El pasado fin de semana el grupo argentino volvió a visitar la capital rusa y por primera vez se presentó sólo en su versión instrumental.
En vísperas del concierto en la Sala Chaikovski de Moscú, los solistas del Sexteto Mayor concedieron una entrevista a Rusia Hoy durante la cena en un local argentino. Los músicos recién habían llegado a “Moscú cubierta de nieve”, como cantaba Agustín Magaldi, y sometida a un frío de veinte grados bajo cero. Pero no fue eso lo que más les impactó. Se llevaron una gran sorpresa al escuchar en un restaurante de la capital música clásica en vivo interpretada por jóvenes profesionales de un gran nivel.
Mario Abramóvich, reconocido violinista y veterano del Sexteto Mayor, de 86 años, integrante del grupo desde su fundación en 1973, compartió con nosotros sus recuerdos sobre los anteriores viajes a Rusia y su vida entregada plenamente al tango.
¿Recuerda el Moscú de 1996?
Si, he notado un gran cambio desde entonces. Moscú ya no parece la misma ciudad. Todo es distinto y mucho mejor. Pero lo que más me alegra es que para viajar a Rusia ya no me exigen tantos papeles como antes. Cuando hicimos el primer viaje hasta tuvimos que fotografiar nuestros instrumentos para conseguir visa. Ahora ya no hacen falta ni papeles ni visas. Me resulta difícil creerlo.
¿Cómo le recibió el público ruso en sus anteriores visitas?
Con mucho cariño. Vino mucha gente. Recuerdo que compré un violín en Moscú. Pero no lo toqué nunca. Tengo otro y, aunque lo rompí en Finlandia cuando me caí caminando por la nieve, lo reparé y lo sigo tocando. No me atrevo a tomar el violín ruso, lo tengo guardado como un recuerdo.
¿Por que eligió esta profesión?
No la elegí, la eligieron mis padres, me obligaban a ir a las clases de música aunque no tenían nada que ver con esta profesión. Mi padre era un fabricante de gorras. Era un ucraniano que emigró a Argentina en 1905 cuando empezó la guerra ruso-japonesa. Así que tanto Ucrania como Rusia son países muy especiales para mí. Pero nunca llegué a tocar en Ucrania…
Me siento infinitamente agradecido a mis padres por haber hecho este esfuerzo. Si no fuera por ellos, nunca habría podido conocer todo el mundo.
Ustedes viajan mucho. ¿Cómo aguanta este ritmo de vida tremendamente duro?
Hubo una época cuando viajamos todos los meses durante 28 años seguidos. Fue duro. Pero entonces estaba viva mi esposa y me la llevaba conmigo. Ahora que ya no está, me encuentro solo. Tengo nietos y bisnietos pero en casa me siento solo. Prefiero viajar.
¿Qué lugares le faltan por descubrir?
Quiero ver África y la India. Me gustaría tocar allí.
Lo que ha hecho y sigue haciendo tiene mucho mérito...
Pero preferiría tener menos mérito y ser más joven (se ríe).
Para Horacio Romo, el joven bandoneonista y actual director del Sexteto, ésta ha sido su primera visita a Rusia.
¿Cree que en Rusia existe un interés especial por el tango?
Creo que en todos los lados del mundo hay un interés especial, sea un lugar grande o chiquito. Tal vez, no siempre haya muchos conciertos de tango, y es normal, el tango es para un público reducido. Pero teniendo en cuenta las dimensiones de Rusia si resulta que al 1 % de la población del país le gusta el tango, ya sería mucho.
¿Los músicos de otros países pueden competir con los argentinos en la interpretación del tango?
Claro, pero para conseguirlo deberían vivir en nuestro país (se ríe). En Argentina hay una violinista ucraniana que toca en las mejores orquestas de tango. Y lo hace muy bien. Los músicos aquí son de excelente nivel. Para fortalecer la idea, el estilo y la forma del tango deben compartir su experiencia con otros músicos, necesitan una continuidad de charlas y ensayos. Es como aprender a hablar otro idioma.
¿Dónde el público les recibe mejor?
Hay países donde que los aplausos durante el concierto son muy tímidos, como en Finlandia, Noruega, Suecia, es decir, en países nórdicos, pero cuando terminamos de tocar, los aplausos no cesan. En los países de Sudamérica el aplauso es contínuo. Así que el resultado es el mismo: la gente sale del concierto apasionada con el tango. Éste es nuestro objetivo como músicos. Tango significa entregar el corazón, no guardarse nada como cuando uno está enojado o enamorado. Es una entrega total.
¿Cúal es su prioridad como músicos, llevar el tango al extranjero o interpretarlo en casa?
La prioridad es hacer nuestra música en Buenos Aires. El Sexteto Mayor viaja todo el tiempo, pero nuestra intención es siempre volver a la Argentina y tocar allá. ¿Por qué llevamos nuestra música por el mundo? Es una cosa que no se puede evitar. Ahora mismo estamos aquí porque nos conocen y nos invitan a Rusia. Es la cuestión de dar lo que uno tiene. Tango es la “bandera” de Argentina. Queremos también mostrar nuestro país a través de la música.
Ahora ha aparecido el tango electrónico. A mí personalmente no me gusta pero es más fácil de “exportar” que el tango tradicional, se lo puede escuchar en cualquier bar. Así que, de esta forma, el tango electrónico ayuda al tango tradicional y viceversa.
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