Las adopciones de niños rusos bajan a la mitad en seis años

Anna y Jordi con su hijo Lluís Alexéi. Foto de Maite Montroi

Anna y Jordi con su hijo Lluís Alexéi. Foto de Maite Montroi

“Es una vergüenza que exportemos petróleo, gas y niños”. Con esta contundencia se expresaba el defensor ruso de los derechos de los niños, Pável Astajov, el pasado mes de noviembre y anunciaba la firma de acuerdos bilaterales en materia de adopción con varios países, entre ellos España. Aunque la intención, de momento, no se ha hecho realidad en nuestro país.

No es ningún secreto que Rusia tiene un grave problema demográfico. Las principales autoridades del país no sólo lo han reconocido públicamente, sino que además se han puesto manos a la obra para solucionarlo con medidas como la lucha contra el alcoholismo y el tabaquismo, una mayor inversión en salud o el apoyo a las familias. Como consecuencia de todo ello, en 2009 la Federación Rusa logró crecer en población por primera vez desde 1992.



En materia de adopciones, unos 10.000 niños abandonaban Rusia cada año para ser acogidos por familias extranjeras, principalmente, con destino a Estados Unidos y, en segundo lugar, a España. El gobierno ruso decidió potenciar las adopciones nacionales e intentó dirigir las internacionales a niños con dificultades especiales: hermanos, menores con problemas de salud o niños mayores. Además, empezó a ser más exigente, por ejemplo, con la situación económica o la salud de los padres adoptantes extranjeros.



“Este cambio es positivo”, afirma la directora del Instituto Catalán de la Adopción (ICA), Núria Canal –recordemos que en España, las competencias en adopciones están transferidas a las comunidades autónomas y Cataluña es con diferencia la autonomía donde más adopciones se realizan-, por dos razones: primera porque significa que las adopciones internacionales ya no son tan necesarias y, segunda, porque “el menor ha de poder quedarse en su país”.

A esto hay que añadir que en 2009 se prohibió en España la adopción internacional por libre, de manera que desde entonces solamente se puede adoptar a través de las entidades colaboradores de adopción internacional (ECAI). La Asociación de Familias Adoptantes en Rusia (ASFARU) no está en contra de esta medida, pero su presidente, José Luis Esteban, advierte que en 2008 un 40% de las adopciones se realizaron por libre.


El resultado de esta política es que en seis años, el número de adopciones de niños rusos por parte de familias españolas se ha reducido a la mitad. Así, si en 2004 se realizaron 1.618 adopciones, en 2010 (año en que se hicieron públicos los últimos datos), la cifra había bajado hasta los 801. El descenso no solamente se da en la Federación Rusa, sino en general en las adopciones internacionales y, por ejemplo, en China la caída es todavía mayor. Y es que el gobierno ruso no es el único que ha decidido poner freno a la sangría que supone para un país perder miles y miles de niños, que son el futuro de la nación.

Con todo, Rusia sigue encabezando la lista de países preferidos por las familias españolas para adoptar. ¿Por qué? Hay dos razones muy claras y en ello coinciden la directora del ICA y el presidente de ASFARU: por un lado, el tiempo de espera –actualmente y a pesar de que con las restricciones los plazos se han alargado, no llega a los dos años, mientras que en China, son siete- y, por otro, el hecho de que “Rusia es un país garantista de los derechos de los niños”, explica Núria Canal, es decir, “cuando se asigna a un menor a una familia, es que realmente es huérfano y nadie reclamará su custodia”.

Canal también destaca como puntos a favor que todos los orfanatos rusos son públicos y que la atención es “correcta”, en cuanto a la alimentación, cuidados médicos, instalaciones y personal a cargo de los menores. Además, las autoridades rusas elaboran informes de seguimiento “estrictos”. La adaptación de los niños a sus nuevas familias es en general correcta, pero depende mucho de cada casuística.

En cuanto a los aspectos menos positivos, José Luis Esteban –que es padre adoptante de Iana y Sofia- declara que el proceso es “emocionalmente muy duro” y que “la espera se hace eterna”. Además, avisa a los candidatos a padres adoptantes que la falta de estimulación o el retraso en el desarrollo es habitual y perfectamente superable en estos niños, pero les recomienda que, más allá de esto, “se informen muy bien del estado de salud del menor para no llevarse una sorpresa desagradable”.


Una nueva vida para Lluís Alexéi

Lluís Alexéi Rabassó Suasi nació hace dos años y medio en Moscú, pero vive en Barcelona desde hace casi un año. Su madre, Anna, dice que es muy cariñoso, sobre todo con los niños, y que le encanta compartir sus juguetes. Ella y su marido, Jordi, una vez que se decidieron por la opción de la adopción internacional, vieron muy claro que irían a Rusia a buscar a su hijo. Las razones de esta elección, ya son conocidas: plazos cortos y garantía jurídica.

Y están muy contentos de su elección. Consideran que todo el proceso ha funcionado muy bien y están más que felices con su hijo, que va creciendo fuerte y sano. Seguramente el momento más delicado y a la vez el más emocionante fue cuando en el orfanato les leyeron el inacabable historial médico de Lluís (entonces, Alexéi) y a continuación les preguntaron: “A pesar de todo esto, ¿estáis seguros de que lo quieres conocer?” Y contestaron que sí sin dudarlo. “Ha sido la decisión más rápida de mi vida”, explica Jordi, sonriente.

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