Adiós gigante

Alexánder Sizonenko, foto de Itar Tass

Alexánder Sizonenko, foto de Itar Tass

Tras un largo calvario de enfermedades y penurias económicas, fallece Alexánder Sizonenko, internacional por la URSS, el jugador de baloncesto más alto de la historia: 2.39 metros.

Durante la Guerra Fría, el deporte fue el único campo de batalla directo y reconocido de la rivalidad entre EE UU y la URSS, con el baloncesto como máximo exponente. Así, el régimen buscaba talento y altura hasta debajo de las piedras para llevar a cabo su particular cruzada. Con menos de tres años de diferencia nacieron en la URSS cuatro camaradas llamados a convertirse en las torres del equipo nacional. Alexánder Belostenni (1959, 2.14 m), Víktor Pankrashkin (1957, 2.14 m) y sobre todo Vladímir Tachenko (1957, 2.23 m) cumplieron las expectativas, liderando a la URSS y conquistando más de media docena de medallas en la década de los 80. El cuarto, el más alto, se perdió en el camino, condicionado por su escasa movilidad, fruto de innumerables problemas físicos. Con sólo 52 años, en el olvido institucional y tras un largo calvario médico y de estrecheces económicas, la semana pasada falleció Alexánder Sizonenko, el jugador de baloncesto más alto de la historia: 2.39 m. Adiós gigante.

La altura puede ser una ventaja para la vida cotidiana y un don para el baloncesto, pero en el caso de Sizonenko se convirtió en su maldición, pues escondía una grave enfermedad (acromegalia), que primero cortó su carrera profesional y después acabó por llevárselo antes de tiempo. Jugó tres temporadas en el Spartak de Leningrado (actual Spartak de San Petesburgo), después seis en el Stroiyel de Koibichev (actual Samara) y llegó a vestir la camiseta de las URSS hasta en doce partidos oficiales, en una época de feroz competencia en el puesto de pívot. Sus entrenadores coincidieron en que sus aptitudes para el baloncesto no se limitaban a la altura. “Sizonenko tenía todos los elementos para convertirse en un gran jugador. No sólo por su enorme altura, sino también por su manera de pensar y actuar en el campo. Si no fuera por su enfermedad, hubiese sido, sin duda, una gran estrella del baloncesto", señaló el mítico seleccionador soviético Alexánder Gomelski en una entrevista en La Voz de Asturias en 2004. Sin embargo, su limitada movilidad se acentuó cada temporada, cerrándole pronto las puertas del equipo nacional. El excesivo peso de su cuerpo le destrozó las rodillas y los tobillos, y con sólo 27 años se retiró del baloncesto, ya en un estado lamentable: prácticamente minusválido, con frecuentes lesiones y la recurrente compañía de muletas para poder caminar.

El excesivo peso de su cuerpo le destrozó las rodillas y los tobillos a Alexánder Sizonenko. Foto de Itar Tass

Medición oficial

Los 2.39 metros de altura de Sizonenko (calzaba un 62 de pie) continúan a día de hoy como techo oficial de la historia del baloncesto. De forma oficiosa, el libio Suleiman Nashnush (2.45 m) y el turco Kosen Sultan (2.42 m) habrían superado esa cifra posteriormente, pero a diferencia de Sizonenko, ni compitieron en la élite ni su altura fue reconocida por ningún organismo (récord Guiness) o federación oficial. No debemos perder la perspectiva de que en el mundo del baloncesto las trampas con la medición de la altura de los jugadores están a la orden del día, ya sea para impresionar a un ojeador o si, como en este caso, hay un récord en juego. En la actualidad, el baloncestista profesional más alto del planeta sería el chino Sung Ming Ming, que con 26 años mide 2.36 m. Si nos alejamos del mundo de la canasta, la persona de mayor altura médicamente acreditada, de la historia, fue el estadounidense Robert Pershing Wadlow (1918-1940), que alcanzó los 2.72 m. En la actualidad, el hombre más alto del mundo es el turco Sultan Kosen, con 2.51 m.

La mayoría de estas torres padecen acromegalia, una de las consideradas ‘enfermedades raras’ (afecta a entre 40 y 50 personas de cada millón). Más allá de la anécdota de la altura se esconde una condena, pues esta enfermedad (como lamentablemente casi todas las consideradas ‘raras’) carece de remedio y limita en gran medida la esperanza de vida de los pacientes. Pese a que Sizonenko se sometió a una operación quirúrgica a los 15 años, los médicos no lograron frenar el avance de la enfermedad. La acromegalia es un desorden de la glándula pituitaria (habitualmente un tumor benigno localizado en la base del cráneo), que lleva a producir una cantidad anormalmente excesiva de la hormona del crecimiento. A diferencia del conocido gigantismo, la acromegalia es una enfermedad crónica, por lo que los pacientes continúan creciendo toda su vida. En la edad adulta, Sizonenko llegó a medir 2.50 metros y a pesar 180 kilos.

Olvido institucional

Tras su retirada, cayó en el olvido de los medios y las autoridades. Se casó, pero su esposa, con la que tuvo un hijo, los abandonó cuando los problemas de salud de Alexánder se agravaron (con diabetes y osteoporosis, entre otras enfermedades). Sin otra fuente de ingresos, padre e hijo malvivieron apenas por encima del umbral de la pobreza durante años con la pensión mínima (7.000 rublos al mes en 2011, unos 170 euros que apenas daban para comprar la medicación) en un piso minúsculo del extrarradio de San Petesburgo. Según su estado de salud fue empeorando, Sizonenko quedó recluido en esa vivienda. Las autoridades le negaron tanto una cama en clínicas de la ciudad, debido a sus inabarcables proporciones  como una enfermera o cuidadora que acudiese periódicamente a su domicilio.

Sizonenko nunca perdió el optimismo y el sentido del humor. Foto de Itar Tass

A comienzos de 2011, un grupo de vecinos organizó una pequeña campaña benéfica para recolectar dinero, medicinas y comidas para Alexánder y su hijo. Además, reunieron un buen número de firmas para presentar al Ayuntamiento denunciando el abandono de Sizonenko, que otrora fuese esperanza del deporte soviético. La acción logró mover el corazón de las autoridades locales que, finalmente, le asignaron una enfermera, medicinas y un equipo ortopédico adaptado de forma gratuita. Pese a su estado de salud y los desengaños del camino, Sizonenko nunca perdió el optimismo y el sentido del humor. Falleció el pasado día 5 de enero. Los vecinos organizaron entonces una nueva colecta (50.000 rublos, unos 1.200 euros), para costear en este caso los gastos del funeral y de paso encargar un ataúd de medidas especiales, las del jugador de baloncesto más alto de la historia.

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