Con el gas al cuello

Foto de AP

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En invierno hace frío, mucho frío. Si hace frío en España e Italia, imaginemos la situación en Rusia o Ucrania. Hasta hace un par de semanas, las temperaturas han sido relativamente suaves; después, ha llegado Cooper, que ha puesto los termómetros bajo cero (en Ojmiakon, en Siberia, a -54º). En realidad, es normal, ya que esta estación la nieve y el hielo son los reyes.

También es normal que se consuma más energía en las casas, en las industrias, en todas partes. Por tanto, es sorprendente que, ante una mayor demanda de gas a causa de la oleada de frío (que, en el fondo, no se puede definir como inesperada en estos meses de enero y febrero), las cosas no hayan ido del todo bien. El coloso ruso Gazprom ha tenido dificultades en responder con rapidez a este aumento de la demanda. Cuestiones técnicas, se dijo.

“Hacía demasiado frío en Rusia, en Ucrania y en los países limítrofes: era físicamente imposible enviar todo el gas que se solicitaba, pero ya ha pasado lo peor”, ha afirmado el portavoz de Gazprom, Serguéi Kuprianov, tranquilizando a los que, en Europa occidental, han tenido “problemas de riego”.

Vladímir Putin ha recogido el guante. Ocupado en el frente doméstico con la campaña electoral para los comicios presidenciales del 4 de marzo de 2012, en el frente internacional ha explicado que un invierno cálido y seguro para toda Europa pasa por los nuevos gaseoductos, como Nordstream (que acaba de empezar a funcionar y que le está echando una mano a Alemania en su paulatino abandono de la energía nuclear). El arquitecto de la seguridad energética continental barre para casa, naturalmente, pero no se equivoca cuando dice que Rusia es un socio fiable (desde los tiempos de la Guerra Fría) y que las nuevas tuberías serán útiles para todos.

La realización de Southstream, visto que ahora mismo Nabucco está en las últimas, es la segunda mitad de la obra que Moscú necesita para dar un rodeo evitando la Mitteleuropa (Ucrania, entre otros) considerada insegura. Los nuevos gaseoductos de marca Gazprom dejan con las dudas a los que subrayan la excesiva dependencia de Rusia. Sin embargo, habría que preguntarse cuáles serían las ventajas de terminar en brazos de Turkmenistán o Irán.

La realidad es que no se podrá prescindir del gas ruso en los próximos decenios; lo que hace falta discutir son las condiciones. Y también, sobre todo en el sur de Europa, concentrarse en la diversificación de las fuentes energéticas, partiendo de las renovables.

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