Fuente: Museo Politécnico de Moscú
El Auditorio Mayor del Museo Politécnico está ubicado, a propósito, prácticamente enfrente del legendario edificio del KGB en la calle Lubianka. Este lugar fue una plataforma clave para la poesía rusa de principios del siglo XX: Vladímir Mayakovski, Marina Tsvietáieva y Serguéi Esenin leyeron aquí sus poemas. En la década de los 60, el auditorio se convirtió en un símbolo del deshielo de Jruschov. Los poetas “de los sesenta” se afanaban por transformar el tradicional entusiasmo social de la lírica ciudadana soviética en algo con inspiración humanista. Poetas como Andréi Voznesenski, Evgueni Evtushenko, Bella Ajmadúlina o Robert Rozhdéntsvenski salían al escenario y leían sus obras ante un auditorio lleno de público. Su inmediatez y su sensibilidad emocional conquistaban el corazón de los oyentes y se convirtieron en el símbolo de toda una época. La grabación de una de aquellas lecturas poéticas ha llegado hasta nosotros gracias a un importante filme de los años 60, titulado “Tengo 20 años”, del director Marlen Jutsíev, película que mucho después se convertiría en el manifiesto de aquella generación.
La sociedad rusa contemporánea adopta rápidamente comportamientos propios de una participación política comprometida. Las manifestaciones y eventos que han tenido lugar en los últimos meses, como el “Gran Círculo Blanco” por ejemplo, pusieron en evidencia que los actuales habitantes de las grandes ciudades rusas pueden participar en acciones públicas y sentirse vecinos entre sí. Todos recuerdan los días en los que los moscovitas se sonreían unos a otros, se saludaban, hablaban con desconocidos y simplemente gozaban con lo que estaba ocurriendo. Así, al parecer, surge en Rusia la sociedad civil. Hay que decir que en la Unión Soviética a principios de los sesenta ocurrían cosas muy parecidas.
Eduard Boiakov, director artístico del teatro “Práktica”, que simboliza la “protesta de los de abajo” en el medio cultural, y director artístico de “Politeatro”, relacionaba lo ocurrido a principios de siglo XX con los años 60 y la actualidad, y señalaba: “Mayakovski y Meyerhold soñaban con un teatro en este auditorio, pero no pudieron llevarlo a cabo debido a las carencias técnicas del escenario. Ahora, cuando la ciencia y el arte se unen en una alquimia vinculante, lo imposible se hace posible. Queremos construir un teatro de nueva generación tanto en lo tecnológico como en lo social y artístico. Para mí es un enorme honor y un desafío creativo recalar en este auditorio, entre estas paredes”.
Los escalones del anfiteatro están hechos de abedul. En el escenario, detrás del podio, se ha instalado una cámara de vidrio para hacer experimentos químicos, que a principios del siglo XX se realizaban directamente aquí, a la vista del público. Sobre un armario pende un enorme cartel: la Tabla de Elementos Periódicos de Mendeléyev. En el techo del salón se ha construido una “salida al cielo”, un cuadrado de cristal de 8 por 4 metros con una cúpula de vidrio sobre él. Inmediatamente después de su apertura, el Politécnico, ha mostrado su marcada dirección hacia el futuro.
El Auditorio Mayor es una plataforma polifónica, preparada para cualquier tipo de expresión. Su misión es mostrar nuevos pensamientos y no sólo los científicos. Las disputas son el género preferido de la audiencia. Cualquier conferencia, cualquier lectura de poemas conlleva consigo una reacción espontánea de la sala, que con frecuencia alcanza niveles escandalosos. En las conferencias de Iliá Méchnikov, biólogo laureado con el premio Nobel, hay estudiantes de humanidades, mientras que en la lecturas poéticas los que más ruido hacen son los jóvenes físicos.
En el “Politeatro” hay espectáculos dramáticos y poéticos, conciertos de música contemporánea y académica. El equipo está compuesto por actores, directores, diseñadores, músicos y poetas: Vladímir Aguéiev, Serguéi Anúfriev, Pável Artemiev, Alisa Grebenschikova, Filipp Grigorián, Ingeborg Dapkunaite, Hermes Zaigott, Oleg Gruz, Svetlana Kamynina, Mijaíl Kózyriev, Antón Kukushkin, Oleg Kulik, Vladímir Martinov, Vera Polozkova, Veniamín Smiejov, Andréi Smoliakov, Galia Solodóvnikova y Alisa Jazánova. Según dicen los autores del proyecto, “la creación del ‘Politeatro’ será una exitosa recreación de los acontecimientos de 1912 y 1962. El desciframiento del genoma humano, las nanotecnologías y el definitivo establecimiento del imperio informático, cambian vertiginosamente la realidad del Tercer Milenio e incluso el futurólogo más audaz no está capacitado para predecir el desarrollo de la civilización en un risible plazo de veinte años”.
En Rusia, el decenio de un consumo desmedido es remplazado por una nueva fase social. Comienza el tiempo de la “desintoxicación post glamour”, cuando la gente comienza a buscar apasionadamente nuevos sentidos, nuevos rostros y nuevos héroes, tanto intelectuales como espirituales. Las discusiones políticas en la red suben de temperatura. Por cierto, en el “Politeatro” continuará el exitoso proyecto poético (¿político?) “Serhumano.doc”, cuyos protagonistas serán los líderes de la industria rusa de internet: Artemi Lébedev, Antón Nósik, David Ian, Andrew Paulson, Bradley “Brad” Fitzpatrick. La lectura de poemas también seguirá. Oleg Gruz es el hombre que mejor expresa el credo del nuevo lugar: “el tiempo no es una medida física, sino un protagonista”. Vera Polozkova es la poeta de la nueva generación: desinhibida, audaz, franca.
El “Politeatro” puede ser parte de una “nueva ola”, no sólo renovadora de la vida teatral de la capital, sino de la sociedad rusa en general: los autores del proyecto eligieron un momento muy especial para su inauguración. No es casual que la reapertura del teatro estuviera marcada por el estreno de un espectáculo sobre textos de Vladímir Sorokin con el significativo nombre de “Olas”. Los retratos de los actores se colocaron sobre un fondo de fotografías de la época soviética mientras que la acción se traslada a los momentos clave de la historia de ese tiempo mediante un recurso muy absurdo: un caballo negro con un ojo blanco, como si fuera una divinidad-providente. Todo remitía a la época de la guerra fría: “Explosión a la señal o por el medidor de profundidad… explosión… y partió, partió, partió la ola… ¿cómo será?… 100 megatones… 1 megatón = 1 billón de kilocalorías… 100 billones… significa… un flujo de energía en un metro lineal de frente de ola… con un alejamiento del epicentro de la explosión en 200 kilómetros de la tierra la altura de la ola en la orilla alcanza… ¡los 80 metros! ¡Colosal! Al duplicar la altura la energía de la ola crece cuatro veces… ¡gran potencia!.. Una altura de ochenta metros… cubrirá Nueva York… Boston… qué es lo que tienen además…” Tras este delirio de un científico secreto cayó el telón. Una poderosa ola de aplausos recorrió la sala: el nuevo Politécnico revivió.
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