Kadírov, en el nombre del padre

Foto: Konstantin Zavrazhin / Rossíyskaya Gazeta

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Figura controvertida, tanto en el deporte como en la política, el presidente del Térek Grozni es un fenómeno del mundo futbolístico, aunque su equipo lucha contra el descenso en la Liga rusa.

El 9 de mayo de 2004 explotaba una bomba bajo los asientos del palco VIP del estadio del Térek Grozni, en Chechenia, mientras se celebraba la victoria rusa en la Segunda Guerra Mundial. En la explosión, una emboscada de los independentistas, murieron cerca de treinta personas, incluido Ajmad Kadírov, el entonces presidente de la república caucásica. Un famoso teólogo que antes del inicio de la primera guerra ruso-chechena exhortaba a la población a unirse a la “guerra santa” contra Moscú, para después ir acercándose a las posiciones del Kremlin.

Ocho años después, su hijo Ramzán es el primer ministro de Chechenia y presidente del Térek Grozni. Recuerda a su padre haciendo que se graben sus iniciales en el logo del club. Se trata de la última y controvertida ocurrencia de un hombre que gusta a Putin, que organiza desfiles con el diseñador Roberto Cavalli y que se regala a la oscarizada Hilary Swank y a Jean Claude Van Damme para la fiesta de su 35º cumpleaños.

Cuando era presidente del club de boxeo “Ramzan”, Kadírov se llevó a la ciudad chechena, a golpe de talonario, al mismísimo Tyson. Sin embargo, no consiguió lo mismo con Ronaldo, el Fenómeno, a quien había ofrecido ocho millones y medio de euros por un año de contrato.

Al Caúcaso fue también, aunque solo para hacer un cameo en el banquillo, el otrora fuera de serie Ruud Gullit, que después fue excluido porque pensaba solo en mujeres y en discotecas, seguido de Maradona, Figo y Baresi, que inauguraron con un partido amistoso el estadio, Ajmad Arena, reconstruido después del atentado y dedicado a Kadírov padre.

Maradona, Figo, Bartez y otras estrellas del fútbol mundial saltaron al campo contra una representación chechena, capitaneada por Ramzán Kadírov el día de la inauguración del estadio de Grozni, el 11 de mayo de 2011.

La popularidad de Kadírov junior no conoce límites en Grozni, donde construye guarderías y escuelas. En la televisión oficial chechena se retransmiten a menudo imágenes de Kadírov distribuyendo dinero entre la gente. Ha impuesto el Islam como religión oficial y el año pasado, según informaba The Guardian, llevó a la Gran Mezquita una reliquia de Mahoma, un cuenco que fue a recoger en su jet privado y transportó después en un Rolls Royce descapotable, cubierto de tapices negros y dorados.

Acusado de violaciones de los derechos humanos y de haber construido en torno a sí un obsesivo culto a la personalidad, Kadírov quería que el Térek llegase a estar entre los grandes de la Liga rusa. Un proyecto al estilo Anzhi: sustanciosos contratos para que jugadores y técnicos se trasladasen al norte del Cáucaso. Una formidable seña de identidad para darle aún más brillo a su imagen. Pero el proyecto no está saliendo bien. El club se encuentra en el grupo de los equipos que luchan por evitar el descenso. Un fracaso poco aceptable para el “padre de la nación”, como lo llaman sus partidarios.

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