Juego con bolas de nieve

Junto con la ola de gripe una ola de protestas ha inundado Rusia. Desde principios de diciembre, tras el anuncio de los resultados de las elecciones parlamentarias, ha subido la temperatura de los mítines y las acciones “a favor” y “contra” el régimen existente. El 4 de febrero hubo protestas en varias ciudades de Rusia, y también en algunas capitales europeas. Aunque el líder, por la cantidad de manifestaciones, fue Moscú, donde hubo hasta cuatro diferentes. Para tener una idea de quién es el culpable de los males de Rusia, sólo había que levantarse a las 10 de la mañana y estar preparado para pasar cinco horas a -20ºC. Efectivamente, ¿qué otra cosa se puede hacer un sábado?

Entonces, empezamos por la capital. En Moscú hubo cuatro manifestaciones autorizadas: en las plazas Bolótnaya y Púshkinskaya, en la avenida Sájarov y en la colina Poklónnaya. Tenía en las manos una minuciosa descripción de cada una de ellas y podía elegir la que quisiera. Lo más importante era no liarse.

Para las 12.00 tenía que haber empezado el mitin a favor de Putin en la colina Poklónna bajo el lema “Tenemos algo que perder”, y el del partido LDPR  dirigido por Zhirinovski en la plaza Púshkiskaya.

A las 13.00 la oposición comenzaba su marcha desde la plaza Kalúzhskaya hasta la plaza Bolótnaya, donde han terminado las cuatro manifestaciones autorizadas a favor de “Unas elecciones limpias y justas”. 

Y las 14.00 estaba programado que empezara en la avenida Sájarov un mitin “Por la democracia y unas elecciones limpias y justas”, organizado por el empresario y político Konstantín Borovoi y la defensora de los derechos humanos, Valeria Novodvórskaya.

En la elección entre la acción progubernamental en la colina Poklónnaya y la de la plaza Púshkinskya, de los seguidores de Zhirinovski, me decanté por la primera opción.

Colina Plokónnaya: “¡Tenemos una sociedad civil!”


Después de que el alcalde de la ciudad diera su autorización para que la oposición celebrase su marcha por el centro de la ciudad, entre las plazas Kalúshnaya y Bolótnaya, los partidarios de Putin, actual primer ministro y candidato a la presidencia, decidieron organizar una contramanifestación. En la marcha participaron varias organizaciones juveniles afines al Kremlin, trabajadores del sector público, veteranos y organizaciones cosacas.

La salida de la estación de metro “Parque de la Victoria”, no lejos del lugar del mitin, estaba atestada de gente desde las once y para subir la calle se necesitaba casi media hora. Como la gente estaban muy junta, muchos comenzaron a sentirse mal y se ayudaban unos a otros para llegar a la salida. En la calle había aparcados varios autobuses escolares y detrás del cristal, en algunos de ellos se podía leer “Voronezh”, “Kaluga”, ciudades cercanas a la capital.

Autobuses escolares

Últimamente, en los medios de comunicación de Rusia ha aparecido gran cantidad de información, según la cual hay muchos ciudadanos a los que se les ha obligado a ir a Poklónnaya, bajo amenaza de despido. Se desplazan en autobuses desde ciudades situadas alrededor de Moscú y, generalmente, son trabajadores de organizaciones estatales, como “Correos de Rusia” y “Sberbank”

- Perdone, ¿y esto qué es? ¿Es usted responsable en que la gente venga a la manifestación?, - pregunté a la que dirigía a un grupo de mujeres que salía de un autobús.

- ¡Yo no respondo a nada!, - me chilló la mujer y salió corriendo, llevándose consigo al grupo.

A mi lado pasó un grupo con un cartel en el que se leía “Putin: nuestro presidente”. Gritaban: “¡Estamos a favor de Putin! ¡Tenemos una sociedad civil! Nosotros, empleados del metro!”.

¿Será verdad que la mayoría no viene voluntariamente?, me dije aprovechando una pequeña pausa.

- Vete a tu Bolótnaya, si no te gusta lo que hay aquí. Y además, ¿tú no estás aquí haciendo un trabajo para la redacción? Entonces, tampoco estás voluntariamente, así que quéjate, - respondieron los empleados del metro.

El mitin a favor de Putin comenzó sin retraso. No había ningún símbolo de “Rusia Unida” a la vista. El primero en tomar la palabra fue Serguéi Kurguiyan, politólogo y líder del movimiento patriótico de izquierdas “El sentido del tiempo” y, después, el periodista afín al Kremlin Mijaíl Leontev. ¿Por qué Kurguinyan, que hace no mucho equiparó a Putin con Berezovski, decidió participar en un mitin a favor del primer ministro? Él mismo lo explica de manera sencilla: “¡Nos les vamos a dejar que destruyan en país!”. Después habló el escritor Nikolái Starnikov que llamó a votar “al único candidato que no va a la embajada de EE UU”, aunque en realidad no diera ningún nombre.

Putin y Berezovski

El club “El sentido del tiempo”, liderado por Serguéi Kurguinyan, organizó un mitin en Vorobiovi Gori de Moscú, bajo el lema “Los rábanos de Londres son tan amargos como los de San Petersburgo”, algo así como “Tanto monta, monta tanto”, equiparando a la oposición, la que según Kurguinyan recibe apoyo financiero de EE UU y el Reino Unido, y particularmente, del oligarca y refugiado político instalado en Londres, Borís Berezovski, con el primer ministro Putin y a su círculo más cercano. Se refirió a ambos como “grupos criminales organizados”.

Había gran cantidad de gente, los manifestantes empezaron a calentarse con el alcohol que habían traído. Yo, con la misma velocidad me dirigí hacia la salida, desde el escenario resonaba la frase “Paremos la peste naranja”. Una de las reivindicaciones de los manifestantes, que el propio Vladímir Putin ha apoyado activamente, ha sido “parar la 'revolución naranja' en Rusia”. “La revolución naranja” a la que a menudo se referían los participantes en el mitin a favor del Kremlin alude a la revolución pro-occidental que tuvo lugar en Ucrania en 2004.

La voz del periodista Maxim Shevchenko retumbó desde el escenario: “Aquí nos hemos reunido los que estamos a favor de Putin. Aquí estamos quienes quieren que se oiga la orden del pueblo. Odiamos la arbitrariedad de los burócratas, odiamos la arbitrariedad de los funcionarios. Necesitamos un desarrollo democrático. Putin debe continuar con ese desarrollo”.

Mientras tanto, he bajado al metro y temo que no voy a llegar a tiempo al siguiente destino: la plaza Bolótnaya.

Plaza Bolótonaya: “¡Putin el que no bote! Putin el que no bote!”


El candidato a la presidencia Mijaíl Prójorov encabezaba uno de los grupos que iba desde la plaza Kalúzhkaya a Bolótnaya. Completamente helados, los miembros del comité organizador de Prójorov repartían chapas y bufandas blancas con sus símbolos, que por cierto, me vinieron muy bien.

“¿Qué tienes ahí? ¿Un termo? ¡No se puede pasar con un termo!-, me paró un policía en el detector de metales.- Es muy fácil colar una bomba desmontada. ¡Un, dos, y pa' dentro”. El sargento de policía Dmitri Akimov repartió entre sus subordinados unas bufandas blancas que acaba de coger y en las que se lee “Mijaíl Prójorov”. “¿Y qué?- se ofendió al notar mi vigilante mirada.- Todos somos personas, todos tenemos frío. Mira, coge una bufanda también. Pero el termo déjalo aquí, ¿entendido?”.

Así me quedé sin termo. Junto a mí, unos nacionalistas, aparentemente felices, juegan al badminton para calentarse. Poco después saltan al grito de “¡Putin el que no bote! ¡Putin el que no bote!”. Entre la muchedumbre se corrió la voz de que Mijaíl Prójorov iba mano a mano con su hermana al frente la columna de personas. A pesar de que la manifestación aune a todo tipo de partidos, desde la “ultraderecha” a la “izquierda radical”, muchos empiezan a decir que ya han elegido a su “candidato”, el que encabeza la columna. Aunque también es cierto que hay gran cantidad de indecisos.

“Estoy seguro de que Putin se va seguir como presidente. No podemos cambiar nada de manera radical. Pero su política, va a tener que cambiar. No es tonto, tiene que dirigirla hacia otro nivel de legitimación...”, comparte su opinión Serguéi, un joven empleado de banco. La primera fila de los resfriados manifestantes llegó, finalmente, hasta el escenario. Aunque entre ellos se encontrasen Alexéi Navalni, blogger y abogado que ha denunciado la corrupción, Mijaíl Prójorov, candidato a la presidencia o el exministro de finanzas Vladímir Kudrin, ninguno de ellos subió al escenario. Muchos de ellos explicaron que no deseaban convertir una manifestación cívica en un acto político. Le dieron la palabra, como si se tratase de una pequeña revancha, a Grigori Yavlinski, líder del partido “Yábloko”, que una vez más no ha conseguido el mínimo número de firmas (2 millones) para registrase como candidato presidencial. Debido a ello se añadió un punto más a la resolución adoptada por la oposición: registrar la candidatura de Yavlinski a las elecciones del 4 de marzo.

También subieron al escenario la ecologista Evguenia Tsirikova y el opositor Vladímir Rizhkov. Frente a ellos aparecieron el presentador de televisión Leonil Parfenov, el cantante Yuri Shevchuk, el activista Ilia Yashin que exigen que se devuelvan las elecciones al pueblo y se desmantele la autocracia. Pocos días antes, Mijaíl Gorbachov había hablado de los mismo.

“Dicen que es una revolución de abrigos de visón, y de los presentes, ¿quién tiene uno?” , preguntó indignado el activista de izquierdas Serguéi Udaltsov. “Yo”, sonó una voz de mujer entre la muchedumbre.

“Somos como una bola de nieve. Caemos por una pendiente, pero mientras tanto, crecemos”-  me dice ambiguamente una de las manifestantes mientras me sirve té caliente de su termo, que ha conseguido colar. Un joven, con ropa de snowboard, empieza a jugar con las bolas de nieve. Los -22 ºC nos espantan a todos. Dejo de sentir los dedos de la mano y decido olvidarme de la sociedad civil y empiezo a preocuparme por mi propia salud.

Protestas en Moscú: aritmética

Mientras tanto, estaba a punto de terminar el mitin del partido LDPR en la plaza Púshkinskaya. En vez de reunir a 5.000 personas, como tenían previsto, juntaron a unas 1.000. Vladímir Zhirinovski, fundador y líder del partido, candidato por quinta vez a la presidencia, prometió desbancar al Guennadi Ziugánov, líder de los comunistas, y alcanzar la segunda vuelta en las elecciones del próximo 4 de marzo. En su discurso criticó tanto a los organizadores de las manifestaciones en la colina Plokónnaya como en la plaza Bolótnaya, afirmando que “actualmente dividen al pueblo entre los peterburgueses y Bolótnaya”.

Cada comité organizador consideró que era su deber poner una serie de calentadores de agua con té caliente para los manifestantes. “A diferencia de las otras manifestaciones, vamos a tener cuarenta calentadores con té caliente, tanto con azúcar como sin él. Así todos se podrán calentar”, se jactó el organizador de la última manifestación, Konstantín Borovoi, que se negó a participar en la marcha de la oposición porque no deseaba ir junto con los imperialistas ni los comunistas. Lo cierto es que el té no ha ayudado a los organizadores de la marcha en la avénida Sájarov, Borovoi y Valeria Novodvórskaya. En lugar de los 30.000 planeados, han reunido a 150 personas. En cuanto a las cifras de las dos acciones más mayoritarias, la de Poklónnaya a favor de Putin y la de la oposición en la plaza Bolótnaya, difieren, como siempre.

Han tenido lugar en Moscú una serie de acciones de masas, y en total, han participado alrededor de 200.000 personas. Sin embargo, los recuentos oficiales y los no oficiales difieren sustancialmente. Según la policía, en la plaza Bolótnaya se han reunido alrededor de 33-34.000 personas. En cambio, los organizadores de la marcha “Por unas elecciones justas y limpias”, hablan de no menos de 120.000. Por su parte, en la colina Poklónnaya, según la policía había cerca de 138.000 personas. La versión no oficial ha hecho un recuento de no más de 35.000 manifestantes.

Mientras tanto, según la agencia Interfax, la policía ha levantado acta contra una de las organizadoras del mitin a favor de Putin, la militante del partido “Patriotas de Rusia”, Nadezhda Koneeva. Posiblemente tenga que asumir una responsabilidad administrativa y una multa por irregularidades en la realización de manifestaciones.

Sin embargo, como explica Interfax, el jefe del gobierno ha explicado que está listo para ayudar en el pago de la multa. “Que los organizadores no se pongan nerviosos. Estoy listo a hacer una contribución y, en parte, me solidarizo con ellos ante la ley”, declaró Putin.

La multa

De acuerdo con el artículo 20.2 del Código de la Federación Rusa sobre la infracción de leyes administrativas, la transgresión del orden establecido en la organización de reuniones, mítines, manifestaciones, marchas y piquetes se castiga con una multa administrativa de 1.000 a 2.000 rublos (25 a 50 euros) a los organizadores

 De acuerdo con el artículo 20.2 del Código de la Federación Rusa sobre la infracción de leyes administrativas, la transgresión del orden establecido en la organización de reuniones, mítines, manifestaciones, marchas y piquetes se castiga con una multa administrativa de 1.000 a 2.000 rublos (25 a 50 euros) a los organizadores

Tras el mitin en Boloótnaya, Vladímir Rizhkov explicó: “Tengo la sensación de que esta no va a ser la última gran manifestación. Estuve en el escenario y sentí la energía de la gente. Si a -20ºC hemos reunido a 120.000, entonces a +20ºC habrá medio millón. Está bien que no hagamos manifestaciones a menudo, durante ese tiempo la gente recarga energía”.

La siguiente marcha de la oposición está planificada para el 26 de febrero, una semana antes de las elecciones presidenciales. Tal y como ha explicado el propio Rizhkov, “A pesar de que contemplamos la posibilidad de hacer una marcha el día 26 de febrero, creo que nos limitaremos una especie de flash-mob por el anillo de Sadovi, y a realizar un gran mitin el día 11 de marzo. Tal y como he podido saber, las falsificaciones en las elecciones presidenciales van a ser enormes”.

Una ola de manifestaciones, tanto pro gubernamentales como de la oposición, ha recorrido el país, y si en Moscú, según los datos oficiales, los participantes en el mitin de Poklónnaya superaban a los de la oposición, en las regiones la situación ha sido diferente. Algunos salieron a criticar el poder, otros, en cambio, expresaron su apoyo al candidato Vladímir Putin. Desde Vladivostok hasta Kaliningrado, el país estaba literalmente dividido en dos partes. Las manifestaciones han tenido lugar en más de cincuenta ciudades de Rusia.

Mira el material gráfico y los vídeos aquí:

¡A la calle! 

Juego con bolas de nieve


La oposición no eligió el 4 de febrero por casualidad. Ese día, en el año 1990, tuvo lugar una marcha tras la cual Mijaíl Gorbachov reconoció la necesidad de elecciones para el puesto de presidente de Rusia y el país entró en un nuevo curso político. El hecho es que resulta bastante cuestionable que algo parecido pueda ocurrir actualmente. Sin embargo, el aumento del activismo político entre los ciudadanos rusos es motivo de alegría.

Entre los opositores de la capital hay un chiste que dice, mientras los de Putin adoran (poklonyayutsia, en ruso) al primer ministro en la colina Poklónnaya, la oposición se ahora en el pantano (boloto, en ruso) en la plaza Bolótnaya. De modo que las palabras “boloto” (pantano) y “poklon” (reverencia) se vuelven obligatorias para el moscovita más tecnológico. Así, el debate acerca del mitin en la colina Poklónnaya se convirtió en trending topic en Twitter. La expresión “en Plokónnaya” tuvo más de 20.000 mensaje por hora.

Los carteles de los que protestan son cada vez más ingeniosos y su ropa, cada vez más vistosa. “Boloto” y “Poklonka” se arriesgan a ahogarse en el carnaval de la acción cívica y política.

“Tras los duros años 90 la sociedad rusa no está preparada para grandes trastornos. En nuestro país nunca ha habido democracia, en los sistemas que hemos tenido siempre ha habido un líder fuerte. Y la oposición actual es incapaz de proponer un líder así. Lo que está ocurriendo actualmente muestra la inconsistencia de la mentalidad del pueblo ruso. Mientras va a los mítines, es incapaz de imaginar lo que ocurrirá en el futuro...”, explicó un señor mayor con un gorro de piel y una barba llena de carámbanos. “¿Te han dicho que la oposición es como una bola de nieve? Y, ¿quién la tira, y a dónde?”. El anciano suspiró ruidosamente, dio una patada y se unió a unos jóvenes que jugaban con bolas de nieve.

Más vídeos y material aquí:

¿Ir o no ir?

Anocheció. Enferma y muerta de hambre fui a una tienda del centro para comprar un chocolatina. Sin mirar a la cartera y por gula, compré dos. Mientras estaba contando las monedas, se hizo una larga cola en la caja. “Chica, ¿te puedo dar dinero para el chocolate?”- me preguntó un hombre con bigote y un embutido en las manos. “Que Prójorov le dé para el chocolate. ¡Él es mejor que usted, el millonario”, dijo con intención de picarme la mujer de unos cuarenta años, al ver que tenía una bufanda blanca de Prójorov. "Usted sólo quería echarle la culpa a alguien,-dijo ofendido el señor del bigote-, ya no estamos en la manifestación”. Se olvidaron de mí y empezó una acalorada discusión sobre política. Mientras dejo con timidez la segunda chocolatina, me voy.

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