Foto de PhotoXPress
Iván Koroliov joven sumiller de 27 años, llegó a esta profesión por casualidad. Hace ocho años, mientras estudiaba en un instituto de Moscú a tiempo parcial, empezó a ganarse la vida como camarero en un sencillo restaurante de la capital. Después de un par de años el jefe del local le ofreció probar suerte como sumiller. Iván recibió la propuesta sin tener un gran conocimiento del oficio. Entonces, se puso a estudiar, completando sus conocimientos teóricos con la práctica diaria en el restaurante.
Alexéi Sidorov, presidente de la Asociación Rusa de Sumillers, foto del servicio de prensa.
Desde que entró a trabajar en el local, sus familiares se mostraron muy decepcionados con esa elección. Sus padres, ingenieros universitarios, creían que el trabajo de un camarero era humillante. Su hijo, según ellos, se merecía una profesión “más digna”, como la de matemático o economista. Cuando Iván pasó a ser sumiller, la noticia provocó un escándalo:
“En principio, no podían entender en qué consistía el trabajo. Se lo tuve que explicar miles de veces. Y cuando, por fin, lo entendieron, intentaban hacerme cambiar de idea. Me decían que estaba desperdiciando mis talentos, que no era un trabajo respetable y que les daba vergüenza comentar en su entorno que su hijo era un sumiller. Y, para colmo, cada vez que entraba en casa de mis tíos, el tío se burlaba de mí: “¡Ah, ahí viene nuestro alcohólico profesional!”
Desde entonces, Iván ha progresado mucho en su nueva profesión. Ha trabajado en distintos restaurantes de Moscú y San Petersburgo, y con el tiempo llegaron mejores ofertas. Ahora trabaja en un prestigioso local de la capital y su sueldo alcanza es de 2500-3000 euros mensuales. Los padres de Iván ya no lo consideran la “oveja negra” de la familia y hasta se sienten orgullosos de su oficio.
“Que me disculpen mis clientes”
Esta profesión de la que hasta hace quince años no se sabía casi nada en Rusia,se ha hecho bastante popular y prestigiosa. Alexéi Sídorov, actual presidente de la Asociación Rusa de Sumillers fue uno de los pioneros de esta profesión. “En 1995, cuando en Moscú empezaron a aparecer vinos de calidad, vinos caros, los dueños de los locales se dieron cuenta de que faltaban especialistas que pudieran explicar las ventajas de cada vino y supieran venderlo. Los restaurantes no podían seguir funcionando sin sumillers”.
En principio, Alexéi trabajaba como barman en el local “Nostalgy”. Un día el dueño le dio una botella de vino en la mano y le dijo: “Entra en la sala y ofrece el vino a nuestros clientes”. “Así comenzó mi carrera de sumiller, -comenta Alexéi y añade, -pido perdón a todos mis primeros clientes ya que cuando empecé a trabajar, no tenía ni idea de vinos”.
Los primeros sumillers en Rusia lo tenían muy complicado. Sus conocimientos de la profesión eran escasos, no disponían de libros sobre vinos en ruso, no tenían escuelas o cursos ni tampoco había buenos profesores. “Mis colegas y yo teníamos que salir al extranjero para aprender algo, nos suscribimos a revistas extranjeras y visitábamos las viñas fuera de nuestro país”.
Desde entonces, la situación ha cambiado mucho. Actualmente, según los cálculos de Alexéi Sídorov, en Moscú trabajan unos mil profesionales que son miembros de la Asociación Rusa de Sumillers fundada a finales de la década de 1990. En 1997 se inauguraron los primeros cursos de vinos, y actualmente son cuatro las principales escuelas de Moscú. Ya se organizan los primeros cursos en otras ciudades rusas, tales como San Petersburgo, Ekaterimburgo y Novosibirsk. Los sumillers se han convertido en imprescindibles para los locales de la capital.
Yuliana Grigórieva, sumiller y directora general de la escuela “Wine People” (una de las cuatro existentes en Moscú) comenta: “Hay mucho interés por esta profesión en nuestro país, sobre todo entre los jóvenes que se han dado cuenta de que este trabajo puede ser bien remunerado y ofrece muchas oportunidades. Los sumillers están muy demandados, los restaurantes de Moscú buscan buenos especialistas. Y es lógico, la venta de vinos les da el 50% de ganancias”, agrega Yuliana.
El sueldo de un sumiller varía según el restaurante en el que trabaja, pero un salario medio en la capital se sitúa en torno a 60.000 rublos (unos 1.500 euros), en los restaurantes más caros los sumillers llegan a ganar 200.000-300.000 rublos (5.000-7.500 euros). Según Yuliana, los altos sueldos también tienen su lado negativo ya que atraen a gente que sólo quiere vender y ganar a toda costa. “Mis amigos a veces se quejan de algunos sumillers que intentan presionar a sus clientes para vender los vinos más caros”.
A pesar de que en Rusia hay buenos especialistas en vinos, de momento, no son muchos y no pueden hacer la competencia a sus colegas europeos. “Los sumillers en Europa no sólo saben vender vino, sino también tienen un alto nivel de conocimiento que podrían ser profesores y dar clases de enología y catas de vino. En Rusia son muchos los sumillers que saben vender y muy pocos los que tienen un nivel de profesor”, opina Yuliana.
“Hay una gran diferencia entre los sumillers rusos y los franceses o españoles, - opina Alexéi Sídorov. –Los europeos viven rodeados de viñas. Las viñas más cercanas de Moscú están situadas en la región de Krasnodar, a más de 1300 km. Y uno no puede llegar allí y decir: quiero ver cómo se produce el vino. Nadie le va a hacer caso. El turismo enológico todavía no existe en nuestro país. Por muy buena que sea la enseñanza en una escuela vinícola, hay cosas que no se pueden explicar, hay que verlas con los propios ojos”, agrega Alexéi.
Evidentemente, aún falta mucho por hacer para que los sumillers rusos lleguen a tener el nivel de sus colegas europeos (de hecho, la profesión de sumiller todavía no está reconocida oficialmente y no está inscrita en el registro de profesiones). Pero teniendo en cuenta que hace quince años la mayor parte de la población rusa ni tan siquiera sabía lo que era, ya ha habido un gran avance por no decir la revolución. Desde el año 2000 los sumillers rusos participan anualmente en concursos europeos e internacionales, sin contar con las competiciones dentro del país. Según Alexéi Sídorov, en los certámenes internacionales no están entre los primeros pero suelen quedar entre los veinte mejores. El siguiente reto, sin duda, es subir al podio.
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