Antártida. Foto de Stephen Hudson
Geógrafo, profesor universitario, un cuerpo de 57 años y una tenacidad forjada por experiencias extremas. Mazbaev tiene una medalla de plata conquistada en los tiempos de la URSS en un rally de 5.000 kilómetros sobre hielo, desde el desierto de Betpak Dala (también conocido como “Meseta del Hambre”, en el sureste de Kazajistán) a las montañas de Tian-Shan, en la frontera con China. Ahora, en el Polo Sur ondea la bandera azul y amarilla de su país. Es un récord, el trayecto por tierra más largo en una latitud semejante.
2.308 kilómetros en 108 horas. Nada de utilizar aviones, como se suele hacer en aquellas latitudes. Absolutamente todo el recorrido se hizo en automóvil, desde la base científica rusa de Novolázarevskaya, con tres jeeps, que han zigzagueado por el desierto blanco más inhóspito que existe, desafiando los 40º bajo cero y los vientos que azotan a 100 kilómetros por hora.
Patrocinada por la Sociedad Geográfica Kajaza, la misión polar refleja también la intención del Ministerio de Exteriores de este país de firmar el Tratado Antártico, cuyo objetivo es prohibir las actividades militares en el continente blanco y reservarlo para la ciencia. Si finalmente se firma, Almati tendrá su base científica en el Polo; de momento, ya está su bandera.
Además de Mazbaev, otros seis kazajos partieron en dirección sur el 4 de diciembre de 2011. Un equipo multifuncional, compuesto por un físico, un cámara, un piloto, dos científicos y un mecánico. Este último se reveló crucial ya a 500 kilómetros del punto de partida, cuando los neumáticos reventaron por el hielo. En total, los coches se averiaron diez veces. Cada dos días, dormían resguardados por tiendas “que eran como un hotel de tres estrellas”, con sacos de dormir preparados para resistir a -65ºC.
Y 500 kilos de provisiones, que, en caso de tormentas fuertes, bastarían para sobrevivir durante un mes. Pero, más que el frío o la comida, Mazbaev ha contado que su obsesión eran las gafas de sol, vitales en el verano antártico, porque, con ese sol que se refleja por todas partes y que brilla siempre, incluso de noche, la ceguera es un riesgo real. “Después de conducir en un silencio sepulcral durante cientos de kilómetros, perdí cualquier sentido de percepción del espacio”, añadió. “Incluso empecé a tener alucinaciones, las montañas parecían rascacielos”.
Todos llegaron sanos y salvos a la meta, pero tarde. En principio, estaba previsto que alcanzasen el Polo el 14 de diciembre de 2011, para las celebraciones del centenario de la expedición de Amundsen, que presidiría el primer ministro noruego. Fue una pena que, a causa de una tormenta, los kazajos llegasen pocos minutos después de que acabase el evento. “Me he sentido como Robert Scott”, dijo el geógrafo, aludiendo a la tristeza del explorador británico que, por pocas semanas, fue vencido por Amundsen. Desilusiones polares, cosas que pasan.
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