Regreso a la Luna: ¿cuándo y para qué?

Dibujo de Niyaz Karim

Dibujo de Niyaz Karim

La cosmonáutica rusa en el último decenio no asombra al mundo con grandes proyectos y, más aún, con proyectos exitosos. En estas condiciones, las recientes declaraciones de Vladímir Popovkin, titular de Roskosmos (la agencia espacial rusa), sobre los planes de retorno a la Luna en 2020 provocaron no poco asombro.

Un camino por valor de 500.000 millones de rublos

Esa suma equivale a unos 17.000 millones de dólares y incluye el coste de la preparación y la realización de la expedición a la Luna en el curso de diez años. El presupuesto corriente de Roskosmos no supera los 120.000 millones de rublos (4.000 millones de dólares) anuales y gracias a la concreción del programa lunar habrá que doblarlo. En caso de adoptar el programa de investigaciones lunares a gran escala, que incluye la creación de una base permanente en el satélite, el presupuesto de la agencia tendrá que ser incrementado en seis o más veces.

Semejante crecimiento de los gastos requerirá una fundamentación muy seria y esto, quizá, sea el déficit principal de la cosmonáutica nacional al día de hoy. ¿Para qué puede precisar Rusia el retorno a la Luna?

En sí mismo, no hace falta a nadie volver a la Luna cincuenta años después del éxito de los norteamericanos y apenas puede considerarse suficiente justificación para gastos estatales tan enormes. El programa científico de investigaciones de la Luna se garantiza hoy por completo con aparatos no pilotados de distintos países. En este tema tiene también sus proyectos Rusia: a mediados de esta década deberán ser lanzados los aparatos “Luna-Glob” y “Luna-Resurs”. Uno de los resultados de estas misiones deberá ser el retorno a la Tierra de una cápsula con suelo lunar “húmedo” de las regiones polares.

Base lunar. ¿Extracción de helio o trampolín a Marte?


El envío de este suelo a la Tierra puede servir de impulso para un programa más serio. Ya se ha demostrado la existencia de grandes masas de hielo en las regiones polares de la Luna, lo que alivia significativamente el despliegue allí de una base permanente. La Luna, pese a la carencia de atmósfera, puede asegurar el oxígeno para la base (en forma de aleación su contenido en el suelo lunar alcanza el 40%). Esto convierte el costo de un programa lunar extremadamente sencillo en algo muy elevado.

Uno de los argumentos en favor de la base lunar es su utilización en calidad de trampolín para el Planeta Rojo. La menor fuerza de gravedad en la Luna alivia notoriamente el lanzamiento de una pesada nave, capaz de transportar una expedición de ida y vuelta a Marte relativamente numerosa (6-7 tripulantes) con todo el equipamiento necesario. La existencia de una base permanente permite crear en la Luna un original “astillero cósmico” en el que esta nave será armada con los bloques traídos desde la Tierra. Esta expedición podrá volver a la Luna, con el ulterior transporte de la tripulación a la Tierra en una nave que se encuentre en la base lunar.

Además, existe otra posible utilización de la base lunar. En el suelo de nuestro satélite natural se encuentran grandes cantidades (en comparación con las condiciones terráqueas) del isótopo helio-3.

La reacción deuterio+helio-3 de la síntesis nuclear se considera como un probable reemplazo de la reacción deuterio-tritio, bien conocida por los terrícolas, que se utiliza en los procesos termonucleares. Las proyecciones principales del helio-3 se encuentran en la energética termonuclear del futuro.

En caso de que la energética irrumpa en el “termoveneno”, la Luna puede resultar algo muy apetitoso y su conquista ya no será ciencia abstracta, sino una tarea económica muy concreta cuya resolución se emprenderá con ayuda de los recursos aportados por las corporaciones energéticas más importantes.

Una cucharada de acíbar


Sin embargo, los planes de Roskosmos para realizar un vuelo pilotado a la Luna hacia 2020 y la perspectiva de asimilación del satélite de la Tierra están en el aire por causas bastante prosaicas. Por desgracia, Rusia carece por ahora de un proyecto coherente de creación de una nave lunar. Esta tarea se plantea teóricamente pero en la práctica su resolución puede prolongarse mucho tiempo.

De momento, las esperanzas se centran en el programa STPP (Sistema de Transporte Pilotado Perspectivo) y con su apartado conocido en el medio profesional como Nave Pilotada de Transporte de nueva generación (NPT NG).

La elaboración del sistema está a cargo de la Corporación “Energuia”, que anunció los plazos de prueba para 2015 en el caso de la nave no pilotada y para 2018 de la variante pilotada. La práctica de las elaboraciones cósmicas nacionales de los últimos años, empero, obliga a dudar de que los plazos de “Energuia” sean respetados.

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