Tziganka, léeme el futuro

Teatro gitano

Teatro gitano

La historia de los gitanos rusos ha sido muy poco contada a pesar de que Rusia cuenta con una comunidad gitana desde hace varios siglos, en este artículo se trata de narrar su historia.

Paseo por Granada y una gitana se acerca ofreciéndome romero; como embrujado lo acepto, y a continuación me coge la mano dispuesta a adivinar mi porvenir. Para mi sorpresa, la gitana mueve la cabeza contrariada y efectúa un sonido un tanto extraño con la lengua.

-¿Qué pasa gitana? ¿Tan negro ves mi futuro?, le pregunto.

-“No, joven guapo. Tú mano sólo puede ser leída por una gitana rusa”.

-¿Cómo es eso? Yo tengo pasaporte español…

-“Pero la palma de tu mano dice otra cosa”, sentencia la gitana y da media vuelta.

-Así, antes de que mi nueva pitonisa haga “chas” y aparezca a mi lado, decido informarme sobre los "tzigane"  o los "Ruska Roma", que es como se denominan a sí mismos, averiguando si es que existe un Sacramonte flamenco de los gitanos rusos.

Lo primero que encuentro no es muy prometedor: según la oficina de Naciones Unidas para la lucha contra el tráfico de drogas y el crimen organizado, algunos tzigane y tayikos controlan gran parte del tráfico de drogas en Rusia (sobre todo heroína procedente de Afganistán). El organismo añade que es particularmente difícil infiltrarse en dichas organizaciones criminales por el carácter “familiar” de la misma.

Lo segundo sí que resulta más reconfortante: son poemas de Pushkin, de Marina Tsvietáieva, de Lev Tolstói; sembrados de nostalgia, de ocultismo, y de romanticismo, los poemas ensalzan la forma de vivir nómada y los coros musicales gitanos; poemas que siguen aprendiendo los niños en el colegio.

Un ejemplo de su arte:

Durante varios siglos, los instrumentos musicales tuvieron que callar en la Rusia medieval (denominada entonces, Rus’). Los trovadores eslavos (“skomoroji”) fueron perseguidos a partir del reinado de Iván el Terrible, así toda música que no fuera vocal y religiosa fue condenada en los siglos XVI y XVII.

Tras la ocupación de Polonia y la victoria contra Napoleón, orquestas de música popular procedentes de Hungría y Rumanía llegaron a las capitales rusas para amenizar a los nobles y a los oficiales del imperio, además de alagar a una burguesía entonces emergente.

Estas orquestas tocaban sobre todo en tabernas situadas en las afueras de Moscú (más allá del anillo de los jardines), y San Petersburgo (en torno a la Siennaya ploshad). Eran tugurios donde beber y matar todo tipo de apetitos, y la música jugaba un papel secundario.

Originalmente, los tzigane participaban como meros acompañantes de dichas orquestas, pero sus ropas coloridas, su pelo negro, sus adornos dorados, y sobre todo su diabólica forma de bailar, acabaron por convertirles en las estrellas de cualquier celebración. Así, los ensambles y orquestas pasaron a ser “coros gitanos”, y éstos comenzaron a ser invitados a las fiestas nobiliarias.

Leyendas sobre poderes hipnóticos y sobre el embrujo de sus ojos negros se extendieron por el imperio, e incluso se concertaron numerosos matrimonios mixtos entre nobles y tzigane. Su popularidad fue tanta, que a finales del siglo XIX también cantaban en teatros.

Según apuntó Charles Dickens en su diario, un viajero inglés en 1864 describía cómo “una marabunta de gentes bien vestidas gritaban y se empujaban con deleite al ritmo de la música gitana”.

Sin embargo, el éxito también trajo cierta crisis identitaria, además de producirse importantes cambios en los hábitos de entretenimiento a principios del siglo XX. Para entonces, algunas familias de tzigane ya habían dejado las artes para emprender negocios lucrativos, casi siempre relacionados con el comercio.

La decadencia de los coros gitanos se acentuó tras la revolución, pero su forma de cantar y las temáticas de sus romances arraigaron decisivamente en la cultura rusa del siglo XX.

Un par de ejemplos de su influencia:

Las primeras familias de tzigane llegaron a la Rus’ hace 500 años procedentes de los Balcanes, y ya en 1733 y 1783 aparecen nombrados en documentos oficiales. Sin embargo, cierto aura de “extranjero” aparece siempre relacionada con el colectivo.

Según el censo del gobierno federal, unos 205.000 tzigane viven en Rusia, aunque Víktor Nikitenko, de la Federación Cultural-Nacional y Autónoma de Gitanos Rusos, asegura que la cifra real ronda el millón, ya que muchos no tienen documentos, o no son reconocidos como gitanos en el registro, además de no existir datos oficiales en regiones como Novosibirsk, Krasnoyarsk e Irkusk, “donde viven miles de tzigane” según Nikitenko.

“Sólo Dios sabe cómo se ganan la vida muchos de los tzigane, pero los que trabajan en nuestro teatro tienen una buena vida y se han convertido en personalidades importantes”, comenta Yuri Morozov, director del teatro romaní de Moscú.

“Como auténtico teatro romaní no sólo nos dedicamos a realizar actuaciones dramáticas, sino que aspiramos a conmover la consciencia de la gente. De hecho, el teatro nos confiere cierta responsabilidad para dar a conocer nuestra existencia y mantener nuestra tradición artística y cultural”, añade.

El teatro romaní de Moscú no sólo es la organización cultural más importante de este colectivo en Rusia, sino prácticamente la única, además de una escuela en la región de Novgorod, un restaurante de ambiente gitano en Moscú, y un club de reunión en Tver. Así mismo, su representación en las instituciones también es prácticamente inexistente.

De acuerdo con la Federación Nacional-Cultural y Autónoma de Gitanos Rusos el colectivo sufre problemas de exclusión (sólo 1 de cada 10 gitanos tiene un trabajo regulado), analfabetismo (7 de cada 10 son iletrados), falta de oportunidades (8 de cada 10 vive por debajo del umbral de la pobreza, umbral ya de por sí bajo en Rusia), y carencia de documentos oficiales.

“Añadan a esto el odio manifiesto de muchos sectores de la población… la falta de representación política…la ilegalidad… y así comprenderemos que ningún otro colectivo vive en las condiciones del gitano en Rusia”, concluye Nadezhda Demeter, directora de dicho organismo.

Al igual que en otros países, el pueblo romaní siente la hostilidad de sus vecinos y los niños tienen un paso difícil por los colegios. También en Rusia la vocación artística y el fatalismo acompañan al pueblo gitano. El aura romántica se mantiene, pero nadie los quiere de vecinos.

Un ejemplo de blues gitano en Rusia:

Durante la Perestroika se les relacionó con el comercio de vodka, cosméticos, caviar, chocolate, cigarros… siempre en territorio fronterizo de la legalidad. Como en varios países europeos, a los gitanos se les ha relacionado con actividades delictivas y con la limosna. Lo cierto es que existen diferentes dialectos e identificaciones nacionales, y que el pueblo romaní está muy lejos de ser un colectivo unificado con prácticas compartidas. De hecho, son familias concretas las que se dedican a negocios turbios.

“El gitano es lo más elemental, lo más profundo, lo más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza universal”, escribió el granadino Federico García-Lorca.

Tziganka, que lees el futuro de los demás pero no ves el tuyo.

Reportajes de televisión los tzigane en Rusia.

http://rt.com/news/prime-time/gypsies-face-new-battles-in-russia/

https://www.youtube.com/watch?v=x3Qa4TsQhBY&feature=results_main&playnext=1&list=PL89161CB32DC69599

https://www.youtube.com/watch?v=XmDe5V_XxEA

http://cigane.clan.su/blog/2009-08-13-2

https://www.youtube.com/watch?v=fC6foDdFiZU

Algunas de las familias romaníes que habitan en Rusia:

- Russka/Jaldytko,

- Ukrainska/Servi,

- Vlach Keldelari,

- Vlach Lovari,

- Ungri,

- Rumungri,

- Machvani,

- Vlachuria,

- Moldovanuria o Luli.

Algunos links para saber más:

http://romaru.ru/

http://echo.msk.ru/blog/demetera/806866-echo/

http://www.errc.org/

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