La guerra en torno al átomo

Barack Obama con su homólogo israelí Benjamin Netanyahu. Foto de GPO.

Barack Obama con su homólogo israelí Benjamin Netanyahu. Foto de GPO.

Israel no se decide todavía por atacar a Irán, pero eso no significa que un eventual ataque sea algo improbable. Reuters se ha pronunciado al respecto, citando a un comentarista anónimo que habló acerca de las negociaciones entre Barack Obama y el premier israelí, Benjamin Netanyahu, el 5 de marzo en Washington.

Durante la reunión con Netanyahu el presidente norteamericano subrayó: “Creo que aún queda tiempo para la diplomacia, pero en cualquier caso no descarto ninguna alternativa, ni siquiera acciones de guerra”. Pero al mismo tiempo se negó a definir la “línea roja”, que Teherán no debería cruzar.

Es difícil saber si Tel-Aviv se quedó satisfecho con los resultados del diálogo. En su discurso frente al influyente Comité Americano Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC), el primer ministro israelí declaró: “Nosotros esperábamos que la diplomacia funcionara. Esperábamos, que las sanciones tuvieran algún efecto. Pero no estamos en una situación que nos permita seguir esperando”. Y agregó: “El Gobierno de Israel no permitirá, que aquellos que pretenden destruirnos, hagan los esfuerzos necesarios para conseguir su objetivo”.

Netanyahu está claramente a favor de un ataque contra Irán, pero “sin el apoyo de los Estados Unidos no lo puede realizar”, - así comentó estas declaraciones Yevgenii Primakov, el académico ruso, que en diversas ocasiones ha encabezado tanto el servicio de inteligencia, como el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa.

Israel no comparte fronteras con Irán, siendo este último una potencia importante en la región en cuanto al poderío militar. Pero incluso con un bombardeo conjunto no sería suficiente, “ya que la aviación puede bombardear, pero la actividad nuclear, la potencia atómica se oculta en lo profundo del subsuelo. Los recursos nucleares de Irán seguirían siendo un peligro. Y las operaciones terrestres… terminarán en un desastre, porque realizarlas en Irán sería aún más difícil que como resultó en Irak”, - piensa Primakov.

En la opinión de Yurii Rógulev, el director de la Fundación Franklin Roosevelt (Centro de Investigaciones Sociales sobre USA), que funciona en base de la Universidad Lomonósov, da la sensación, de que los EE.UU. e Israel están jugando al detective Bueno y al detective Malo. “Washington tiene las posibilidades suficientes para ejercer influencia sobre la política de Israel con respecto a Irán, pero por el otro lado, las ásperas posturas de los políticos israelitas se vuelven un buen medio para presionar a Teherán”, - señala Rógulev.

Obviamente, la solución de los problemas con Irán mediante el uso de la fuerza es algo que los EEUU ven como la última alternativa. “Las personalidades oficiales en Norteamérica, que evalúan los posibles ataques de Israel a Irán, consideran que Teherán responderá lanzando contra Israel  misiles y realizando actos terroristas, dirigidos contra los ciudadanos y militares norteamericanos que se encuentren fuera de las fronteras de EEUU”, - escribe el  New York Times.

Además, probablemente estará amenazado el complejo petrolero del Golfo Pérsico.

Sin embargo - como principal consecuencia - Irán seguramente utilizaría una posible intervención en calidad de pretexto para poder violar el Tratado de No Proliferación Nuclear y de este modo legitimar la creación de armas nucleares propias. “Esto derrumbará por completo el régimen del acuerdo, que juega el rol de piedra angular en la política exterior estadounidense”, - afirma el teniente-general del servicio de inteligencia ruso, Gennadii Yevstáfiev.

Un arma atómica, es como una “Colt”, el “Gran Contrapeso”, sólo que en el aspecto internacional.

Al parecer, es un factor importantísimo, por lo que Obama reitera, que “no descarta ninguna posibilidad” en cuanto a las relaciones con Irán, y hace todas las apuestas a un eventual declive económico, cómo comunicó en enero el “Washington Post”.  Un empeoramiento de su economía nacional, producto de las sanciones, causaría una inquietud social, que debería ejercer presión sobre la administración iraní, o incluso provocaría su destitución. Mientras tanto la nueva campaña militar con un final incierto no viene a Obama nada bien en vísperas de las próximas elecciones.

A la administración iraní, obviamente, tampoco le viene bien. Pero la campaña anti Irán sí le conviene. El 2 de marzo en el parlamento iraní hubo elecciones. El próximo año se realizarán las elecciones presidenciales. Las abiertas presiones y amenazas por el lado de los EEUU e Israel se transformarían en un factor importante para la unión del electorado en torno a la clase dirigente, y las discusiones se neutralizarían con una única posición de acuerdo respecto al programa atómico.

Más aún, organizando ejercicios marítimos militares en el Estrecho o anunciando nuevas posibilidades de enriquecimiento del uranio, Teherán, al parecer, provoca a Occidente a dosificar sus reacciones bruscas que resultan útiles para de la política interna. La incógnita es cuán lejos puede llegar esta guerra de nervios en el triángulo USA, Israel e Irán.

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