Foto de Eric Lafforgue / flickr.com/photos/mytripsmypics
Es un tema que interesa mucho a todos los países limítrofes, es decir, EEUU, Rusia, China, Corea del Sur, Japón y el resto de los protagonistas de la política internacional. Sin embargo, no hay que olvidar que la historia de Corea del Norte está en gran medida relacionada con una presión exterior, muchas veces bastante agresiva.La subida al poder de Kim Jong-un, el tercer líder de la dinastía Kim, de 29 años, es una prueba evidente de que la clase dirigente del país no está dispuesta a cambiar de rumbo. Pero el país en sí está cambiando.
La caída de la URSS dejó a Corea del Norte sin su mayor aliado político y aval económico. Su economía arcaica y militarizada empezó a fallar. Por otra parte, una serie de catástrofes naturales llevaron al país al borde de la hambruna, obligando a Pyong-Yang a dirigirse a la comunidad internacional para pedir ayuda alimentaria. Además, en 1994 murió Kim Il-sung, el líder del país de corte estalinista, llegando al poder su hijo Kim Jong-Il, que, por lo visto, no pudo evitar darse cuenta de los avances económicos de la vecina China y de los éxitos evidentes de Corea del Sur.
Posiblemente se podría haber convertido en el Gorbachov coreano, al promover en 2002 unas serie de reformas de mercado cautelosas y poco visibles desde el exterior. Surgió una zona económica especial en Kaesong, las empresas surcoreanas empezaron a entrar en el país y se dieron los primeros pasos en el desarrollo del pequeño comercio. Sin embargo, se lo impidió la enfermedad (parece que en 2008 Kim Jong-Il sufrió una hemorragia cerebral) y sobre todo, el cambio en la política de Corea del Sur, que, con la llegada del nuevo presidente Roh Moo-Hyun, sustituyó la “política del calor solar”, es decir, la senda hacia la cooperación con Corea del Norte, por la “política del viento frío”. Todo ello fortaleció a los conservadores norcoreanos. Tampoco hay que olvidar que fue precisamente en aquella época cuando George Bush incluyó a Corea del Norte, junto con Irak e Irán, entre los países principales del “eje del mal” mundial.
Las reformas se frenaron, proceso que culminó con la reforma monetaria de 2009, una expropiación que terminó con los ahorros de los “nuevos ricos” norcoreanos. Al mismo tiempo, cayeron las finanzas públicas, lo cual demostró que la economía no era el punto fuerte de los conservadores de este país. Sin embargo, tal y como solía decir Mijaíl Gorbachov, “el proceso estaba iniciado”.
“Hoy en día el sector y las relaciones del mercado no sólo han recuperado sus antiguas posiciones, contra las que habían atentado los conservadores, sino que, además, se han fortalecido. La realidad económica en Corea del Norte se diferencia drásticamente de la igualdad distributiva que reinaba en el siglo pasado, y parece que el punto de no retorno ha quedado atrás” señala Gueorgui Toloraia, el director del Centro de Estudios Coreanos del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de las Ciencias de Rusia.
Es curioso que la situación recuerde cada vez más a la URSS al principio de las reformas. Por una parte, los funcionarios influyentes se sienten cada vez más libres para utilizar las propiedades que les son confiadas. Adjuntas a muchos ministerios y organismos públicos, se están creando todo tipo de empresas que se dedican a los negocios, desde el comercio exterior hasta el sector servicios. Paralelamente, crece el número de restaurantes, pequeñas tiendas y mercados.
“El pueblo decididamente ha empezado a vivir mejor que en los años 1980 y más aún que en los años 1990”, señala Toloraia.
Ahora el país tiene un líder joven. “A corto plazo, seguirá manteniendo el rumbo de su padre, sin embargo, como representante de una nueva generación que, además, ha tenido muy buena formación en Europa, posiblemente tenga opinión propia respecto a muchas cosas y pueda llegar a plasmarla en una serie iniciativas” supone Alexánder Vorontsov, el director del Departamento de Corea en el Instituto de Estudios Orientales de la Academia de las Ciencias de Rusia. Sin embargo, según el experto, “es muy importante cómo la comunidad internacional y los países colindantes de Corea del Norte perciban el país con su nuevo gobierno. Porque, si la política actual de aislamiento, sanciones e intentos de provocar el cambio del régimen sigue en pie, el nuevo líder, igual que su padre, no tendrá la oportunidad de cambiar el rumbo de su política interior.” En esto consiste el dilema principal para EEUU, Japón y Corea del Sur.
En un principio, las esperanzas de que el régimen norcoreano caiga por la presión de los problemas económicos y las amenazas exteriores no se han cumplido. Es algo que no se podía esperar de un pueblo que luchó denodadamente contra la ocupación japonesa, en 1950-1953 llevó a cabo una guerra sangrienta con EEUU, y que desde aquel entonces sigue viviendo en un constante antagonismo armado con su vecino surcoreano. Sin embargo, los norcoreanos llegaron a depender completamente de sus aliados más fuertes, China y la URSS.
La destrucción de los regímenes dominantes en Afganistán, Irak y Libia no ha ayudado en absoluto a aumentar la disposición de Pyong-Yang para el diálogo. Más bien, estas campañas han convencido aún más al gobierno y a los círculos militares coreanos de que las armas nucleares, imprudentemente menospreciadas por el coronel Gadafi, siguen siendo casi la única preventiva contra la agresión por parte de adversarios mucho más fuertes.
Por lo visto, ha sido en gran medida debido a la perseverancia de los norcoreanos, y a sus misiles nucleares, por lo que se ha terminado extinguiendo poco a poco el grave conflicto de 2010, cuando las tropas norcoreanas, tras unas maniobras muy dudosas de la marina de guerra de Corea del Sur en una zona marítima en litigio, bombardearon la isla fronteriza de Yeonpyeong.
En 2011 la situación empezó a relajarse. Se reanudaron las consultas entre Estados Unidos y Corea del Norte respecto al programa nuclear coreano. Y, prácticamente en vísperas del fallecimiento del líder norcoreano, EEUU, a raíz de las negociaciones mantenidas en Pekín con los representantes de Corea del Norte, prometió enviar a Corea del Norte 240 toneladas de ayuda alimentaria. Una fuente diplomática en Seúl, tal y como transmite la agencia surcoreana Yonhap, señaló que el acuerdo sobre la concesión de la ayuda fue logrado a cambio de la promesa norcoreana de llevar a cabo las medidas “iniciales” de desnuclearización, que incluían una moratoria de su programa de enriquecimiento de uranio.
Es posible que la discreción demostrada por EEUU y Corea del Sur en un momento crítico de cambio de líder en Corea del Norte haya sido motivada por estas condiciones. Sin embargo, sigue sin respuesta la pregunta más importante: si Washington y Seúl estarán dispuestos a desistir de la idea del cambio radical de régimen en Pyong-Yang, y si serán capaces de coexistir con éste.
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