La Iglesia ortodoxa rusa en Venezuela

Fuente: laguiadecaracas.blogspot.com

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Comparada con las comunidades de inmigrantes colombianos, españoles, italianos, portugueses y árabes, que constituyen casi un cuarto de la población total, la comunidad rusa en Venezuela es como una gota en el océano. Sin embargo, las iglesias ortodoxas de la Santísima Virgen María en Altavista y de San Nicolás en Los Dos Caminos están entre los templos de culto más bellos de Caracas, testigo silencioso de la presencia rusa en la patria de Bolívar.

Altavista, símbolo de la Caracas rusa

En Caracas, capital de un país cuya identidad nacional se ha visto muy influida a lo largo de su historia por constantes oleadas migratorias, provenientes sobre todo de los países del Mediterráneo, no es difícil encontrar lugares que recuerden las culturas de origen de las muchas comunidades extranjeras presentes en la ciudad.

Se pueden encontrar templos de los cultos más variados: iglesias católicas, ortodoxas, luteranas, armenias, sinagogas y hasta una espléndida mezquita, la segunda más grande de América Latina. Pero posiblemente en ningún otro lugar de la capital se encuentre algo parecido, por su valor simbólico, a la iglesia ruso-ortodoxa de la Santísima Virgen María.

Construido en 1955, el templo está situado en el pintoresco barrio de Altavista, que constituye el principal legado de la presencia rusa, y eslava en general, en Caracas. En su perímetro, entre la calle Ucrania y el pasaje Riga, se encuentra también una espléndida iglesia ortodoxa ucraniana. Lamentablemente, tras la muerte de los curas que ejercían, ambos templos permanecen cerrados.

Como narra el historiador Carlos Meza, a mediados de los años 40 Altavista era un sector deshabitado de la urbanización “Catia”, al oeste de Caracas. Esta zona fue planificada y luego vendida en parcelas por su entonces dueño, el doctor Óscar Ochoa Palacios. Los compradores eran en su mayoría extranjeros, principalmente rusos, pero también polacos, ucranianos, alemanes, checos, húngaros y de otras nacionalidades que huían de una Europa empobrecida por la Segunda Guerra Mundial. El éxito fue tal que las parcelas se triplicaron y Altavista se convirtió en una verdadera Torre de Babel, en la que los vecinos oían numerosos idiomas, “incluso el español”.

Establecido en 1947, el barrio fue creciendo en población hasta alcanzar unos mil habitantes a finales de los años 50, pero hoy no quedan más que cuatro o cinco familias de origen eslavo, como nos esplica Yuri, unos de los residentes. Nacido en Caracas, de padre finlandés y madre ucraniana, Yuri nos cuenta que la mayoría de los viejos habitantes de Altavista ya ha muerto o ha emigrado al extranjero, muchos de ellos a los Estados Unidos. Gracias a él conocemos a una de las figuras históricas del barrio, el doctor Jorge Hartmann. Su padre, un ingeniero lituano, fue el constructor de la primera iglesia ortodoxa del lugar, un pequeño templo de madera que hoy está tratando de restaurar después de haber estado cerrado durante años.

La Iglesia de San Nicolás en Los Dos Caminos

No lejos de Altavista, en la urbanización de Los Dos Caminos, hay otro magnífico ejemplo de la Iglesia ortodoxa rusa en Venezuela: la iglesia de San Nicolás. De color blanco y con las típicas cúpulas de cebolla verdes, la iglesia se construyó en 1954 con fondos provenientes de Estados Unidos, y se trata de un templo dependiente de la Iglesia ortodoxa rusa en el Extranjero, como recuerda una de las señoras que acuden a la liturgia del domingo.  

Fachada de la Iglesia de San Nicolás. Fuente: stnicholascenter.org
Hoy en día el cisma entre el Patriarcado de Moscú y la Iglesia del Exterior ha sido superado, aunque ésta sigue manteniendo su independencia en materias pastorales, educacionales y administrativas, ejerciendo su jurisdicción sobre más de cuatrocientas parroquias alrededor del mundo.

En su interior, la Iglesia de San Nicolás ofrece iconos y pinturas de excepcional belleza, alabados en los días de rito por una docena de devotos, en su mayoría rusos. Algunos de ellos son hijos de los primeros habitantes de Altavista aún residentes en Caracas, entre los cuales se ha preservado tanto el conocimiento del idioma de sus padres como la fe ortodoxa.

Las perspectivas de futuro de la Iglesia ortodoxa rusa en Venezuela

Aunque el número de creyentes se haya reducido, el fortalecimiento de los lazos económicos, políticos y culturales entre Caracas y Moscú abre nuevas perspectivas para el desarrollo del patrimonio religioso de la pequeña comunidad rusa en Venezuela, constituida hoy en día por unos pocos centenares de personas, en su mayoría empleados de empresas rusas operantes en el país.

En octubre de 2008, en el marco del programa de Jornadas de Rusia en América Latina, el entonces Metropolita de Smolensk y Kaliningrado y hoy Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, Kirill Gundiaev, se reunió en Caracas con el presidente venezolano Hugo Chávez. El encuentro fue calificado de “histórico” por el mismo Gundiaev, y dio a ambas personalidades la posibilidad de discutir sobre las transformaciones sociales que han tenido lugar tanto en Rusia como en Venezuela, fortaleciendo el “proceso de consolidación de las relaciones fraternas entre las dos naciones”.

En esa ocasión, la autoridad ortodoxa destacó el interés del presidente Chávez en la construcción de una catedral de la Iglesia ortodoxa rusa en Caracas. “Nosotros tenemos iglesias pequeñas en Venezuela, pero el señor presidente nos propuso elaborar una estrategia para construir una verdadera catedral, de tal envergadura y cualidades arquitectónicas que sean adecuadas al altísimo nivel de nuestras relaciones”, dijo Gundiaev.
Sin embargo, hasta que el templo prometido por Chávez no se construya y se restaure la iglesia del doctor Hartmann, la pequeña comunidad ruso-ortodoxa de Caracas tendrá que contentarse con la Iglesia de San Nicolás, en cuyo interior hay todavía espacio para acoger a todos aquellos que se sientan atraídos por la fe de Bizancio en esta lejana, pero acogedora tierra de Latinoamérica.

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