Drawing by Dmitry Divin
Los anticipos han sido amplios. El propio presidente electo Vladímir Putin evalúa las promesas sociales en un escaso 1,5% del PIB. Mientras que las estimaciones realizadas por respetados expertos universitarios son más altas. Asimismo, el Centro de Investigación Macroeconómica de Sberbank ha calculado la suma de todas las promesas realizadas durante la campaña electoral en un 4-5% del PIB, mientras que la agencia Fitch lo dató en 160.000 millones de dólares o el 8% del PIB en 6 años. Toda esta “gestión” potencial se añade a los compromisos adquiridos anteriormente por los políticos, de los cuales el más importante es el aumento del presupuesto en defensa (veinte billones de rublos hasta el 2020) así como el aumento salarial de los empleados de los organismos encargados de hacer cumplir la ley y las pensiones, que el gobierno no pude reducir en el futuro. Añádase a esto la necesidad de financiar grandes proyectos como los Juegos Olímpicos de Sochi, el fórum ASTES y el Mundial de fútbol de 2018.
Todo esto sería preocupante, pero no daría miedo, si la economía estuviera creciendo rápidamente y de manera sostenible. Por desgracia, el peligro de la profundización de la recesión en Europa, el duro "aterrizaje" de la economía china esperado por muchos expertos y un crecimiento económico inestable de EE UU conforman un panorama externo sumamente desfavorable para la economía rusa, tan dependiente de las exportaciones de materias primas. Incluso en las optimistas estimaciones oficiales, el crecimiento del PIB de Rusia no superará el 3-4% en los próximos años, y eso asumiendo que los precios del petróleo siguen altos en los mercados mundiales. La desfavorable situación económica internacional se superpone a una serie de bombas de tiempo provenientes de la vieja táctica de "evitar las decisiones arriesgadas e impopulares", a la que el gobierno se ha adherido en los últimos años.
Entre los temas de este tipo se encuentra la reforma de la esfera social. En primer lugar, nos encontramos con la reforma del sistema de pensiones. En los últimos años, la mayor partida de gastos del presupuesto federal ha sido para cubrir el déficit cada vez mayor del Fondo de Pensiones. La reforma de la salud y de la educación no se limita a cuestiones administrativas y de organización. Implica que haya, inevitablemente, un crecimiento de los gastos presupuestarios especialmente en aquellas áreas donde se va por detrás de los países desarrollados. Hay que señalar que ya se ha anunciado un aumento de los salarios de los médicos, maestros y profesores universitarios de las regiones hasta alcanzar la media nacional o incluso superarla. También se hizo la promesa de que a lo largo de este año la cuantía de las becas aumentaría hasta el salario mínimo. También se han hecho avances aumentando los ingresos de otras categorías de empleados estatales. Estas áreas, en especial la sanidad, deben convertirse en una prioridad. Aspectos como la esperanza de vida, las tasas de morbosidad y de mortalidad infantil en Rusia no son dignas de un país que pretende considerarse una gran potencia. Son necesarias grandes inversiones para la reconstrucción de viviendas y servicios municipales. Esta reforma se ha limitado a ser de carácter estético, y por ello, nunca se ha realizado ninguna cuantiosa inversión. Esto requiere que se tomen soluciones innovadoras, ya que cualquier demora en la reconstrucción urbana o municipal amenaza con un aumento de futuras catástrofes. Por desgracia, podríamos continuar con la lista de las áreas que necesitan una radical reforma desde hace largo tiempo. Solamente mencionaré que el gobierno, a la hora de abordar una serie de críticas cuestiones demográficas, ha elegido la forma más primitiva: los incentivos financieros para aumentar la tasa de natalidad.
Además, la rápida disminución del superávit comercial puede añadirse a la lista de cuestiones estratégicas. Rusia todavía no se ha convertido en un país atractivo para las inversiones. Es más, durante el transcurso de la crisis de 2008-2009 y en los últimos meses, ha habido una fuga de capitales a gran escala. Las declaraciones realizadas durante la campaña electoral acerca de una posible revisión de los resultados de la privatización que tuvo lugar durante los años 90, una serie de controvertidos casos penales contra los empleadores y la execrable continuación de la corrupción apenas deja esperanzas para esperar un cambio en esta tendencia. Como resultado, el posible déficit en las cuentas actuales no se verá compensado por entradas de capital. Este hecho llevará inevitablemente a una devaluación del rublo, con las consecuencias inflacionarias correspondientes debido a la alta dependencia que el mercado de consumo tiene de la importación. Al mismo tiempo, se deterioran considerablemente las expectativas para modernizar la economía mediante la importación de tecnología avanzada de los países occidentales, así como la posibilidad de pedir préstamos en los mercados de capital extranjeros.
Pagar la deuda es obligatorio. Recuerdo como hace varios años el presupuesto de Rusia se equilibraba a partir de los 30 dólares del barril de petróleo. Actualmente se necesita que el barril esté a 115 dólares. Una reducción del precio a gran escala y a largo plazo conducirá a un desastre fiscal. La tensión alrededor de Irán hace que los precios se mantengan en un nivel cómodo para el presupuesto ruso. Sin embargo, sería una locura esperar que haya un crecimiento continuo. Por otra parte, las nuevas tecnologías para la extracción y el transporte de gas, así como el desarrollo de fuentes de energía alternativa y los programas de ahorro en los países desarrollados conllevarán a una reducción de la demanda de la energía rusa a medio plazo.
En economía no existen los milagros. Para hacer frente a los inevitables problemas de presupuesto, o bien deberían disminuir los costes (lo que significa una marcada desaceleración) o aumentar la carga tributaria. La primera opción conlleva un riesgo político que las autoridades no se pueden permitir, debido al cuestionamiento de la población sobre la legitimidad del poder y la falta de consolidación de la élite. Queda la segunda opción. No es casualidad que Vladímir Putin hablase vagamente sobre “maniobras fiscales” durante la campaña electoral. Al mismo tiempo, bajo la bandera de la justicia social está lanzando a la sociedad la idea de un impuesto sobre el lujo, cuotas compensatorias por la privatización injusta, etc. Aumentar los impuestos es un camino extremadamente peligroso. Es bien sabido que para hacer negocios en Rusia, además de los impuestos, hay que pagar sobornos. Todavía no se ha hecho nada para acabar con esta situación. Asimismo, la necesaria reestructuración de la economía rusa y el crecimiento de la innovación requieren incentivos fiscales en forma de recortes de impuestos diferenciales. Recientemente tuvimos una experiencia del aumento de los impuestos sobre los salarios. Su resultado fue el colapso de la actividad económica, principalmente el de pequeñas y medianas empresas y el traslado de los emprendedores a la economía sumergida. Lo que tiene además implicaciones fiscales, entre otras cosas. Debido a la sobrecarga fiscal, la recaudación de este impuesto el año pasado fue de 300.000 millones de rublos por debajo de lo previsto.
Existe una solución global a este problema: un aumento del crecimiento económico. En principio, una liberalización de la vida económica a gran escala, junto con una reducción significativa de la corrupción y la presión administrativa de las empresas podría proporcionarlo. Sin embargo, su efecto no será inmediato. Por desgracia, las autoridades no demuestran ninguna voluntad para ir por ese camino. Temo que el desarrollo de los acontecimientos lo forzará. ¡No tardéis!
Andréi Nechayev, presidente del banco “Rossiískaya finansovaya korporatsiya” y profesor
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