Cuando Bach se cruzó con Kremer

La agrupación esta compuesta de diversas nacionalidades eslavas. Foto de Christian Lutz

La agrupación esta compuesta de diversas nacionalidades eslavas. Foto de Christian Lutz

El programa de la Kremerata Baltica, en su gira de aniversario, incluye orquestaciones de Kissine, Raskátov y Desyátnikov de la obra del compositor alemán.

No es fácil escuchar música de compositores contemporáneos rusos en los auditorios españoles. Pero he aquí una excepción: la Kremerata Baltica, orquesta fundada en 1997 por el gran violinista Gidon Kremer, ofrece una velada en el Auditorio Nacional que ilustra a la perfección la fórmula que la ha hecho célebre: la combinación del repertorio clásico con el contemporáneo, junto con la difusión de compositores eslavos.


¿Qué otra formación musical se atrevería con Shostakóvich, Vasks, Kancheli, Enescu, Glass o Pärt? ¿Quién sería capaz de fusionar las estaciones de Vivaldi con las porteñas de Piazzola y, a continuación, completar este ejercicio con la grabación de «The Russian Seasons», que recoge obras de encargo de Leonid Desyátnikov, inspiradas en el calendario ortodoxo ruso, y de Alexánder Raskátov, que firma la reinterpretación de «Las estaciones» de Chaikovski? La joven orquesta de los países bálticos se ha situado en lo más alto del difícil y competitivo mundo de la música culta y con sólo quince años de andadura.


Pero no basta con tocar bien y tener detrás un buen respaldo institucional; en su caso, los gobiernos de Letonia, Estonia y Lituania. El hecho diferencial de la Kremerata Baltica es su dirección artística y sus pocos complejos para escoger el repertorio. El artífice de esta «rara avis» dentro del panorama musical es su fundador, el letón Gidon Kremer, quien no quiso conformarse con ser «solamente» un virtuoso del violín. Este estajanovista de la música, con casi cien grabaciones a sus espaldas y varios miles de conciertos en los auditorios más importantes del mundo, decidió darse un regalo por su quincuagésimo aniversario: seleccionó a jóvenes intérpretes de las tres repúblicas bálticas y compartió con ellos un verano. A la cita no faltaron compositores de la región. La experiencia fue tan enriquecedora por ambas partes que, quince años más tarde, ahí siguen, realizando cinco o seis giras anuales por todo el mundo y grabando con milagrosa regularidad. Su último trabajo, «De profundis», abarca un arco de cuatro siglos de historia musical: Sibelius, Pärt, Schnitkke, Auerbach, Pelecis o Nyman. Pupilo de Óistraj, Kremer alcanzó su consagración en el Festival Chaikovski, en su edición de 1970, y desde entonces no ha dejado de romper convenciones y fronteras a un ritmo de trabajo febril.    

Hoy, en el Auditorio Nacional, la Kremerata Baltica presenta un concierto que consta de dos partes. La primera incluye una obra de Mieczysław Weinberg y un encargo especial de Kremer. Bajo el lema «El arte de la instrumentación», diez compositores contemporáneos han creado un ciclo de piezas para orquesta de cámara a partir de las obras de Bach incluidas en el repertorio de Glenn Gould. En este ciclo participa la «troika rusa», integrada por Kissine, Raskátov y Desyátnikov.


Alexánder Raskátov alcanzó reconocimiento internacional con su última ópera, la adaptación de «Corazón de perro» de Bulgákov, estrenada en Ámsterdam. Por lo que respecta a música sinfónica, su último estreno, en septiembre de 2011, fue bajo la batuta del también ruso Vladímir Jurowski en Londres, con motivo de una gala dedicada a Músorgski. Esa noche deleitó al público con su orquestación de las «Canciones y danzas de la muerte» y «Sueño de una noche blanca», homenaje personal al compositor petersburgués. También es digno de mención su titánico trabajo para dar forma final a la «Novena sinfonía» de Schnittke, encargado por la viuda de este último.

Por su parte, el también petersburgués Victor Kissine levantó un gran revuelo con su primera ópera, una adaptación de la obra de Peter Weiss «Marat-Sade». Popular por sus bandas sonoras para el cine, en la actualidad vive en Bélgica, donde desarrolla su labor como compositor y profesor. En la misma línea de relectura de los clásicos, grabó para el sello ECM un trío junto con Gidon Kremer titulado «Zérkalo» (El espejo), a partir de unos versos de «El poema sin héroe» de Ajmátova. El cedé incluye, también, otro trío para piano, violín y violoncelo de Chaikovski. Música de cámara que se refleja mutuamente.

 Y por último, Leonid Desyátnikov, un colaborador habitual de la Kremerata Baltica. Además de otros encargos, ha realizado los arreglos para las grabaciones dedicadas a Piazzola, incluida su orquestación vivaldiana de las estaciones porteñas. El público ruso lo recordará por su ópera «Los hijos de Rosenthal», con libreto de Vladímir Sorokin, el polémico escritor a quien Desyátnikov conoció durante el rodaje de la película «Moscú» (2000). El músico era autor de la banda sonora, y el escritor, del guión. Presentada en el Bolshói después de un cuarto de siglo sin estrenar ninguna producción de nueva creación, la ópera fue merecedora de la Máscara de Oro en la edición de 2006. El último trabajo discográfico de Desyátnikov es «The Leaden Echo».

Ocupa la segunda y última parte del concierto una versión para orquesta de cuerda del «Cuarteto de cuerda nº14 en do sostenido menor, op. 131» de Beethoven.

En suma, toda una demostración de la filosofía kremeriana: una música sin tiempo ni fronteras.

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Kremerata Baltica en el Auditorio Nacional
Director y solista: Gidon Kremer.
Ciclo Fronteras. Sala de Cámara
30 de enero a las 19:30h.
c/ Príncipe de Vergara, 136, Madrid.

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