¿Dónde está mi corazón?

Cuando hace poco me puse a escribir este texto no tenía ni idea de que en ese mismo instante, en su hacienda situada en los suburbios de Rimini se estaba muriendo Tonino Guerra. Mientras tanto, en mi artículo aludía a su obra creativa y mencionaba su gran amistad con Rustám Jamdámov. Así pues, sin analizar qué puede significar lo que pasó, me gustaría dedicar el texto a la preclara memoria del señor Guerra. Este artista tenía muchas cosas en común con Rusia. Fue un gran conocedor de nuestra cultura y colaboró con Andréi Tarkovski; el mayor fruto de su colaboración fue en el film “Nostalgia”, que analizaré en mi próximo texto en este blog. “A los muertos, igual que a nosotros, les hace falta el aire y la felicidad de los pájaros”, escribió Tonino Guerra en su ensayo titulado “A propósito de los cementerios”. Que este extraordinario guionista y poeta adquiera estos simples y verdaderos gozos en su último refugio, mientras nosotros no nos cansaremos en agradecerle su fecunda vida y estas u otras preciosas palabras escritas por él, las que siempre harán “temblar nuestros corazones de dolor y de alegría”.

“Mi corazón está en las tierras altas”


Tras el éxito y los premios de la película “muda” de Michel Hazanavicius, “The artist”, me gustaría hablar de un cortometraje, uno de las más grandes en su género, y que también es mudo. “Mi corazón está en las tierras altas” es una cinta filmada en el año 1967 y establece unas curiosas, o lógicas, similitudes con el ganador de los Oscar de 2012. Solo que carece de la típica historia hollywoodense, o norteamericano en general, de “nuesta hermana Carrie”: una joven que, ligera y virtuosamente danza por la vida, sube volando hasta llegar a alcanzar unas tierras verdaderamente altas. Todo esto con una revolución tecnológica resonante de fondo... Pero aún así, la película de Jamdámov no carece de danzas y canciones. También está presente el tema de un artista solitario, olvidado por todo el mundo, que, confiando en su caducada grandeza, no quiere bajar de las nubes y seguir trabajando. Aparte de todo esto, en la cinta aparece un ilustrador con su piano, cuyo papel representa el propio director de la película, Rusatam Jamdámov.

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El argumento del film, con toda su sencillez aparente, es completamente idéntico a las escenas de las populares películas de los años 60-70 del siglo pasado, sobre un artista. Entonces se seguía el modelo de Fellini, que en su cinta “8 ½” mostraba virtuosamente la crisis creativa que absorbe a un director, que es un mero artista. En el cine soviético los directores más grandes, Tarkovski, Shengueláya entre otros, tratan de ejemplificar los destinos difíciles de Nico Pirosmani, Andréi Rubliov o Sayat-Nova... Aquí, en la película de Jamdámov, encontramos los mismos matices semánticos de dicho sujeto: el tema de la soledad trágica del un artista, del genio no reconocido que no cabe dentro de cualquier estructura social, como también el vagabundeo por el mundo en busca del ideal que existe fuera del propio mundo, detrás de las nubes. Pero si los autores de grandes “cuadros” estudian ese tema con una seriedad escrupulosa y una rigidez en la manera de plantear la cuestión, los directores de la Universidad Panrusa Guerásimov de Cinematografía (VGIK) junto con el camarógrafo Vladímir Diakonov – Rustám Jamdámov y Inessa Kiseliova se deslizan por la misma partitura con la facilidad de un ilustrador de cine mudo que improvisa. Esta película fue el debut del director Jamdámov. Y además también escribió el guión original (encubierto por la referencia al cuento de William Saroyan), inventó unos diálogos graciosos y absurdos, creó los decorados y el vestuario, además escogió a todos los actores.

“-¿A qué se dedica tu padre?

- Mi padre está componiendo poemas. No hace nada más. Es uno de los poetas desconocidos más grandes del mundo.

- ¿Cuándo va a cobrar dinero?

- Nunca. No se puede ser grande y cobrar por esto.”

En la Unión Soviética la película nunca se estrenó, a diferencia de los films de Tarkovski, Murátova o Jutsíev, esta cinta ni tan siquiera fue condenada a ocupar un “lugar tranquilo” en las estanterías del Filmofond. Lo que ocurrió con ella fue una historia casi detectivesca. Robaron el negativo de la filmoteca del VGIK, y sólo quedaron sus copias. Durante muchos años Jamdámov sufrió una emigración interna, quedándose fuera del cine oficial y trabajando en diferentes artes plásticas. Era escenógrafo, creaba vestuario para teatro, ballet, e incluso para las casas de la moda occidentales.

Hoy en día se habla de Jamdámov como de un extraordinario artista de las artes plásticas, un “conservador” de las tradiciones del Siglo de Plata. Sus cuadros están expuestos en la Galería Tretiakov, en el Museo de Norton Dodge y en muchas colecciones privadas tanto en Rusia como en el extranjero. Para no tener que añadir nada más, me limito a mencionar las palabras de Luchino Visconti en el momento de su muerte, que estaba acostado en un cuarto con dibujos de Jamdámov colgados en las paredes.

“Sabe, hace mucho tiempo a mi amigo Tonino Guerra se le ocurrió escribir un guión sobre unas personajes que tenían unas profundas ganas de alejarse volando a otros mundos en un aeróstato. Un día, estos personajes estaban en el mercado oriental y de casualidad se engancharon a una alfombra. Acabaron por deshacerla entera desenrollando el hilo. Antonioni estuvo a punto de empezar a rodarla en el año 1975. Viajé con ellos dos a Tashkent y a Jiva para escoger un lugar para empezar el rodaje. Recuerdo que a Antonioni Jiva le pareció un lugar mágico, pero se negó a filmar allí diciéndome que aquella gente no necesitaba que hicieran un cuento sobre ellos, ya que todos ellos son magos.” Esta cita la extraje de una entrevista que Rustam dio en una de sus exposiciones individuales en Petersburgo. Jamdámov es un uzbeko étnico y también es un mago, un prestidigitador del cine.

En el año 1995 Jamdámov ganó un premio de la prensa cinematográfica. El premio se titulaba “El siglo del cine: al director y artista que adelantó el tiempo, al creador de una nueva estética, así como de un nuevo estilo cinematográfico”. La película “Mi corazón está en las tierras altas” se tiene que ver como un cuadro del Renacimiento. Cada cuadro del film es una obra maestra, cada réplica da en el blanco. Voy a decir un par de palabras sobre la trama de la cinta. Es de madrugada en la ciudad. La mañana empieza bajo acordes parecidos a los que Chaplin había compuesto para sus películas mudas. Después, parece resonar de fondo Jean Renoir: el mar, unos tranvías, un piano puesto sobre el adoquinado de la calle... Luego entran unos acordes de una improvisación de jazz, que rima bien con la cara morena de la vendedora de flores. Stop. Voy a tratar de hablar acerca de la trama de la película. A la ciudad llega un gran actor llamado MacGregor, cuyas canciones hacen temblar los corazones de dolor y de alegría. Pero su corazón no está aquí, se encuentra en unas preciosas y muy lejanas montañas. Entonces, un poeta, el desconocido más grande del mundo, invita a desayunar al actor...

Todo lo que va a “pasar” después lo dejo a su juicio, o más bien dicho, solo les estoy presentando un film en el cual su director, por decirlo así, anda a la caza del placer visual. La película carece de una “historia narrativa”, tampoco hay un desarrollo de los caracteres de sus personajes, para el director eso no tiene ningún valor. Rustám Jamdámov construye una composición formidable, una extraña naturaleza muerta con un interior singular, en la cual se mueven unos personajes vestidos de una forma rara. Esta extraña belleza se convierte en el significado principal de está película.

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