La corrupción es un problema de todos

Anatoli Golubev explica que los esfuerzos para luchar contra la corrupción no pueden ser aislados y requieren de la unión de fuerzas de diferentes sectores sociales.

A pesar de todos los avances que se han conseguido desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptara la Convención contra la Corrupción (UNCAC), aún no se ha cantado victoria.

 En la mayoría de los casos, incluso en aquellos países que ratificaron la convención, los esfuerzos de las autoridades estatales para frenar la corrupción todavía no han obtenido resultados tangibles. En el resto de países, los expertos piensan que la corrupción está aumentando.


Es obvio que ha llegado el momento en el que las empresas y la sociedad civil se unan de forma más profunda y solidaria contra la corrupción. El programa "Un mundo sin corrupción", cuyo nombre completo es “Colaboración entre la sociedad civil y el sector privado para avanzar en la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción: Progreso a través de sinergias”, desarrollado por nuestra organización, fomenta la participación para el avance del UNCAC. El programa se diferencia de otras iniciativas en que su objetivo es evitar y prevenir que las empresas formen parte de tramas corruptas, en vez de castigar a aquellos que violan la ley.


Nuestra misión abarca varios flancos, pero las ONG deberían mirarse en el espejo e implicar a aquellas empresas que esperan controlar y proteger.


En primer lugar, las ONGs deben mirar hacia dentro, ya que existe mucha descoordinación en algunas actividades y muchas organizaciones no se conocen entre sí. Como norma general, las actividades de lucha contra la corrupción de las ONGs se limitan a evaluar los niveles actuales de corrupción, en vez de llevar a cabo verdaderas acciones para reducirla.


La opinión negativa y crítica que ha prevalecido acerca de las campañas anticorrupción de muchas ONGs hace imposible que las empresas y otros actores participen abiertamente en dichas actividades, limitando aún más la base de recursos de las instituciones de la sociedad civil y limitando su poder de actuación.


Al mismo tiempo, las organizaciones del sector privado son víctimas de la corrupción y las que la sufren en mayor medida. La corrupción deforma los mercados, limita la competencia justa, obstaculiza la planificación de los negocios y reduce los posibles beneficios. En mercados corruptos las empresas se ven obligadas a ajustarse, mediante sobornos, mermando así la legitimidad social de sus negocios. Quizá el esfuerzo más ignorado hasta ahora es que la propia comunidad empresarial es el aliado natural y más importante de la sociedad civil en su lucha contra este problema social.


En los últimos años, el apoyo financiero que el sector privado ha proporcionado a las actividades de lucha contra la corrupción a nivel internacional se ha limitado a algunos gestos para limpiar su conciencia. Tras el castigo por estar implicado en tramas ilegales algunas corporaciones privadas hacen un esfuerzo económico para ganarse el perdón público. Una empresa en una tal situación está interesada en informar con detalle del dinero que ha invertido para poder llegar así a acuerdos extrajudiciales. De igual modo, las organizaciones de la sociedad civil reconocidas por las autoridades de control reciben fondos de estas empresas para implementar tímidos proyectos que en la práctica son poco eficaces y tienen escaso valor.

 

En la actualidad, las actividades contra la corrupción del sector privado se canalizan principalmente en dos direcciones: financiar actividades (más bien pocas) de algunas ONGs e implementar procedimientos de control interno. Hoy en día, nadie pide a las ONGs que den cuentas acerca del destino de los grandes donativos.



Necesidad de contar con las herramientas adecuadas

 

Para luchar de forma eficaz contra la corrupción todas las empresas deberían tener la oportunidad de participar en la financiación de proyectos específicos contra este problema, acorde con los intereses y la experiencia de la empresa. La empresa no debería tener solamente la posibilidad de controlar completamente el uso de los recursos asignados por la ONG correspondiente, sino también de participar en el proyecto de forma independiente o con la propia organización para llevar a cabo las etapas seleccionadas.


Las ONGs no deberían considerar a ninguna empresa como una gallina de los huevos de oro sin voz ni voto.


Es evidente que para desarrollar tal enfoque hacen falta mecanismos y tecnología nuevos, que sirvan para interactuar entre estas fuerzas sociales y ayuden a corregir los puntos de vista y las opiniones actuales sobre estas interacciones.


Sin embargo, ha llegado la hora de actuar. Nuestra organización ha desarrollado los mecanismos y la tecnología necesarios, ya que se han puesto en práctica sobre el terreno durante los últimos seis años.


Una de nuestras historias con más éxito proviene de un sector especialmente corrupto de la economía: la construcción. En una ciudad del norte de Rusia, Siktivkar, firmamos un acuerdo con una empresa de construcción para establecer la supervisión de cada fase del proyecto de obras con una serie de expertos independientes. El precio del metro cuadrado dentro del edificio en cuestión disminuyó de 2.500 a 1.000 dólares.


También establecimos la competición “Todo Rusia” para exponer la corrupción en los medios de comunicación. 400 reporteros de todo el mundo recibieron un galardón en Moscú por su labor de investigación, con la que se destaparon casos de corrupción.


Esta competición es vital para nuestros esfuerzos, porque los medios de comunicación, en la medida en que son una plataforma de diálogo entre el estado y los ciudadanos corrientes, juegan el papel más importante en la lucha contra la corrupción.


Los sistemas de cumplimiento no reducen el nivel de corrupción


También se ha puesto en evidencia que los llamados sistemas de cumplimiento, que se han convertido en parte íntegra de la política corporativa de las grandes empresas, como lo son el código de conducta, los controles internos y la formación de personal, no disminuyen la corrupción por sí mismos, independientemente de si se hacen en la propia empresa o mediante caros asesores.


En primer lugar, estos sistemas se diseñan para garantizar la integridad de los niveles de dirección bajos y medios y para excluir sus posibles actividades corruptas. Sin embargo, en mercados muy corruptos, la mayoría de las tramas actúan a través de estos servicios. De nada sirven los sistemas de cumplimiento de lucha contra la corrupción cuando son los altos cargos los que usan métodos ilegales.


En vez de pensar en sistemas de cumplimiento aún más complejos, quizá se podría utilizar una tecnología más barata para contrarrestar el problema. La base de esta tecnología debería ser un sistema mutuamente beneficioso que se hubiera planteado a conciencia junto con las ONGs que luchan contra la corrupción. Si nos basamos en la experiencia práctica de la ONG interregional “Comité para la lucha contra la corrupción”, se podría afirmar que ninguna corporación podría soportar por sí sola la presión de la corrupción de forma fiable y eficaz.


En esta lucha debería contarse con ONGs, así como con el resto de instituciones de la sociedad civil, incluidas las instituciones académicas, los sindicatos de periodistas, las asociaciones de arte y cultura, las asociaciones de profesores, las asociaciones sindicales, las religiosas y las organizaciones de consumidores.


Las instituciones académicas podrían proporcionar investigaciones y explicaciones detalladas de las causas y mecanismos de la corrupción. La comunidad periodística tiene una influencia significativa en la opinión pública y, por tanto, debería hacer todos los esfuerzos posibles para transmitir la información, no sólo sobre casos concretos e investigaciones de individuos corruptos, sino también sobre aquellos casos de lucha contra la corrupción de gente corriente y organizaciones del sector privado que han logrado un éxito moderado.


Las asociaciones religiosas pueden jugar un papel fundamental como oposición ética a la corrupción. La condena de cualquier tipo de conducta corrupta debería convertirse en una norma moral.


Las organizaciones sindicales no están implicadas del todo en la lucha contra la corrupción. Los sindicatos disponen de muchos recursos e influencia política y podrían tener un impacto considerable. En concreto, pueden motivar a las organizaciones del sector privado a frenar cualquier forma de práctica corrupta, apoyando activamente dicho rechazo, considerando los intereses de las partes implicadas para implementar procedimientos anticorrupción corporativos y ejerciendo presión sobre aquellas empresas que usan métodos corruptos. Todo esto también podría lograrse incluyendo cláusulas anticorrupción en los contratos de trabajo, así como boicoteando y organizando huelgas contra determinadas empresas.


Por su parte, los sindicatos de consumidores y las organizaciones comunitarias pueden influir en la posición de algunas compañías en determinados mercados dependiendo de si dichas empresas suponen un obstáculo en su lucha contra la corrupción. Los efectos coordinados de estas organizaciones podrían impactar de forma sustancial en la rentabilidad de dichos negocios.


Al mismo tiempo la experiencia demuestra que ninguna de las fuerzas sociales puede luchar en solitario y tener éxito contra la corrupción. Sólo la consolidación, y hasta cierto punto, la coordinación de esfuerzos conjuntos en base a un intercambio de información continuo podrían proporcionar las sinergias necesarias. Puede que un número pequeño de organizaciones y el efecto de sus acciones coordinadas pudieran exceder ampliamente los esfuerzos bien definidos de las actividades por separado de un gran número de proyectos anticorrupción.


Anatoli Golubev es el presidente del consejo de la ONG “Comité para la lucha contra la corrupción” y miembro del comité directivo de la UN Global Compact Network Rusia.


Para obtener más información acerca del programa "Un mundo sin corrupción" visite http://www.un-wwc.org

 


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