… Pero no pudo ser. Desafortunadamente para los “gourmets” musicales que llenaron aquella noche el Colón, el pianista chino tuvo problemas para tramitar el visado y no pudo llegar hasta Argentina.

La frustración


Si bien muchos asistieron gracias al abono para la temporada 2012, una gran cantidad de personas compró entradas especialmente para escuchar a Prokófiev. En realidad, todo el programa se veía prometedor: además del Concierto nº 2, figuraban el “Tangazo” de Piazzolla y la Sinfonía n°4 de Brahms. Tres obras muy dinámicas y temperamentales, dirigidas con la expresividad e histrionismo tan característicos de Enrique Arturo Diemecke, director de la Filarmónica de Buenos Aires. Pero Prokófiev, interpretado por Haochen Zhang, era indudablemente el plato fuerte.

“Viajamos especialmente desde la ciudad de Rosario, -cuentan Federico Álvarez y su esposa María Ester. - Hemos leído que esta obra de Prokófiev fue en su momento bastante controvertida y es tan difícil que no se toca a menudo. Claro, el resto del programa es lindo, pero es una pena.”

Al maestro Diemecke también se le notaba la frustración y un día antes del concierto declaró a Rusia Hoy:

“Lo que pasa es que nos enteramos del problema a última hora, y ya no era posible encontrar a un pianista del mismo nivel. La musicalización del Concierto N°2 reviste mucha complejidad para el solista. Por ejemplo, la partitura para el piano tiene tres pautas, en vez de dos, y todos los músicos de la orquesta también tienen que sacar un brinco de una octava. En su época, cuando se compuso la obra a principios del siglo XX, fue considerado como algo inusual y casi revolucionario”.

Serguéi Prokófiev

     La biografía de Serguéi Prokófiev está conectada al mundo hispano. El compositor estuvo casado en primeras nupcias con una soprano catalana: Carolina Codina Llubera, a la que había conocido en 1919 en Milán. Cuando en 1936 estalló la Guerra Civil española, el matrimonio se trasladó a Moscú con sus dos hijos. En 1938 “Lina” y Serguéi se separaron; él inició otra relación y ella se quedó trabajando como traductora para la agencia “Sovinformburó”. En 1948 Carolina fue víctima de la represión política y estuvo en el gulag hasta 1956. Al recuperar la libertad recibió una pensión y vivió en la Unión Soviética hasta 1974. Después se trasladó a Londres, donde creó una fundación para preservar el legado de su exmarido. Murió en 1989.

Enrique Arturo Diemecke lleva casi 40 años de carrera artística. Ha grabado más de 30 discos, y en algunas ocasiones ha dirigido a grandes músicos rusos de la envergadura del violonchelista Mstislav Rostropóvich, o el virtuoso del piano Borís Berezovski. Desde el 2007 es director principal de la Filarmónica de Buenos Aires. Se siente muy ligado a la tradición musical de Rusia y es un amante empedernido de las creaciones de Tchaikovsky, Balákirev y Borodín. Prokófiev también es uno de sus favoritos.

“Nosotros acá, como Orquesta, somos fanáticos de Prokófiev. De hecho, en la temporada 2012 su música estaba incluida en tres ocasiones: la primera fue el pasado 22 de marzo. Era la Suite del Ballet 'Romeo y Julieta', dirigida por el Maestro Marcello Panni y con Julian Lloyd Webber como solista. Tuvo muy buena recepción por parte del público. La segunda tenía que ser ahora, y la tercera está programada para septiembre. Esperamos que esta vez ya no haya ningún contratiempo.”

Serguéi Prokófiev, un compositor rupturista


Es un hecho curioso que este compositor ruso, nacido en 1891, fuera uno de los que más reconocimiento obtuviera por parte del régimen comunista. A pesar de la “cortina de hierro” y en plena época de represiones internas, Prokófiev pudo viajar por todo el mundo en giras artísticas, fue profesor honorífico del Conservatorio de Moscú y recibió distinciones por parte del estado soviético, entre ellas seis Premios Stalin. Resulta extraño, ya que su creación, en general, carece de tintes ideológicos, a excepción de unas cantatas patrióticas. Además su obra pertenece a géneros musicales bastante alejados del “gusto popular”: óperas, música sinfónica, ballet clásico, piezas para piano solo y orquesta de cámara. Son obras “difíciles” tanto para tocar, como para escuchar, debido al uso de disonancias y complejidades melódicas. Muchas, como el Concierto n°2, fueron precursoras de tendencias progresistas, que en la segunda mitad del siglo XX se pusieron tan de moda en Occidente.

Teatro Colón. Foto de Ana Nóvikova


La historia del mismo “Segundo Concierto”, es dramática. Está dedicada a la memoria de un amigo de Prokófiev, el pianista Maximilián Schmidthoff, que se suicidó mientras el compositor trabajaba en su nueva creación. Era el año 1913, pero esta versión del Concierto desapareció en un incendio en 1918, mientras Prokófiev estaba de viaje por Estados Unidos. La reescribió en 1923, modificando algo el estilo, pero conservando una musicalidad tan audaz que le costó abucheos durante el estreno. Uno de los críticos que presenció el evento anotó: “El joven artista concluye su concierto con una combinación de sonidos de los bronces implacablemente disonantes. El escándalo entre el público es mayúsculo. La mayoría silba. Prokófiev hace una descarada reverencia y toca un bis”.

Hoy en día, el Concierto N°2 se considera una de las joyas musicales de la cultura universal. Y son muchos los argentinos que esperan una segunda oportunidad para apreciarla en vivo.

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