Jugar al polo en Rusia

Fuente: Peter Curbishley/ Flickr

Fuente: Peter Curbishley/ Flickr

La historia del polo en Rusia, así como en la mayoría de Europa, se remonta a mediados del XIX, aunque no fue hasta finales de siglo, durante el reinado del Zar Alejandro II, cuando el deporte alcanzó cierta popularidad, especialmente entre oficiales del ejército. Sin embargo, el polo fue literalmente borrado del país tras la revolución soviética de 1917, al considerarse un entretenimiento burgués y anglosajón. Tras 86 años condenado al ostracismo, el deporte regresó oficialmente a Rusia en 2003, cuando volvió a acoger un torneo.

El ‘Club de Polo de Moscú’ se fundó hace siete años como un empeño personal conjunto del banquero local Alexéi Rodzianko y del empresario peruano Víktor Huaco. “Un grupo de personas me expresó su deseo conjunto de invertir su tiempo y dinero para la creación de un equipo de polo en Moscú. Empezamos de cero: compramos un terreno, construimos un campo e importamos caballos desde Argentina (vuelo hasta Amsterdan y después en camión hasta Moscú)”, relata Huaco en una entrevista a ‘The Russia Journal’ hace algunos años. "Los rusos siempre fueron excelentes jinetes, pero desafortunadamente hubo una larga pausa, de modo que la misión del club es revivir la tradición y crear las condiciones e infraestructura para la formación de jugadores".


Ante la carencia de personal ruso cualificado, el recién creado club moscovita recurrió a la Embajada Argentina para encontrar quien pudiera gestionarlo y dirigirlo. Hernán Traverso,  argentino de 38 años y estudiante de veterinaria en Buenos Aires, ha recorrido medio mundo dedicándose al polo. Nueva York, San Francisco, El Salvador… y ahora Rusia. “Fue una larga cadena de contactos hasta que me llego la propuesta. Ahora organizo las prácticas del club,  los torneos y los viajes de intercambio de nuestros jugadores por el mundo. Además soy profesor y jugador. Como manager, estoy al cargo de la caballeriza, donde hay 60 caballos y 10 petiseros aproximadamente”, explica Hernán Traverso para Rusia Hoy.


El Club de Polo de Moscú, cuyas instalaciones se ubican a unos 70 kilómetros de Moscú, en la localidad de Dimitrov, es uno de los dos únicos de toda Rusia. El otro, Tseleevo, situado también a las afueras de la capital, lo dirige otro argentino, Martín Estrada. “Nos conocemos y tenemos buena relación. Nos entendemos y tratamos de tirar en la misma dirección para que el polo siga creciendo en este país”, nos cuenta Hernán.


El polo en Rusia habla mayoritariamente español e inglés. Una buena parte de sus jugadores regulares, algo menos de 100 en todo el país, son expatriados argentinos, ingleses o estadounidenses. “Diría que el polo en Rusia esta ‘carreteando’ hacia el despegue definitivo. Por el momento, se juega polo bajo y en nuestro club somos alrededor de 15 ó 20 jugadores entre socios estables, principiantes y profesionales. Hay que hacer esfuerzos en el desarrollo y promoción del deporte porque aún es bastante desconocido”, explica Hernán Traverso.


En comparación con Argentina, donde los clubes suelen contar con un mínimo de 50 jugadores, el polo en Rusia es todavía un deporte muy minoritario. La escasez de practicantes obliga en ocasiones a disputar los partidos con menos de los cuatro jugadores estipulados en cada equipo. Y es que si el polo no es de por sí un deporte al alcance de todos los bolsillos, menos aún lo es en la Rusia del siglo XXI. El precio por ser miembro del ‘Club de Polo de Moscú’ ronda los 8.500 dólares, a lo que habría que sumar una cuota anual y, por supuesto, el equipamiento y el caballo. “Es mas caro que en Argentina, pero tampoco tanto. En nuestro club hay varios socios que laburan de lunes a viernes en trabajos ‘normales’, tienen cuatro caballos y van a jugar los fines de semana. El mínimo no es tan caro, si después uno quiere mas organización y mejor nivel de caballos casi no hay limites para gastar plata. Depende de lo que quiera cada uno”, explica Hernán, que también se encarga de la búsqueda de caballos: “La gran mayoría son importados de Argentina, porque es donde hay mas cantidad y calidad. También tenemos jugando algunos Akal Teke, una raza rusa originaria de Turkmenistán, más algunas yeguas puras rusas que las hemos entrenado para polo. Igualmente, ya hay caballos ‘cría-polo’ nacidos en Rusia hijos de yeguas Argentinas retiradas”.


El clima tan frío supone lógicamente un handicap para el desarrollo del deporte en el país, aunque el polo no es incompatible con la nieve. “Sí, se puede jugar. La nieve se compacta con unos rolos y a los caballos se les ponen dos tacos en cada herradura y juegan perfecto, no se resbalan y casi no hay problemas de lesiones porque la superficie es muy buena. En enero hay una pretemporada donde los caballos se preparan y en febrero y marzo se juega la temporada de invierno”, relata Hernán Traverso, del Club de Polo de Moscú.


Los escasos torneos del calendario de polo ruso acostumbran a convertirse en eventos de alta sociedad, donde resulta habitual cruzarse con embajadores o altos directivos de empresas extranjeras. Por eso, a pesar de no ser eventos multitudinarios, no faltan patrocinadores, habitualmente bebidas espirituosas de lujo. La Embajada Argentina en Moscú se ha erigido en un importante actor de la difusión del polo en Rusia. Además de aportar mano de obra especializada, organiza todos los años desde 2006, junto con el ‘Club de Polo de Moscú’, la Copa de la República Argentina, donde aparte de jugar al polo se aprovecha la ocasión para promocionar la marca Argentina en Rusia, con degustación de carnes y otros productos nacionales.

“Paso en Moscú alrededor de siete meses al año, dos en invierno y casi cinco en verano. Mi vida es bastante ‘campechana’, vivo en una dacha (casa de campo) a unos 15 minutos del club y me la paso principalmente entre el club y la casa, donde vivo con mi novia. También hacemos algunas salidas a Moscú, donde tenemos algunos amigos argentinos o latinoamericanos”, explica Hernán, del Club de Polo de Moscú, sobre su vida en Rusia: “Lo peor es el trafico, es realmente temible, casi dan ganas de no salir porque uno no sabe si va a tardar 45 minutos o tres horas en llegar. Lo que mas me gusta es el clima en verano y la ciudad de noche, es muy linda y hay mucho para hacer”.

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