Foto de Itar Tass
Durante el ensayo reina el silencio. Sólo se oye alguna tos, debido al catarro de uno de los actores, y risas. La directora, Ekaterina Miguitsko, dice algo en voz alta de vez en cuando. Entonces entiendo de qué va el asunto. Después del ensayo me quedo a hablar con ella.
“El teatro Nedoslov vive del entusiasmo. Algunos chicos lo abandonan por falta de dinero, porque tienen que mantener a sus familias. Teníamos una pareja, un chico y una chica, los dos con mucho talento. Después de licenciarse, se fueron a Volgogrado, se casaron y tuvieron un hijo. Todos nosotros esperábamos que se quedasen aquí”, dice Yekaterina.
“Casi todos los actores del teatro son de fuera, hay pocos moscovitas. Mientras estudian viven en residencias y les sale gratis. Después de licenciarse, depende de la suerte que tenga cada uno”.
La obra “Alas para vivir”, basada en la novela de Richard Bach, se interpreta en este teatro desde el 2003. Durante la representación hay pocos asientos vacíos en la sala. Toda la fila del medio gesticula. Entre los espectadores hay tanto sordos como personas que oyen. La obra trata sobre la toma de decisiones y cada persona tiene derecho a elegir.
Pero, ¿qué tienen que hacer los que han elegido las alas y no pueden usarlas?
Después, cuando abro una página web de búsqueda de empleo para discapacitados auditivos, veo ofertas como: pesador, planchadora, empaquetador… Nada de actores de teatro.
En cambio, el testimonio de los actores que conforman la compañía muestra que gracias al esfuerzo han podido hacer lo que les gusta. Alexéi Ráyev, 30 años, actor del Nedoslov, trabaja en el supermercado Alcampo en el turno de noche: recibe la mercancía y la distribuye por las estanterías. También tiene tiempo para estudiar una segunda carrera en la Escuela de Teatro Shchukin y para dar clases de actuación en elGSII. Lo único para lo que no tiene tiempo es para ver a su mujer y a su hija. Ellas viven en Riazán, a unos 200 km, pero Alexéi no puede ir porque allí no hay ni trabajo ni teatro. Antes de empezar su carrera, vivía en Izhevsk. Perdió la audición a los seis años, después de una meningitis. Primero estudió en un colegio de educación especial, y luego en uno convencional desde su casa. Al principio quiso hacer medicina, pero más tarde cambió de idea. Intentó entrar en el Instituto de Literatura, aunque no pasó los exámenes de acceso. Con la Escuela de Teatro tuvo más suerte. Pregunto a Alexéi cuál es su sueño y responde: “¿Sabe? Tengo miedo de soñarlo”.
Sin embargo, la directora Ekaterina Miguitsko no tiene miedo: “Mi sueño es que estos actores sean reconocidos ahora, mientras son jóvenes, mientras les haga ilusión. Hace poco abandonó el teatro Alexánder Martiánov, director del teatro de gestos, sordo de nacimiento, pero con mucho talento. No pudo esperar más…”
La actriz Antonina Pichúguina vive en las afueras de Moscú y trabaja en un internado para discapacitados auditivos dirigiendo un grupo teatro. La mayoría de sus alumnos son adolescentes.
Para ellos el teatro no es más que una diversión, no pretenden ser actores en el futuro. Antonina intenta explicarles en qué consiste este arte. Aunque resulta complicado porque para estos chicos sólo existe el teatro de la mímica y el gesto. Es demasiado poco para que lleguen a comprender.
Antonina tiene veintisiete años y es sorda de nacimiento, como toda su familia, compuesta por cuatro miembros: sus padres, su hermano y ella. De pequeña, a Antonina le gustaba ver películas y dibujar. Su actriz preferida es Sharon Stone. No le gusta ningún actor ruso, porque las películas rusas se proyectan sin subtítulos y, entonces, no puede verlas. El año pasado Antonina se licenció en el GSII. Ahora es actriz profesional. Igual que Sharon Stone.
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: