Un loft ecológico en la gran ciudad

De la noche moscovita a misionero: Roman Sablin en su loft ecológico cerca del Kremlin. Foto de Iván Afanasiev.

De la noche moscovita a misionero: Roman Sablin en su loft ecológico cerca del Kremlin. Foto de Iván Afanasiev.

En su tarjeta de vista se leía Roman “Green” y más abajo “Party-Man”. Eso era hace dos años. Hoy es uno de los activistas medioambientales más famosos de Moscú.

Verde que te quiero verde. Converse all Stars, chaqueta, móvil y también la motocicleta e_SenD. Aquella fue por aquel entonces, mi primera impresión de Román Sablin. Me saludó en el pasillo de un piso compartido que acabaríamos alquilando juntos, me miró con ojos radiantes y casi me aplastó con un abrazo, y todo esto, a pesar de que era la primera vez que me veía en su vida. El amor al color verde comenzó tras el divorcio de su mujer. Quizás, porque el verde es el color de la esperanza, y eso era lo que Román necesitaba en ese momento.

 

Como filólogo de un pequeño pueblo junto a Novosibirsk, estaba bien colocado en una empresa dedicada a la construcción. Tenía un buen sueldo y realizaba un trabajo de “oficina”, pero aquello, de alguna manera, no le hacía realmente feliz. Abierto al mundo y en búsqueda de sí mismo, huyó hacia la noche en el mundo de las fiestas y las discotecas. Pronto aquello tampoco le bastaba. Román quería cambiar su mundo y probó en el arte. Bautizó nuestro recién estrenado hogar como “el piso del arte”. Aquí ofrecía a sus amigos vino tinto, vodka y cigarrillos, y les entretenía hablándoles de un mundo mejor.

 

Tras varios meses, habían acumulado tal cantidad de botellas de vino vacías (sobre todo verdes), que Román comenzó a apilarlas entre los bordes de las ventanas de doble filo, ya que en Rusia no existen los contenedores. Aquello molestaba a Román, y aquel fue el momento, en el que empezó a reflexionar sobre una existencia comprometida con el medio ambiente.

 

El loft ecológico en la Piatnizkaya y ahí no se quedó la cosa

 

Todas las bombillas de la casa debían hacer sitio a lámparas de bajo consumo. El hecho de que los artistas amigos de las botellas de vino no se estancaran, era un hecho extraordinario en Rusia. Un poco más tarde había bolsas de plástico en la cocina con las etiquetas “papel”, “plástico” y “orgánico”. Román separaba ahora la basura. La iniciativa perdió no obstante su sentido, porque todas las bolsas iban a parar a un único contenedor situado en el patio. Aquello, no obstante, debía cambiar.

 

Román se mudó y creó, en una antigua casa del año 1901 en la calle Piatnizkaya no lejos del Kremlin, el loft ecológico. Junto con cuatro amigos se instaló en el verano de 2010 en la espaciosa casa de cinco habitaciones. Capas de papel pintado de varias décadas hacia abajo, colores ecológicos a punto, la e_SEnD de colores y comprometida con el medio ambiente en el salón, o lo que es lo mismo, una antigua moto rusa con pegatinas soviéticas.

 

En la pared se lee en letras en mayúsculas la dirección de Internet del loft ecológico, y sobre una mesa hay material informativo para los numerosos visitantes, que quieren saber, cómo se puede vivir de manera comprometida con el medio ambiente en una ciudad donde es realmente difícil hacerlo. Todos los habitantes de la casa se afeitaron la cabeza antes de la inauguración del loft: no más champú, ergo menos consumo de agua. En el pasillo se habían colgado bolsas de tela como reto ante las omnipresentes bolsas de plástico. Los habitantes del loft acometieron la separación de la basura de manera proactiva: averiguaron, donde se podía vender en Moscú plástico, cartones y botellas vacías. Román ha encontrado su misión y ha prosperado: ahora está escuálido, luce una barba de chivo, además de unas modernas gafas cuadradas. Verdes, por supuesto. Nada de alcohol, nada de carne, nada de consumo energético innecesario, en cambio un compromiso inmenso y el deseo de cambiar el modo de pensar de los ciudadanos moscovitas.

 

Escuela de vida saludable

 

Román Sablin inició un proyecto de formación en su loft. Se trata de enseñar a jóvenes que la protección del medio ambiente es posible bajo circunstancias desfavorables.

 

Cada jueves por la tarde, los habitantes del piso citan a la Escuela Ecológica: expertos en medio ambiente, intelectuales, activistas…todos van a parar tarde o temprano al salón de la calle Piatnizkaya, donde siguen contando sus experiencias. Entretanto el espacio se ha quedado pequeño: por más que se quiera no entran más de 70 personas, y allí van cada jueves más de 100.

 

Román es ahora como una celebridad: todos los canales de televisión han estado ya allí, así como revistas y periódicos. Llaman a la puerta, cincos jóvenes entran en la casa. Vienen de Ucrania y Bielorrusia y han oído hablar mucho de la comuna ecológica. Ahora quieren ver el experimento con sus propios ojos. Una vez más, Román enseña la casa, las bolsas de tela, los cubos de basura. El fardo de paja del salón, les provoca entusiasmo, así como la ducha en el pasillo y las paredes pintadas. Y especialmente, Román. Los cinco escuchan atentamente, mientras él cuenta, como dejó su trabajo con un buen sueldo, así como trajes y corbatas, y ahora se entrega única y exclusivamente al medio ambiente. El dinero lo gana aparte como profesional libre, porque él no necesita mucho más. En mayo comienza un proyecto nuevo: una casa ecológica en el campo.

 

Sí, toda una casa, en un pueblo cerca de Moscú, con un gran jardín, energía solar, comida vegetariana, yoga y otros elementos de una vida comprometida con el medio ambiente. Allí, doce jóvenes y activistas de diferentes áreas vivirán juntos. Hasta 100 personas podrían estar en la casa, ya que para visitantes interesados siempre permanecerá la puerta abierta.

 

Allí se puede vivir una semana y aprender qué significa la eficiencia energética. Román aún busca patrocinadores, aunque él opina que la cosa pinta bien. ¿Cómo encuentra Liona, su hijo de cuatro años, el nuevo modo de vida de su padre? “Él le explica a mi ex mujer como separar la basura”, dice sonriente Roman Sablin.

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