Los ortodoxos celebran su Semana Santa con ritos y símbolos particulares. Foto de Ria Novosti
Los creyentes rusos viven su Semana Santa, marcada por eventos religiosos y ritos tradicionales repetidos de generación y generación, donde la cocina tiene un papel clave.
Rusia es el único país en el que la entrada de Jesús a Jerusalén no se llama “Domingo de Palmas” o “de Ramos”, sino “de Sauces”: en la fría Rusia no crecen palmas, pero, según la creencia popular, es precisamente en este periodo en el que empiezan a retoñar las yemas tiernas de los sauces. Los ortodoxos tienen por costumbre conservar durante todo el año las ramitas de sauce bendito y usarlas para adornar los iconos de sus casas.
Al Domingo de los Sauces sigue la Semana Santa, la época de ayuno más severo. De lunes a sábado, ambos inclusive, quien observa el ayuno renuncia no solo a la carne, la leche y al pescado, sino también al aceite vegetal. El miércoles y el viernes, cuando se conmemoran la traición de Judas y la crucifixión de Cristo, es preferible no comer en absoluto.
El Lunes Santo, por única vez en el año, el Patriarca ruso celebra la ceremonia de la bendición del crisma o santos óleos, una mezcla de aceites perfumados, resinas y otras sustancias. Esta celebración tiene lugar en el monasterio Donskói de Moscú. Una vez bendito, el crisma se distribuye por las parroquias para que se utilice en los sacramentos del bautismo y la confirmación (que en el rito ortodoxo se administran a los niños al mismo tiempo) y el de la extremaunción. Para esto existe también un dicho: “Unjámonos todos con el mismo aceite”, es decir, esforcémonos para tener todos algo en común.
La preparación para la Pascua comienza el miércoles, cuando se celebra el primer oficio importante, dedicado a la Pasión de Jesucristo. Anticipa la celebración matutina del jueves, en la que los ortodoxos recuerdan la Última Cena y acuden a la iglesia a comulgar, en recuerdo de la primera eucaristía.
Durante el Jueves Santo, los creyentes se preparan para la Pascua en la cocina: cuecen y pintan los huevos, preparan la pasja, un dulce a base de requesón, al que se le da una curiosa forma de madero, y meten en el horno los kulichí, un pan dulce parecido al panettone italiano. Los ortodoxos apenas tienen tiempo de recoger la casa antes de la noche para ir de nuevo a misa, en la que se leen los doce pasajes del Evangelio que describen la Pasión de Cristo.
Todo el día siguiente, el Viernes Santo, está dedicado exclusivamente a la liturgia. Por la mañana, en lugar de la misa habitual, se lee la Liturgia de las Horas. Después, a las 14:00 horas empiezan las Completas (la Liturgia de las Horas se divide en Laudes, Vísperas y Completas), y se recuerda la muerte y deposición de Cristo. En el centro de la iglesia se expone una sábana con una representación de Cristo muerto, normalmente piezas antiguas ricamente bordadas. Las “pequeñas completas” empiezan a las 17:00 y terminan con el entierro del sudario, que se lleva hasta el altar.
El sábado es el día en el que se debería conmemorar la presencia de Cristo en el sepulcro, pero, en realidad, en las casas rusas y en las calles reina una atmósfera de vivaz alegría: los anfitriones están atareados preparando una mesa abundante, cargada de delicias, y los niños y los abuelos corren a la iglesia para bendecir los kulichí, los pashka y los huevos que prepararon el jueves anterior. Por la noche, todos, incluso aquellos que durante el año no van nunca a la iglesia, se encaminan hacia la catedral más cercana para admirar el Via Crucis de la fiesta más solemne. Así comienza la Pascua.
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