Samba (Anzhi) despeja un balón delante de Pavlyuchenko (Lokomotiv). Fuente: fc-anji.ru
La semana pasada la federación tenía programado un encuentro con prensa para presentar el logo del Mundial, evento al que asistió el ministro de Deporte, Vitaly Mutko. Sin embargo, dadas las circunstancias, la presentación se convirtió en un monográfico sobre el racismo. “Sucede en todo el mundo. Podría nombrar docenas de países con incidentes similares, Rusia no es una excepción. Castigamos a los responsables y a los clubes. Esos son los hechos. En general el racismo en el fútbol ruso no es tan grave”, respondió Mutko. “Puedo asegurar que dentro de los preparativos para un evento global como la Copa del Mundo está el esfuerzo por erradicar el problema del racismo. Queremos transmitir una imagen positiva de nuestro fútbol, así como de nuestros jugadores y aficionados”, concluyó el ministro. Como resultado, el Comité de Ética Deportiva de la Federación anunció la semana pasada la creación de un grupo de trabajo para combatir específicamente ‘el racismo, la xenofobia y el extremismo’.
Limitaciones legales
Preguntado al respecto, el jefe de comunicación de la liga rusa, Sergei
Alekseyev, aludió a un problema de limitación legal: “Un estadio de fútbol es
un recinto democrático. La policía puede impedir la entrada con bengalas, pero
no podemos confiscar plátanos”. Sin entrar en la connivencia de aficionados y
policía, la normativa del fútbol ruso es en sí misma laxa con este tipo de
incidentes. En caso de atrapar al responsable, la sanción que se le podría
aplicar sería ridícula, al menos con la legislación en la mano.
Paradójicamente, quien podría ser sancionado por el incidente sería el propio
jugador, Samba, pues lanzó el plátano de vuelta a la grada, lo que está
tipificado como una agresión al público. El Comité estudia el caso y Samba se
enfrenta a una posible multa económica.
El incidente en el Lokomotiv-Anzhi desató a lo largo de la semana una tormenta
de declaraciones cruzadas entre ambos clubes. La dirección del equipo moscovita
negó los hechos en primera instancia y después, tras un supuesto informe, los
atribuyó a aficionados visitantes. “Estuve en el estadio el domingo y puedo
decir que no hubo incidentes. La conducta de nuestros aficionados fue ejemplar
durante y después del partido. De hecho, contamos con varios jugadores de color
en nuestro equipo y nunca habíamos tenido esta clase de incidentes”, declaró la
presidenta del Lokomotiv, Olga Smorodskaya. “No diré que su respuesta es un
completo sinsentido, pero sí que es propia de una mujer”, contestó German
Chistyakovel, vicepresidente del Anzhi, que exigió pruebas de la acusación y
una rectificación pública, caso contrario denunciaría al Lokomotiv. No hizo
falta. Finalmente la sangre no llegó al río. Ambos clubes se pusieron de
acuerdo (mediación federativa de por medio), condenaron los hechos en un comunicado
conjunto y prometieron colaboración.
Anzhi, blanco habitual de los incidentes
Pese a que buena parte de los conjuntos de la liga rusa tienen uno o varios
jugadores de color en su plantel, prácticamente todos los incidentes racistas
registrados en el último año han tenido como blanco al mismo equipo, el Anzhi. Por
una parte, el club despierta envidia por ser el nuevo rico de la competición,
un proyecto artificial basado en la inversión directa de un oligarca, Suleyman
Kerimov. Por otra parte está el componente político, pues se trata del equipo
de Daguestán, la región más conflictiva de Rusia (sino de toda Europa), de
mayoría musulmana, con aspiraciones separatistas y atentados casi a diario.
Aunque nacido en Francia, Christopher Samba tiene pasaporte congolés. Hace
solamente un mes que fichó por el Anzhi (24 de febrero) procedente de la liga
inglesa, convirtiéndose en el noveno jugador de color de la plantilla:
“Me entristece que los niños que asistieron al partido tuviesen que ver algo
así y me preocupa el mal ejemplo que pudieron llevarse. Este tipo de escándalo
suele tener como origen el comportamiento de una sola persona estúpida. Procuro
no pensar en el racismo, prefiero verlo como un hecho aislado y no como un
problema generalizado. Quizá me equivoque, pero no quiero creerlo”.
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